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Critica a «Skyscraper» (2018) de Rawson Marshall Thurber

Hay una vieja regla de oro para el ambicioso guionista que quiere presentar su nuevo guion a productores novatos: nunca presentes una historia categoría B como esta fuera categoría A. Desafortunadamente, Rawson Marshall Thurber (Central Intelligence, We're the Millers) probablemente nunca haya oído hablar de esta regla, y esto es porque me la acabo de inventar. Es aún más desafortunado para nosotros, los espectadores, que al productor Dwayne Johnson obviamente le gustó la idea de salvar a su familia en una simbiosis de Towering Inferno (John Guillermin, 1974) y Die Hard (John McTiernan, 1988).

Por desgracia, estos clásicos en Skyscraper solo se encuentran en sus puntos más irrelevantes. Un rascacielos está en llamas, pero no cualquier rascacielos, sino la gigantesca torre "The Pearl" en Hong Kong. Este edificio de gran tamaño, está bajo el control de un grupo  de terroristas, que para colmo (y obviamente), tienen a la familia del personaje principal, Will Sawyer (Dwayne Johnson), en su poder. Johnson no tiene la frialdad estoica de Steve McQueen, ni la brusquedad casual de un Bruce Willis que, como policía normal, estaba justo en el lugar correcto en el momento equivocado para detener a un grupo de terroristas y mostrarle a su esposa que él era el hombre correcto en su vida. Además de eso, el director y autor Thurber carece de la habilidad dramatúrgica de John McTiernan, quien hizo dos clásicos con impresión duradera en los años 80 con Predator y Die Hard.

Cada momento de Skyscraper parece meticulosamente calculado para ser lo más seguro posible. Las secuencias de acción, aunque bastante bien filmadas y carente de errores, nunca se sienten demasiado peligrosas ni demasiado violentas. Incluso las muchas incursiones de Johnson a través de los surcos y los bordes del edificio y saltando de un lugar a otro carecen de la sensación de vértigo visceral que sentimos en la secuencia similar e icónica de Borj Kalifa en Mission: Impossible - Ghost Protocol. Muy dentro de nosotros sabemos que, si Johnson se llegara a caer, aterrizaría directamente sobre una alfombra acolchada de suave color verde. Es reconfortante saber que la figura más adorable de Hollywood estará bien.

Skyscraper golpea un cierto nirvana de la mediocridad, dando muchas vueltas sin llegar a ser impresionante. Es lo suficientemente agradable como para hacernos pasar el tiempo, siempre y cuando tu cerebro esté en modo de sueño profundo, ya que nunca alcanza algo que pueda hacer que se destaque. No hay una dosis adecuada de chistes para hacernos reír constantemente, no hay suficiente violencia que pueda crear una genuina intensidad y no existe ningún momento impredecible que pueda estar en riesgo de quedarse en tu mente y nervios. Es un ejercicio desechable de amnesia masiva, creado para entretener a las audiencias de todo el mundo, solo para salir graciosamente de sus mentes en el momento en que se levantan para irse. Me gustaría decir que puedo oler lo que The Rock está cocinando, pero el vapor de agua no tiene aroma.

Lo que le permite a Skyscraper ser tolerada, irónicamente, es su falta de ambición. Su extravagante premisa merece el tipo de secuencias de acción normalmente reservadas para la saga de Fast and the Furious, pero la película, en cambio, se conforma con una fuerte dosis de efectos digitales y cursilerías. Thurber y el director de fotografía Robert Elswit (There Will be blood, NightCrawler) parecen inseguros a la hora de mezclar las extravagantes acrobacias de Johnson; Aunque la película hace un buen uso de la prótesis de Sawyer, no logran ofrecer el tipo de piezas de autor que exigimos hoy en día para las películas de gran presupuesto.

Podríamos reemplazar a Johnson con cualquier otro héroe de acción y tendríamos el mismo resultado; esto sirve como una contradicción directa a la carrera de Johnson, donde cada personaje está diseñado para mostrar la fuerza física y el lado cómico característicos del actor.

Irónicamente, para una película sobre un violento fuego masivo, está completamente desprovista de calidez. Skyscraper encontrará adeptos dentro del público que no conoce de las películas clásicas antes mencionadas. Cualquier espectador, con un trasfondo ligeramente más grande de la historia del cine, probablemente hará una pausa de esta película y preferirá recurrir a ver a Bruce Willis quemar un rascacielos no generado por computadora, acompañado por Alan Rickman como un villano más interesante que el de Roland Moller (Atomic Blonde, The Commuter).

Acerca del Autor

Ruben Peralta Rigaud

Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.