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Critica a «Hereditary» (2018) Ari Aster

Cuando Ellen, la matriarca de la familia Graham, muere, secretos que ella tenia guardados resurgen para sacudir su base familiar. Si, Hereditary logra golpear su objetivo y nos aterra tanto porque juega con nuestras más profundas ansiedades. Al interesarse en la unidad familiar, el director debutante Ari Aster compone un mito psicoanalítico moderno, construido sobre una estructura de tragedia griega. Con la ayuda de un increíble dominio narrativo, el director crea cuidadosamente una atmósfera que provoca ansiedad que crecerá lentamente a medida que avanza la película. Los horribles efectos que esconde la milimétrica ciencia de la composición de los encuadres, la duración de los planos que se extienden hasta la angustia y en ocasiones la edición incisiva que rompe un ritmo preestablecido, son sus herramientas mas fuertes. El joven director sabe perfectamente cómo usar el fuera del campo y crear sus amenazas a la sombra de los fondos. Él nos empuja constantemente, imponiendo una mejor visión psicótica de nuestras pesadillas.

La idea de la tragedia queda claramente expuesta en el primer plano de la película, inicia con una larga secuencia de cámara adentrándose a una de las maquetas que diseña nuestra protagonista Annie (Toni Collete). Con dicho movimiento, el director hace que desaparezcan los límites entre la realidad y crea una réplica de la misma, que a pesar de que no tienen un papel importante en la trama, importan para la creación de su atmósfera. La sensación de que muchas cosas no son reales aquí y que algo sin dudas anda mal, pero sin que sepamos exactamente qué, es desesperante. El argumento es equívoco, los personajes son meros juguetes a merced de un demiurgo omnisciente. El resultado se nos anuncia solo para mantenernos en una espera helada con la que el director sabe perfectamente cómo jugar.  La historia está salpicada de elementos proféticos (el patrón recurrente de cabezas cortadas) que se supone que describen la mecánica infernal que conduce inevitablemente a la ruptura de la unidad familiar. Todo se juega de antemano y el espectador, impotente al desarrollo de un plan macabro, encuentra su resolución en una violenta catarsis. La puesta en escena, extremadamente estilizada, toma la vista del demiurgo viendo luchar a sus peones. La simetría que compone con los marcos visuales está instalada solo para ser destruida y deslizarse hacia un desequilibrio abismal.

Aster basa la película en el realismo, por lo que podemos verla como un trágico drama sobre una familia disfuncional que lidia con el dolor y/o como una película de terror psicológico. Sabiamente evita recurrir a sustos baratos e incorpora la cantidad justa de exposición sin alimentarse de ello y asustar al público solo por placer. Además, crea una atmósfera premonitoria mediante el uso de iluminación, ritmo, partitura musical, diseño de plató y diseño de sonido. La casa se convierte en un personaje en sí mismo e incluso los árboles que la rodean se suman a la atmósfera espeluznante. El estilo de Hereditary se convierte esencialmente en parte de su sustancia.

Una vez más, el uso del género le da a la historia un sentido espeluznante para servir como una metáfora de un discurso psicoanalítico. Vemos la reproducción de un esquema familiar y las relaciones de parentesco donde los secretos y los dramas pueden ser la base de la ruina de una familia. A partir de entonces, Aris Aster nos presenta la historia como una tragedia o incluso una maldición que se transmite de manera inevitable de generación en generación. De este modo, disecciona las relaciones entre padres e hijos donde las neurosis de algunos contaminan irremediablemente el comportamiento de los demás. La película concluye con la pregunta sobre la masculinidad y su construcción dentro de la familia, entre la afirmación, la negación y los preceptos sociales.

Las actuaciones de todos en la pantalla son excelentes. Toni Collette con una de las mejores actuaciones de su carrera, merece el reconocimiento del público y los votantes. Alex Wolff también impresiona con su papel al igual que los siempre confiables Gabriel Byrne y Ann Dowd.

Afortunadamente el director Aster no exagera el estilo de la película. En otras palabras, nunca se siente forzada ni nos bombardea con efectos visuales o cámara temblorosa. Hay algo refrescantemente pasado de moda sobre la forma en que se filmó la película. Tal vez se vería aún mejor en blanco y negro. La única escena en la que el público se da cuenta de la cámara es cuando Annie se sienta en un círculo con el grupo de apoyo psicológico y la cámara se acerca lentamente. Si eres un miembro receptivo de la audiencia, notarás algunas de las pistas que Aster incluye para prefigurar los eventos por venir. También encontrará simbolismo en la historia, los mismos te invitaran a buscarlos tan pronto te des cuenta de su importancia en la historia. Cada detalle, incluso algo tan aparentemente trivial como un oso de peluche, tiene un propósito y un significado, así que no te sorprendas si te sientes tentado a volver a ver la película para ver todo lo que te has perdido la primera vez. Verla en pantalla grande sería ideal porque su impacto visual y emocional se vería disminuido en una pantalla chica.

 

Acerca del Autor

Ruben Peralta Rigaud

Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.