Reseña a la pelicula dominicana "Carajita" de Silvia Schinecer y Ulises Porra, con Magnolia Nuñez, Richard Douglas y Cecile van Welie.
Yarisa (Magnolia Núñez) ha pasado la mayor parte de su vida laboral al servicio de una familia adinerada y se ha convertido en parte integrante de sus vidas, especialmente para la adolescente Sara (Cecile van Welie), que la trata como una madre de alquiler. Esto ha llegado a costa de la relación con su propia hija, Mallory (Adelanny Padilla). La pareja está casi distanciada, pero cuando sus jefes se trasladan a su ciudad natal, ella lo ve como una segunda oportunidad. Sin embargo, cuando se produce una tragedia, Yari debe enfrentarse a la verdad. El uso del argot local de ´carajita` se traduce aproximadamente como mocosa, como subtítulo aplicado a la adolescente Sara.
Aunque las telarañas de la mente de Sara acaban despejándose a medida que los detalles de la tragedia se hacen más claros, Carajita se arriesga enormemente al mantenerse dentro de la niebla en los primeros momentos. El chiste que prevalece en el comentario clasista de Silvina Schnicer y Ulises Porra es que Sara es incapaz de hacer nada por sí misma, pero nadie se da cuenta porque su madre la cubre en cada momento. Esto puede sonar a sátira social pesada, pero Carajita es cualquier cosa menos eso; el dúo de directores se resiste firmemente a este tipo de señalamiento fácil, y añade profundidad y misterio a una adolescente que de otro modo podría haber sido monstruosa. Sobre todo, vuelve a tener éxito con los efectos acumulados de su funcional banda sonora y su adecuada ambientación; donde otros cineastas podrían verse a sí mismos como narradores, ambos evocan la estrecha perspectiva de esta niña en cada mínimo detalle.
El uso de la oscuridad y de la luz intensamente coloreada es una constante en la fotografía de Iván Gierasinchuk (el trabajo de cámara adicional es obra del habitual latinoamericano Sergio Armstrong, conocido por sus trabajos con Pablo Larraín y Lorenzo Vigas). La diseñadora de producción, Claudia Madera, también crea un entorno de lujo limpio y frío para la familia rica, su mansión modernista en la playa es un baluarte contra las realidades incontenibles del mundo exterior, que sin embargo invaden en un plano final inquietantemente resonante.
Carajita puede leerse como una parábola política, que alude no sólo a las negaciones del pasado, sino a la negación actual por parte de la burguesía de su privilegio protegido. Pero estas cuestiones nunca se plantean explícitamente. A Porra y Schnicher les interesa, en primer lugar, hacernos sentir lo que es habitar el mundo sellado de sus personajes, una serie de espacios de pecera como el comedor donde la familia de Sara se reúne finalmente tras las puertas de cristal y una hermosa vista al océano.
Esta dupla de directores argentinos hace una muy buena película. Tiene un excelente sentido del uso de la cámara, encuadrando a cada personaje de manera que los separa o los fragmenta en un pequeño universo. Otras personas que comparten el mismo espacio están a menudo desenfocadas, enfatizando su distancia y aislamiento. Los directores reparten la información en trozos desorientadores, saltando de un momento a otro sin proporcionar siempre un tejido conectivo, dejando al espectador tan agitado y confuso como la protagonista.