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Cannes 2023: Critica a «Jeanne Du Barry» (2023) de Maïwenn

Reseña de "Jeanne Du Barry" pelicula de apertura en Festival de Cannes 2023 con Johnny Depp y Maïwenn.

Jeanne du Barry es, bajo su espesa muselina de academicismo, una película (ligeramente) más curiosa de lo que parece, aunque sólo sea porque se desvía de su programa previsto, subrayado por una explícita primera escena en la que la joven Jeanne se hace retratar. 

Como Maïwenn ha dicho repetidamente en entrevistas, Du Barry sería ella, una mujer llena de vida que, gracias a su energía y audacia, lograría imponerse dentro de un microcosmos que en principio le era hostil (entiéndase: el cine francés). Pero, en realidad, la película hace exactamente lo contrario, gracias a un prometedor casting: Maïwenn, delante y detrás de la cámara, se impone como la reina indivisa de su película, y Johnny Depp, con su acento un poco acartonado y su aura de estrella de Hollywood (medio deslucida), asume el disfraz de tránsfuga sulfuroso y poco sociable del reparto. 

En otras palabras, es du Barry. La idea de invertir de este modo los dos polos es potencialmente brillante, pero Maïwenn carece de la audacia de Luis XV que, en la historia, impone a su escandalosa favorita, a pesar de un rígido marco protocolario y de una multitud de cortesanos que sólo sueñan con ver caer en desgracia a la apodada ´la criatur`. A diferencia del monarca enamorado, no se permite explotar realmente la suprema extrañeza de "su" du Barry. Incluso tiende a suavizarlo - Johnny Depp puede conservar su magnetismo (pocas veces ha capitalizado la fuerza de su mirada tanto como en esta película), pero su presencia se normaliza poco a poco. La excentricidad original (del personaje de Maïwenn, de la actuación de Depp) se relega poco a poco a los márgenes de la historia, literalmente a su lugar natural (fuera del centro): corresponde a las hijas del rey, una especie de hermanas Cenicientas escapadas de una película de Walt Disney, asumir este papel, gracias en particular a la desgreñada interpretación de India Hair, que es una deliciosa payasada.

La cineasta ha tenido el sueño, tristemente ordinario, de hacer su película con trajes pulcros donde nada sobresale, un modelo compacto e insípido. No es insignificante que la película elija, sin apenas disimularlo, a otro actor en lugar de Depp como eje de la historia: Benjamin Lavernhe, de la Comédie Française (para que se pronuncie de una vez, como si fuera su título nobiliario), como un estirado ayuda de cámara con un gran corazón, cuya voz en off comenta la evolución de la escandalosa chica de Versalles. 

Este es el verdadero objetivo de la visita al Salón de los Espejos: la historia narrada por un miembro del teatro francés, que da su pretendida profundidad a un pequeño drama que desemboca en la gran genealogía de la monarquía (el añorado giro melodramático de la última parte). El principal defecto de Maïwenn no es, como podría pensarse, que haya querido construir una película a la altura de su egoísmo -habría sido mucho más emocionante-, sino que no se haya atrevido a llegar hasta el final de lo que implicaba su curioso proyecto, y que se haya ceñido a una narración curiosamente fija. Versalles es ella.

En un estilo mucho más sosegado que en sus ficciones anteriores (Polisse, Mon roi, ADN), Maïwenn retrata con inesperada sobriedad y, la mayor parte del tiempo convincente, el improbable romance entre Jeanne y el rey, y describe la ridiculez en el caso de una corte donde se agitaban los mediocres ambiciosos y los títeres con peluca. Sobre todo, pinta un retrato empático de Jeanne, la agitadora que, en el fondo de su corazón, sabe que su gloria en Versalles (único escenario de la película) depende de la buena voluntad de un solo hombre y que, tarde o temprano, sera devuelta a sus orígenes y su condición.

Para encarnar a esta rebelde que la fascina, Maïwenn no pudo resistir el placer de involucrarse ella misma, en una elección cuestionable. Omnipresente en el corazón de casi todas las escenas, la actriz tira más de la razón, se filma en todos sus estados (alegría, placer, desesperación, angustia) y parece querer subrayar a grandes rasgos ciertos puntos en común entre su carismática heroína y su propio caso de espíritu libre en la ´corte`, a veces de mala reputación, del cine francés donde los golpes bajos no siempre apuntan a suscriptores ausentes.

A fuerza de ocupar el primer plano, Maïwenn eclipsa a sus compañeros de juego, devueltos al rango de títeres, incluso siluetas. Primero: Johnny Depp, alias Luis XV, monolítico, avergonzado en sus (raros) diálogos y que encarna laboriosamente su carácter de soberano depresivo. Junto al actor estadounidense, que parece sufrir jet lag, el excelente Benjamin Lavernhe, Melvil Poupaud y Pascal Greggory (entre otros) sólo tienen derecho a unas pocas escenas para dar vida a protagonistas que merecen un mejor trato. Lástima que su majestad Maïwenn, además a menudo inspirada, haya descuidado hasta tal punto a sus humildes súbditos.

La película, es cierto, destaca en el paisaje de Versalles. Con su escandalosa sensualidad, su negativa a doblegarse a los usos y costumbres de la realeza y su temperamento impredecible, los du Barry, que se habían hecho nobles gracias a un matrimonio de conveniencia, trastornan a una corte que juraba sólo por fingimiento. Este carácter fogoso y este desprecio por las costumbres seducen a Luis XV, un soberano que, detrás de su porte impasible, sentía un profundo hastío por las reverencias, los rituales almidonados y las hipocresías que abarrotaban sus salones.

Acerca del Autor

Ruben Peralta Rigaud

Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.