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El cine iberoamericano que viene

Escrito por Marivi Aguado

El festival de Huelva Cine Iberoamericano en su 46 edición, se ha visto obligada a ser solo online a causa de la pandemia, no es el único festival en hacerlo, tampoco será el último. Es más, esta modalidad, creo, ha venido para quedarse, haciendo los festivales presenciales compatibles con los virtuales. 

Pero esta es una cuestión para más adelante. Lo que yo quiero contar es lo que más me ha gustado de lo que he visto durante los pases de la Sección Oficial a Concurso en el festival que hemos podido ver a través de la plataforma Filmin.

Planta permanente (Ezequiel Radusky 2019, Argentina/Uruguay); Lila trabaja de limpiadora hace 30 años en un edificio público y para ganar un poco más de dinero, tiene un comedor ilegal en los bajos de dicho edificio con otra compañera; les va bien con ambos trabajos, pero cuando llega una nueva jefa le indica que eso debe cambiar, que las condiciones sanitarias no son las correctas. Consiguen convertirlo en un lugar decente y legal con una fuerte inversión de dinero que no tiene y convertirse en jefa del comedor. Y es entonces cuando empezamos a conocer a los de arriba y a los de abajo.

Si pensamos que a partir de aquí todo irá mejor, es que no conoces el mundo en que vivimos, la envidia y las nuevas formas de explotación del capitalismo salvaje harán del fracaso la única opción. Segunda película de este director que parece haber optado por denunciar la explotación laboral de los sectores más débiles. Los 78 minutos que dura no te permiten apartar la vista de la pantalla, desde el primer momento quieres saber que es lo siguiente que pasará con Lila, protagonizada por la actriz Liliana Juárez a la que la cámara ama, su rostro y su lenguaje corporal narran constantemente la historia antes que las palabras salgan de su boca. Una buena dirección, un buen guión, unas buenas interpretaciones y una estupenda fotografía, hacen de esta historia una de mis favoritas.

Cosas que no hacemos (Bruno Santamaría Razo 2020, México); en un lugar entre Nayarit y Sinaloa hay un pequeño pueblo que es un oasis entre tanta violencia, allí vive Ñoño, un joven bueno y libre que sueña con vestirse de mujer; cuando una situación violenta se impone, él se anima a dar el paso de contarlo a sus padres. Esta historia es un ejercicio de empatía y honestidad, podemos intuir en ese idílico lugar el machismo y la homofobia, y también la valentía y ternura de muchos planos de la película. Porque no solo Ñoño y su historia es protagonista, sin un guión predeterminado, los niños del pueblo con sus vivencias ajenas a todo lo que no sea divertirse, arropan la historia para contarnos como es la vida en ese lugar y los paisajes te invitan a soñar con un mundo donde quepan muchos mundos. Los últimos 20 minutos son verdaderamente emocionantes y una lección de cinematografía.

Tengo que confesar que he visto este documental dos veces, la primera vez me gustó, pero no conecté hasta casi al final, luego volví a verlo teniendo presente la mirada y las emociones de mis amigas Begoña y Adela, y lo disfruté mucho más. Seremos más libres y juzgaremos menos después de verlo.

La muerte no existe y el amor tampoco (Fernando Salem 2019, Argentina); Emilia es una joven de la Patagonia, que trabaja como psicóloga en un hospital de Buenos Aires, ciudad en la que vive con su novio y que recibe la invitación del padre de su mejor amiga fallecida para asistir a depositar sus cenizas en el lugar elegido. La vuelta al pueblo la enfrentará con su vida en todos los sentidos, a su vuelta a la gran capital, ya no es la misma. 

Puede parecer que es una película que hemos visto muchas veces, la diferencia en esta radica en que nada es ficticio, es decir, sabes que todo lo que ocurre en ella te puede pasar a ti o te ha pasado y si no a una misma, a alguien que conoces. Su protagonista, Antonella Saldico tiene un talento deslumbrante, la cámara parece moverse al ritmo que marcan sus ojos, en los que están todas las emociones que siente y en torno a ella, el resto de los personajes, la amiga muerta imaginada y los padres de esta, su novio, su anterior novio, su padre con su nueva mujer y sus hermanos pequeños. Cuando Emilia regresa a la ciudad, una vez que ha esparcido las cenizas de su amiga, es consciente que también ha dejado allí parte de su vida y una, al verla frágil y entera, todo lo que desea es que le vaya muy bien.

La nave del olvido (Nicol Ruiz Benavides 2020, Chile); Claudina, una mujer rural de un pueblo chileno en el que se avistan ovnis, se queda viuda a los 70 años, conoce a una mujer y empieza a explorar sus sentimientos, su sexualidad y su libertad; mientras, el conservadurismo familiar y local trata de hacerle su nueva vida imposible. Ella no está dispuesta a renunciar a ser libre, aún a riesgo de quedarse sola. 

Es una historia pequeña, bien escrita, bien rodada y con una estupenda actriz, Rosa Ramírez que pone todo el amor y toda la pasión que su personaje necesita, es sorprendente como va rejuveneciendo y ganando belleza conforme se va escuchando a sí misma, a su cuerpo y aceptándose. La película, de apenas 70 minutos, se ve como necesaria porque son muchos los lugares en los que muchas personas sufren al decidir vivir su sexualidad y te hará sentir parte de una experiencia que deseas pueda tener todo el mundo, ser libre y feliz, que no es poca aspiración. 

La nave del olvido (Carlos Moreno 2020, Colombia); un capo del narcotráfico en un lugar de Colombia, lo fue todo y ya no es nada; la pérdida de poder trae consigo la falta de respeto, los ajustes de cuentas, los asesinatos por venganza y dinero y hasta la infidelidad de tu mujer. Violencia, sangre, drogas, paranoias, mujeres con poca ropa y hombres con muchas joyas y ninguna esperanza de futuro.

Reconozco que de todas las películas anunciadas por el festival esta es la que más esperaba; este mismo director estuvo en la 34 edición del año 2008 con su opera prima, Perro come perro, y nunca he olvidado el impacto que me produjo y lo estupenda que es. Más adelante, en 2012 volvió con Todos tus muertos, si bien no tan potente como la primera, si extrañamente mágica, al menos así me lo pareció. En Lavaperros creo que el director ha querido contar varias historias y no termina de cerrar ninguna, si bien es cierto que la media hora última de la cinta son trepidantes y una muestra del buen cine negro que se puede llegar a hacer y como un estupendo elenco de actores de telenovela son capaces de estar a la altura de cualquier estrella.

Las otras películas en Sección Oficial a Concurso fueron: Los Fantasmas (Sebastián Lojo 2020, Guatemala), Matar a Pinochet (Juan Ignacio Sabantini 2020, Chile), Curral (Marcelo Brennand 2020, Brasil), 2020 (Hernán Zin 2020, España), La fiesta silenciosa (Diego Fried 2020, Argentina), Un crimen común (Francisco Márquez 2020, Argentina), Contactado (Marité Ugas 2020, Perú)

Ver cine es algo muy personal, así que habrá otras personas (más sabias), que preferirán otras, estas son las mías. Si tenéis posibilidad, vedlas, y comentamos.

Nos vemos pronto para una segunda entrega sobre el Festival de Huelva cine Iberoamericano.

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Marivi Aguado