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Crítica a «Aladdin» (2019) de Guy Ritchie

Hace 27 años se estrenaba la película Aladdín, otra gran producción de Disney, que cuenta la historia de un huérfano que se la pasa robándole a la gente para poder sobrevivir en las calles de Agrabah; sin embargo, aunque la historia era sobre personajes del medio Oriente, quienes le dieron vida a las voces fueron estadounidenses blancos que quizás desconocen en su totalidad esa zona del mundo. Esto no le quita mérito al valor actoral de cada uno de ellos, sobretodo de Robin Williams quien le da vida al Genio, pero en esta época de remakes y diversificación de contenido, Disney ha decidido enfocar la historia con actores y etnias que se acerquen más a la realidad de esta película.

La trama inicia con un navegante contándole a sus hijos la historia de Aladdin (Mena Massoud), a quien se le ve en las calles de Agrabah robando prendas y diamantes de los compradores. Después de su gran escape de que los guardias del palacio lo agarrasen, se encuentra con una joven quien le da un pedazo de pan a dos pobes niños sin pagar por la harina. Aladdin llega a su rescate y la salva, creyendo que es una simple sirvienta del palacio por sus joyas y su vestimenta, cuando en realidad es la princesa Jasmine (Naomi Scott).

Aladdin queda hipnotizado con la joven y decide ir al Palacio para regresarle el brazalete que ella perdió en la ciudad, solo para ser atradado por Jafar (Marwan Kenzari) quien desde hace un tiempo se ha dedicado a utilizar los mismos prisioneros del Palacio como cebo para llevarlos a una cueva, de donde deben de traerle un tesoro que le ayudará a dejar a un lado su oficio como asesor de confianza del sultán y finalmente tomar el control del reino. El enlista a la fuerza a Aladdin para que entre en la cueva mágica y obtenga una lámpara que contenga un Genio con el poder de conceder tres deseos. En el curso de la misión, Aladdin queda atrapado dentro de la cueva, donde frota la lámpara y libera al Genio (Will Smith, en forma de CGI azul brillante), quien cumple el deseo de Aladdin de convertirse en un príncipe para que pueda ser digno de casarse con Jasmine y, bueno, ya saben el resto.

A pesar de haber dirigido algunos entretenimientos relativamente familiares como las películas Sherlock Holmes y King Arthur, Ritchie no parece una opción obvia para este material. De hecho, el director responsable de películas como Snatch and Lock, Stock and Two Smoking Barrels ofrece un trasfondo de maldad aquí que se siente fuera de lugar. Se puede decir que su corazón está más en las elaboradas secuencias de persecución y pirotecnia que en los números musicales, que, como suele ocurrir en la actualidad, están tan frenéticamente reunidos que parecen haber sido editados en un Cuisinart.

No obstante, John August, quien sirve de guionista en este nuevo remake, toma la estructura original de Aladdin y le da un nuevo enfoque. Este escritor, quien ya se había involucrado en proyectos como Charlie's Angels, la reciente Charlie and the Chocolate Factory y la primera película de Iron Man, es el tipo de guionista a quien se le podría confiar una historia como esta, proveniente de una película original, libro o revista comic. Y así como lo ha hecho en otras ocasiones, involucró aún más algunos personajes. Mientras que en la original, la película gira en torno a Aladdin y Jafar, en esta ocasión la historia le da mayor voz a Jasmine y el genio. Ambos personajes tienen una línea narrativa más completa, con debilidades, metas a alcanzar e incluso conflictos internos que definen cuál será  su resolución en la película. Aquí la princesa Jasmine anhela convertirse en Sultán en vez de casarse con uno de los tantos príncipes que vienen a pedir su mano, mientras que el Genio anhela ser libre y vivir su vida como un simple mortal.

Sin embargo, el hecho de que estos personajes obtengan mayor protagonismo, le quita importancia a otros dos de la historia: Jafar, quien en esta película no es tan temible y serio como en la versión original (incluso me atrevo a decir que es uno de los antagonistas más flojos que he visto este año); y Aladdin. Siendoles honesta, si él no hubiese estado en la película, esta seguiría fluyendo exitosamente. Abu hubiese sido un mejor protagonista.

El caso de Aladdin es muy particular, debido a que el personaje inicia siguiendo la estructura narrativa del "Viaje del Héroe", donde sigue instrucciones porque lo obligan y está renuente a ellas, pero después se motiva porque esto le ayudará a conseguir algo; pero su personaje pierde valor e interés cuando las líneas narrativas de Jasmine y el genio adquieren mayor importancia.

 

 

Pero, obviando esto, Masud, que posee la exigente flexibilidad física y una sonrisa amigable, y Scott, que canta maravillosamente, muestran una química y un encanto que hacen que la historia central de amor sea totalmente atractiva. Smith, enfrentado a la tarea imposible de estar a la altura de la interpretación de voz icónica de Robin Williams, hace que el papel sea suyo, y su personalidad contagiosa brilla por todas partes, e incluso logra infundir en su conmovedor genio martini momentos emocionales conmovedores. Sin embargo, a diferencia de la versión animada en la película original, el personaje renderizado por CGI aquí es tan distraídamente musculoso y aficionado que te preguntas cómo fue capaz de ir al gimnasio tan a menudo mientras estaba atrapado en una lámpara.

Las canciones clásicas ("Un mundo completamente nuevo", "Amigo como yo", etc.) están todas aquí, aunque en forma ligeramente alterada. Algunas letras se han cambiado y los arreglos se modernizan con la influencia ocasional del hip-hop. También hay un número completamente nuevo, "Speechless", con música de Alan Menken y letras de Benj Pasek y Justin Paul, que se siente demasiado calculado pero probablemente necesario como un himno feminista para un personaje al que en algún momento se le dice: "Es mejor que te vean y no se te escuche". El showstopping "Prince Ali" recibe el tratamiento más elaborado, con un número de producción lujoso que derrama en el espectáculo pero que nunca se quema realmente. Irónicamente, solo en la repetición musical durante los créditos finales se transmite en la pantalla un verdadero sentido de alegría, complementado por una escenografía que hace honor a los colores exhorbitantes que la versión original siempre se enfocó en plasmar.

Ritchie mantiene la película en movimiento a un ritmo adecuadamente rápido, pero todo se siente obvio y telegrafiado, incluyendo las reacciones de Abu que se ven obligatorias y diseñadas para las risas baratas. Una secuencia en la que el Genio salva a Aladdin de ahogarse se presenta de manera tan realista que puede resultar molesto para los miembros de la audiencia más joven y parece un poco fuera de lugar en medio de la alfombra mágica y otros interludios fantásticos. El enfrentamiento climático entre los héroes y los villanos también se siente exagerado, más apropiado para una película de Marvel que un entretenimiento de Disney alegre. Por supuesto, ninguno de estos factores evitará que la película gane mucho dinero, pues al final del día es lo suficientemente entretenida.

Acerca del Autor

Inés de los Santos Almánzar

Egresada de la carrera de Comunicación Social (mención Producción Audiovisual), de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. Bloggera, cinéfila, periodista y guionista en proceso. Ganadora a Mejor Directora de Fotografía en el Festival de Cine "Semana Más Corta (2015) y Mejor Campaña Educativa en el mismo festival (2014). Creadora del blog "Cinéfila en RD"