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Critica a «Bad Times at The El Royale» (2018) de Drew Goddard

A principios de 1969 y con la Presidencia de Richard Nixon en trasfondo, conocemos al motel El Royale, el cual se encuentra junto a Lake Tahoe. Es un motel atravesado por la frontera entre California y Nevada. El gerente del motel Miles Miller (Lewis Pullman) recibe a 4 particulares clientes: el padre Daniel Flynn (Jeff Bridges), la cantante Darlene Sweet (Cynthia Erivo), el vendedor de aspiradoras Seymour Sullivan (Jon Hamm) y la hippie Emily Summerspring (Dakota Johnson). A pesar del tenso aire de desconfianza entre todos, se perfila como una estadia tranquila para los involucrados, pero debido a la inclusión de Rose (Cailee Spaeny) y el enigmático Billy Lee (Chris Hemsworth) paso a paso se va convirtiendo en una noche infernal, lo que hará resaltar la duplicidad de los protagonistas y los llevará a un conflicto cada vez más intenso y brutal.

Vale la pena tener en cuenta en qué época histórica nos encontramos y lo que ocurre en ella: la guerra en Vietnam, las proclamaciones de Nixon, los espías de J. Edgard Hoover, las batallas por los derechos civiles.

Nuevamente, aunque de manera menos efectiva, Drew Goddard (el mismo autor del guión) juega con las expectativas del público, con múltiples giros, inversiones de curso y revelaciones sobre los protagonistas. Los diferentes puntos de vista se intersectan y  conectan gradualmente a un solo punto culminante; al mismo tiempo, la historia se divide en varios capítulos, cada uno ubicado en una habitación específica y dedicado a los antecedentes del respectivo inquilino. Cada uno de ellos agrega una pieza para revelar el misterio detrás de sus acciones  y nos acerca un paso más al epílogo, que implica la llegada de un inesperado y peligroso personaje, que conocemos directamente de uno de los flashbacks, que sin embargo, en lugar de salvar la situación, conduce a su degeneración. Es un juego de espejos (en todos los sentidos), un cuento laberíntico en el que nada es lo que parece e incluso los peores crímenes podrían ocultar las buenas intenciones. Finalmente, para aumentar la incertidumbre, existen circunstancias que se refieren al título del hotel, una propiedad de lujo construida literalmente en la frontera entre California y Nevada que luego cayó en desgracia, en la que han consumido varios delitos y más.

Bad Times at El Royale se  basa en el mecanismo popular del Flashback: cada vez que sucede algo imprevisto o uno de los personajes hace un descubrimiento extraño, una escena del pasado aparece un poco más tarde para esclarecer. Gradualmente, el director y el guionista eliminan las capas que impuso a hombres y mujeres al principio, brindando información sobre sus vidas que a veces son aterradoras y a veces muy tristes.Gracias a un uso muy cuidadoso de la cámara, Drew Goddard alterna grandes vistas panorámicas del hotel con primeros planos de caras, acciones y detalles.

Un contexto de profundo cambio ético y social , subrayado por la espléndida banda sonora, que pasa con una agilidad envidiable de soul a rock, realzando las secuencias más intensas y el talento de la cantante Cynthia Erivo. Drew Goddard también juega con nuestras expectativas del espectador y la temporalidad de la historia, llevando el tema de la duplicidad de los personajes, manifestados desde los primeros minutos, en territorios inesperados y doblando la narración a su voluntad.

La primera parte de El Royale es un valioso ejemplo de cómo crear atmósferas y personajes. Respiramos el mismo aire insano de los personajes, percibimos la tensión entre ellos y anticipamos sus posibles pecados, medidos hábilmente por el director. Todo esto gracias a un guión calibrado en cada diálogo, en cada pausa y en cada mirada, y en casi todos los intérpretes en estado de gracia, entre los que se encuentran el despreciable y al mismo tiempo admirado Jeff Bridges y un muy buen Chris Hemsworth, que lejos de su archiconocido personaje de Thor, puede representar hábilmente la locura y el histrionismo de un personaje que nos recuerda a Charles Manson.

Fácil de encontrar la influencia del cine de Quentin Tarantino y, en particular, de su último trabajo The Hateful Eight, en donde los personajes son forzados a vivir en espacios reducidos y desahogar sus instintos más brutales de una manera no muy diferente, pero en el caso de El Royale, el cineasta estadounidense tiene el carisma y la profundidad artística necesaria para saber cómo apartarse del maestro y llevar su historia en direcciones inesperadas. A pesar del último acto, el filme bailó peligrosamente en el delgado hilo que separa la exageración agradable de la sobreabundancia molesta. El eslabón débil está, en todo caso, representado de manera impredecible por el desempeño inexpresivo de Dakota Johnson. que una vez más no es ni sensual ni perturbadora, ni irónica ni sexy, abandona el ritmo de la película cada vez que entra en escena y no lo hace en honor a un personaje potencialmente explosivo.

El mecanismo que utiliza Goddard es similar al utilizado en su Cabin in the Woods, donde se muestran una serie de elementos convencionales, en este caso en la caracterización de los huéspedes, para luego romper las expectativas que suscitan y mostrar una verdad diferente. La consistencia subsiste, pero los matices se pierden.En este caso no hay profundidad en delinear las psicologías y alinearlos con los eventos de cada uno. Algunos de ellos, como Darlene y el padre Flynn, reciben un mejor tratamiento, aunque no son particularmente satisfactorios, pero otros, como Laramie y Emily, solo están muy esquematizados, son meros engranajes del desarrollo diegético y nada más. En este caso, en el flashback sobre la misteriosa chica encarnada por Dakota Johnson faltan varios pasos y se presentan sólo algunos aspectos destacados, ni siquiera tan memorables; Aún más para un espectro de su pasado y su hermana, que son esenciales para la trama, no se le da la consistencia correcta.

En conclusión, en Bad Times at The El Royale apreciamos sin duda la habilidad narrativa y la puesta en escena,  la fascinante y meticulosa reconstrucción arquitectónica de la época, la magnífica banda sonora de Michael Giacchino y un conjunto de actores con buena química, pero con situaciones y momentos algo forzados, aunque nos regalan una buena experiencia cinematográfica.

Acerca del Autor

Ruben Peralta Rigaud

Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.