Críticas de Cine y Artículos Colaboradores

SOBRE BARRY JENKINS

EL GRAN FILMADOR DE ROSTROS DE LA MODERNIDAD

Barry Jenkins nace el 19 de Noviembre de 1979 en Miami, Florida. Como el protagonista de Moonlight, Jenkins crece pobre y emocionalmente distante en los barrios pobres de la periferia de Liberty City. El más joven de tres hermanos, todos nacidos de padres diferentes que no conocieron, vio como su madre se hacía adicta al crack para cuando solo tenía 3 años de edad. La persona a la cual Jenkins identificaba como su progenitor dejó a la madre al no considerarse el padre biológico. “Ese hombre falleció cuando tenía 12, llevándose a la tumba el sentimiento de que yo no era su hijo”, escribió Barry una vez en un blog sobre su niñez. Mientras crecía, fue cuidado por una mujer mayor llamada Minerva, que también se había encargado de su madre cuando tenía 15 años y estaba embarazada por primera vez. Mucha de su infancia transcurrió bajo los cuidados de Minerva, viviendo en un apartamento de dos dormitorios, junto con 8 inquilinos más. “En esos complejos de apartamentos hay muchos espacios abiertos y pasto y cielos grandes. Miami es el hijo bastardo de todo el país. Está tan lejos de todo que las reglas no se aplican ahí. Estás naufragando” llegó a declarar. La palabra escrita siempre había atraído al joven Jenkins. Inicialmente, asistió a la Universidad Estatal de Florida con la intención de convertirse en un docente de inglés, para luego cambiar por una licenciatura en escritura creativa. Fue solo después de no convencerse con esto último que comenzó a descubrir el Cine. Empezó a frecuentar el Blockbuster local y eso provocó una chispa artística en su interior. Eventualmente, cursó la escuela de cine de la universidad a partir de 2003, pero lo describió como una lucha constante: “Me di cuenta que no podía mantener el paso con los demás, ya que no había visto suficientes películas. Así que me devoré todo lo que había en la filmoteca de la escuela de cine. Así fue mi vida. No hice nada más que ver cine.” Fue así como Jenkins empezó a forjar su destino. Empezó a hacer diarios describiendo sus pensamientos y sentimientos, lo que fortificó su conexión con las historias cinematográficas. Desarrolló un gusto por Jean-Luc Godard. “No fue porque creía que fueran obras maestras. Esas películas simplemente eran diferentes. Mi corto de esa época, My Josephine…te das cuenta que estaba viendo mucha mierda artística por esos días.” En la Universidad, tuvo la suerte de encontrarse a varios colaboradores que lo acompañarían en su trayectoria, como el director de fotografía James Laxton, la productora Adele Romanski y los montajistas Nat Sanders y Joi McMillon. Tan solo 4 días después de graduarse de la FSU, Jenkins se mudó a Los Angeles buscando una carrera como cineasta, pasando 2 años trabajando en varios proyectos como asistente de producción. Había comenzado a escribir un largometraje en 2006, pero no sería hasta que un excompañero de la escuela de cine le prestara US$15000 (producto del trabajo de su amigo en los efectos visuales de un blockbuster de alto presupuesto) que comenzaría el rodaje de lo que sería su ópera prima…

MEDICINE FOR MELANCHOLY

La película, que narra las 24 horas posteriores a una noche de sexo de una pareja de jóvenes, principalmente va sobre la asimilación afroamericana en la cultura hípster o indie. También se pone énfasis en los desafíos de ser negro en San Francisco, que tiene la tasa de población afro más baja de todas las ciudades importantes de Estados Unidos, con solo el 7% de sus habitantes perteneciendo a este grupo racial. Jenkins pensó la película como “un ida y vuelta entre los dos personajes sobre las distintas políticas de identidad”. Dichos personajes encarnan una ideología. Jenkins vio al personaje de Micah como un hombre que constantemente está construyendo barreras, mientras Jo cree que la raza es un limitante. Micah vive en Tenderloin (barrio modesto pero colorido, según lo que leo) y está muy comprometido es sus causas políticas, aunque algo paranoico (cree que el Black History Month es en Febrero ya que es el mes más corto del año). Jo vive en el acaudalado Marina con novio yuppy y blanco. Para Micah ese estilo de vida va totalmente en contra de todo lo que él cree, mientras Jo simplemente ve a su nuevo amigo como un hombre encerrado en ser afroamericano. La película está filmada en una paleta de colores lavada y bastante desaturada. Supuestamente Jenkins fue plano por plano y retiró la mayoría del color hasta casi asemejarse al blanco y negro, a pesar de que a menudo algo (una camisa, una chaqueta, el cielo) aparece en el cuadro con una sutil muestra de color, donde el cineasta intenta reflejar que los personajes no siempre están pensando y debatiendo sobre complejidades raciales. Es peculiar ver en el presente que la película no tiene ninguna mención a Barack Obama (se estrenó en el Festival South by Southwest de Marzo de 2008, varios meses antes de la victoria Demócrata en las elecciones) y si bien el debut de Barry Jenkins sigue las reglas del Mumblecore, no es extraño visualizar que series como Atlanta o Dear White People (de la cual el propio Jenkins dirigió un capítulo) beben como influencia de esta película. Pero Medicine for Melancholy no es especial por sus ideas. Es menos importante lo que los personajes se dicen el uno al otro que como lo dicen: los matices de su interacción, el ir y venir de sus impulsos hacia conectar o autoprotegerse. Sus sentimientos de soledad y dislocación, y de sentirse por fuera de la ciudad, son más que comunes en la gente que es joven y aún no ha encontrado su lugar. Medicine for Melancholy, el debut de Barry Jenkins, es sobre la angustia y el romance de esa época de la vida.

8 AÑOS

Tras su ópera prima, Jenkins desistió de trabajar con los estudios, pero eso pudo haber sido un error, ya que varios de los subsidiarios con los que el cineasta si pensaba trabajar (como Paramount Vantage, Warner Independent, Picturehouse) cerraron a fines de 2009 por los efectos de la recesión económica. Después de trabajar como carpintero un tiempo, consiguió un trato con Focus Features, una de las compañías que había podido aguantar los golpes de la crisis. Allí podía desarrollar cualquier proyecto que llamara su atención y así llegó Portrait of an Addict as a Young Man, las memorias de un ex adicto al crack llamado Bill Clegg. Cineastas más experimentados habían expresado interés en dirigir la adaptación, pero Jenkins presentó un acercamiento estructuralmente inventivo que impresionó al productor. Consiguió el trabajo y realizó tres versiones del guion antes que el proyecto se cayera a pedazos. “La película que yo quería hacer era más oscura que la que ellos tenían en mente. Así que me despidieron” llegó a declarar. Después de ver Medicine for Melancholy, un colectivo cinematográfico de su nativa Miami llamado Borscht Corporation se acercó a Jenkins en búsqueda de generar más trabajos y rodajes en Florida. Barry aceptó y en 2011 dirigió Chlorophyl, un cortometraje de 17 minutos con mucha narración expresionista que trasplantaba muchas de las ideas de Medicine a una nueva locación. En este caso, una joven emprendedora latina luchando contra el desamor y la soledad en Miami. De todas maneras, Jenkins estaba perdiendo la paciencia. “No era una espiral de la muerte, pero ya estaba en el punto donde no creía que fuera a realizar otra película”. Y fue ahí, en el pico de su frustración, que recibió una llamada de Adele Romanski, su antigua compañera de clases y amiga de la escuela de cine de Florida State. La ahora productora independiente sabía que tenía que ser firme. “Necesitas hacer otra película” le dijo a Jenkins. “¿Qué es lo que quieres que sea? Lo resolveremos”. Barry le envío a Romanski un montón de ideas. Una se centraba en un oficial de policía de San Francisco que corría para salvar a la ciudad de un genio malévolo. “Era Die Hard, pero en el Puente de la Bahía” recordaba Jenkins. Romanski, por su parte, no dudo. “No, de ninguna manera vamos a hacer eso” le dijo. “Lo recortamos a las cosas que podíamos producir y controlar para mantener el presupuesto bajo, pero que también fuera cinemático y personal” decía Barry. “Estábamos como, listo, al carajo. Hagamos algo de la forma de que ninguna otra persona pueda jodernos”. Trabajando para Borscht, Jenkins conoció al dramaturgo Tarell Alvin McCraney. Tenía una obra poco conocida llamada In Moonlight Black Boys Look Blue, que sigue a un joven negro y gay durante tres épocas distintas luchando con su madre drogadicta, el acoso escolar y su sexualidad reprimida. Romanski envió a Jenkins hacia Bruselas por un mes para completar la primera versión del guion, que contaba las experiencias de un joven que como niño es conocido en su escuela como Little, pasando por su vida adolescente como Chiron y eventualmente convirtiéndose en un alienado traficante de drogas apodado Black. “Intenté ignorar que la industria no pudiera hacer una película negra y gay sin grandes estrellas” dijo Romanski. Conseguir financiamiento no fue fácil. Para mostrar su visión, Jenkins hizo una presentación en PowerPoint para ayudar a explicar el proyecto. Para ayudarse, incluyó fotos de Happy Together de Wong Kar-Wai y Ginger and Rosa de Sally Potter, junto a los retratos fotográficos de gente como Gregory Crewdson y Viviane Sassen. Dejó para último la declaración que él mismo creía más poderosa: Queen Black Cinema. El PowerPoint no funcionó y para fines de 2013, Moonlight seguía sin financiadores. Pero todo cambió cuando Jenkins conoció a Brad Pitt y el resto de los ejecutivos de su compañía productora, Plan B, tras una proyección de 12 Years a Slave. El guion rápidamente captó su interés y eso llevó a que A24, la pequeña distribuidora apoyada por el dinero de la Guggenheim se mostrara totalmente abierta a las ideas de Jenkins. Nacía una de las películas estadounidenses más importantes de los últimos años…

MOONLIGHT

“Ah, la que le ganó a La La Land en aquella cosa del sobre, ¿no?” dirá el espectador medio que haya visto el final de la entrega de los Oscars de 2017. Es una pena que lo que debería ser un apéndice en la trayectoria de esta película haya terminado así. Pero vamos a lo importante. Completamente diferente a Medicine for Melancholy, la segunda película de Barry Jenkins cuenta una historia centrada en las profundidades de los Estados Unidos, y trata sobre Chiron, un joven que (a lo Tolstoy en Infancia, Adolescencia y Juventud) crece diferente a todo lo que tenemos acostumbrado en cuanto a la American Way of Life: negro, gay, pobre y traficante de drogas. Su sexualidad, como cualquier otro aspecto de cariño o gentileza en su vida, está bajo una coraza, ahogada por el ambiente que lo rodea. Moonlight es una obra visual (brillante trabajo de James Laxton, casi digno del Christopher Doyle de Wong Kar-Wai) y temáticamente arrebatadora, llevando al extremo la idea contada en el evocativo título de la pieza original, que diría algo como “Sobre la Luz de la Luna, los Muchachos Negros parecen Azules”, un concepto que es introducido por Juan, el personaje interpretado por Mahershala Ali, logrando una fuga del estereotipo de traficante. Tampoco hay que dejar atrás a Naomie Harris como esa madre adicta en la que tantos recuerdos debe haber volcado Jenkins, al igual que la amable novia de Juan y eventualmente segunda madre, que termina siendo Janelle Monáe. Y por supuesto, nada sería posible sin el sexteto de actores que tan bien interpretan a Chiron y a Kevin (el amigo del protagonista) a lo largo de los de los 110 minutos de metraje. Pero si el espectador se queda con un personaje, ese es el Juan de Ali. Sorprendentemente amable y paternal, demuestra, inclusive, tener plena conciencia de ser parcialmente responsable de la inestabilidad de la madre del muchacho, resultando en unos de los instantes más emocionantes de la película cuando la cámara de Jenkins se detiene sobre él, mientras absorbe el peso de sus acciones. Juan también protagoniza con Chiron (y la fantástica música de Nicholas Britell) otra escena determinante al enseñar al niño a nadar, que además de vincular al personaje de Ali con su homónimo bíblico, también da inicio a una rima temática y sonora importante al asociar el océano a la libertad del protagonista, y no es casualidad que Chiron se encuentre cerca del mar en las tres ocasiones en que se entrega a alguna posibilidad de felicidad, flotando en los brazos de alguien que no los juzga, reconociendo la propia sexualidad o persiguiendo una chance de abrazarla. Para completar, es interesante ver como la primera experiencia sexual del muchacho envuelve a los 4 elementos: el mar en frente, el fuego del encendedor, la brisa que inspira un comentario y la tierra que asume la forma de la arena al acariciarla. Moonlight es, en suma, un tipo de obra cuya delicadeza y sensibilidad llevan al espectador a encontrarse con un clima dramático que, en lugar de incidentes bombásticos o catarsis grandiosas, trae apenas una conversación, que no tiene revelaciones, sino simplemente humanidad, que reconoce muchas veces precisamos simplemente de alguien que nos diga “Yo sé (o quiero saber) quien sos vos”. Una frase simple, pero que para Chiron es como un océano.

IF BEALE STREET COULD TALK

Si hay una imagen que define la pequeña pero notable filmografía de Barry Jenkins son las miradas. Esas que penetran el lente de la cámara con gran intensidad, casi expresando en total magnitud el alma de los personajes. Estaban ahí en su debut, Medicine for Melancholy, sobre aquellos dos amantes explorando la ciudad de San Francisco y su lugar en ella como afroamericanos. Estaban ahí en Moonlight, sobre el niño alienado que crecía para convertirse en un hombre introvertido, aferrándose a las memorias de aquellos que se acercaron a él, y lo hicieron sentir querido. Y esas miradas también están en la que por ahora es la última película de Jenkins, la bellamente agridulce If Beale Street Could Talk. Barry usa más primeros planos mirando directamente a cámara que la mayoría de los cineastas post-Jonathan Demme (como bien señala Paul Thomas Anderson en una entrevista que se puede escuchar más abajo), sabiendo en como ese tipo de composición afecta directamente la empatía con el retratado. Es cierto que hemos tenido grandes filmadores de rostros en la Historia del Cine: pensar en Dreyer filmando el rostro de Maria Falconetti en La Passion de Jeanne d’Arc, Bergman con Persona y Viskningar och Rop o Leone con Il Buono, Il Brutto, Il Cattivo y C’era Una Volta il West. Jenkins quizás no haya llegado aún a la brillantez de esos maestros, pero en la vacía modernidad del Cine actual solo encuentro en The Master del propio PTA a un igual en la devoción por la cara humana. Inteligentemente, el cineasta no intenta replica el poder singular de Moonlight en Beale Street. En lugar de eso, trajo un romance, basándose en el trabajo literario de un gigante: James Baldwin, el gran escritor y crítico social, en cuya obra se encuentra un vasto cuerpo de ensayos y relatos sobre la vida afroamericana. A no ser que uno cuente a la gran no-ficción I Am Not Your Negro, es la primera película estadounidense sobre el trabajo de Baldwin. Es realmente difícil pensar en alguien más apropiado que Jenkins para llevar su literatura a la gran pantalla. Basada en la novela homónima de 1974, If Beale Street Could Talk cuenta la historia de una joven pareja en Harlem, cuya vida juntos está en peligro por una falsa acusación. Tish, tan bella como ingenua a los 19, ha descubierto recientemente que va a tener un bebé. Es un embarazo no planeado, pero no uno “no querido” necesariamente. Ella felizmente empezaría una familia con su novio, Fonny, de 22 años, sin importar lo que su madre (enorme Regina King) y hermanas piensen. Pero la complicación más grande va más allá de la desaprobación familiar. Fonny está encarcelado y la noticia la debe recibir a través de varios centímetros de vidrio. Jenkins usa sets y vestuarios que se sienten vivos, no solamente sacados a relucir. Cada pista musical es intoxicante (lo de Britell es nuevamente impresionante, solo basta escuchar su pieza Agape) y, más allá de algunos lucimientos contemporáneos, pocos cineastas pueden (o quieren) hacer lo que se siente como una película filmada y montada días después del lanzamiento del libro, y después encontrada en alguna bóveda 45, 50 años después, incluyendo algún estilismo Godardiano en dos momentos clave de fotos de archivo reales. Y quizás es por eso que la película se siente como un pequeño milagro. En una época dónde las frustraciones del Cine Mainstream han causado que el cinéfilo (y el cineasta) moderno añore al Cine de los 70s (y prácticamente lo idealicemos fuera de proporción), aquí hay un director cuyo trabajo tiene la inmediatez emocional de los mejor de ese período. Estaba ahí en la larga escena del reencuentro en Moonlight y está en Beale Street también, en la larga cita de Fonny y Tish que culmina en su primera vez haciendo el amor. Una muestra más de la grandeza como cineasta de Barry Jenkins.

THE UNDERGROUND RAILROAD

En Marzo de 2017, tras ganar el Oscar a Mejor Película por Moonlight, Barry Jenkins fue contratado por Amazon para adaptar la novela The Underground Railroad de Colson Whitehead, uno de los libros estadounidenses más exitosas de los últimos tiempos, tanto a nivel crítico como comercial. Ganó el Pulitzer a Ficción de 2017, el National Book Award de 2016, el premio Arthur C. Clarke y la Medalla Andrew Carnegie por Excelencia, además de estar nominado al Man Booker Prize de 2017. La novela se ubica en una línea temporal alternativa, donde el Ferrocarril Subterráneo (que en la realidad fue una red de abolicionistas, rutas escondidas y casas seguras que ayudaron a escapar a afroamericanos esclavizados en la primera mitad del Siglo XIX), es un ferrocarril verdadero completo con ingenieros, conductores, vías y túneles. Cora, una esclava del estado de Georgia, se une a Caesar en un intento de subirse al tren subterráneo hacia la libertad. Hablando con la revista Sight and Sound, Jenkins dio una lista de cineastas que lo inspiraron en momentos muy específicos de la serie de 10 episodios. En la pieza, el autor de la novela, Whitehead, dijo que sabía que habían acertado con Jenkins como el adecuado cuando el cineasta mencionó referencias como There Will Be Blood y The Master, ambas de Paul Thomas Anderson. Pero no es la única influencia de Barry. Al mencionar los elementos de “horror corporal” en la novela, el cineasta dijo que se inspiró en David Cronenberg. En un episodio que toma lugar en Carolina del Sur, dice que hay cosas similares a Get Out de Jordan Peele. El episodio de Carolina del Norte tomaría influencia de Alfred Hitchcock y para el final de la serie, habría momentos dignos de Claire Denis. Pero como menciona Sight and Sound, la gran influencia a través de la obra de Jenkins es probablemente el cineasta Wong Kar-Wai, especialmente Chungking Express, uno de sus mejores trabajos. “En esa película, Wong Kar-Wai tiene todas estas ideas sobre las latas de jugo de piña y el tiempo, y la idea de que el Cine solo es unos pedacitos de tiempo. Cada uno de esos pedacitos es un momento de verdad, y cuanto más los puedas extender, más verdad sacarás de cada pieza.”

Veremos…

https://www.youtube.com/watch?v=LZCmaaXowgk

https://vimeo.com/79167472

https://www.youtube.com/watch?v=LwmEWNXIsNk

https://www.youtube.com/watch?v=17VKpoLJUbA

https://soundcloud.com/thedirectorscut/if-beale-street-could-talk-with-barry-jenkins-and-paul-thomas-anderson-ep-176

Acerca del Autor

Juan Manuel Fábregas

Uruguayo. Gran creyente de la Iglesia de Paul Thomas Anderson. Crítico de Cine y Realizador desde 2013, escribiendo para publicaciones y revistas como RouMovie.com, Cartelera.com.uy y Gorosito.Tv.

Email: fabregasmendiburu@gmail.com
Tel: +598 91 311 263