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Critica a “Transformers: The Last Knight” (2017) de Michael Bay

El choque de civilizaciones está de moda. El choque de mundos es el material preferido de la franquicia "Transformers" sobre la disputa sin fin entre los Autobots y Decepticons. En “Transformers: the Last Knight” usan esta fórmula pero con aproximación historia, lo cual la hace ridícula. Es allí donde entendemos que esta franquicia ya no tiene nada que contar, cayendo en lo repetitivo, aburrido, absurdo y carente de originalidad, algo que está siendo cada año más común dentro de los Blockbusters de verano.

Los problemas en la historia y narrativa, ya eran obvios desde “Revenge of the Fallen”. Crear una película que repitiera la formula de la primera, en donde todo resultaba interesantes, a pesar de ya ser conocido, era lo que se perfilaba a ser explotado en películas subsecuentes. Y es que la saga siguió los caminos del estilo “Bayhem”, con poca importancia a lo que se cuenta, haciendo necesario que algo pase a cada diez minutos para no aburrir a la audiencia, pero al menos en el caso de las Transformers, dicha hipótesis ha sido un fracaso tras otro.

Los creadores de esta última aventura inician con un Stanley Tucci haciendo del mago Merlín, quien 1,600 años atrás era el protector de la nave de los primeros Transformers que llegaron a la tierra. Después de un pedido, los alienígenas ayudan a la cuadra del Rey Arturo a ganar una de las tantas guerras enfrentadas. Tomando esto como referencia, viajamos a un futuro de destrucción.

El mundo está en guerra con los Transfomers. Un par de chicos se adentran en una zona prohibida y allí conocen una niña hispana llamada Izabella (Isabela Moner), la cual los ayuda a salir de problemas… Hollywood cumpliendo su cuota de etnicidad. El inventor y propietario del depósito de chatarra, Cade Yeager (Mark Wahlberg) lucha contra el Estado, con sus unidades paramilitares y aviones no tripulados. Al mismo tiempo, Sir Edmund Burton (Anthony Hopkins), se ve a sí mismo como el salvador de la nueva amenaza latente y decide tomar cartas en el asunto, y la hermosa profesora de Oxford Vivian Wembley (Laura Haddock) va descubriendo poco a poco el pasado de su familia. Claro está, todas estas historias que parecen alejadas una de otra, encuentran los motivos para conocerse, en el tiempo adecuado, al momento perfecto y (por supuesto) con una precisión milimétrica para encausar la historia. Pero cuando esto ocurre, la mayoría del público tiene sus ojos en sus celulares.

Durante los primeros dos tercios de estas 2 horas y media de filme, el director Michael Bay (Bad Boys, Armaggeddon) te presenta todo lo que ya ha mostrado en las películas anteriores de la saga: secuencias de acción fuera de lugar y confusas que se cortan a una manera vertiginosa, retazos de pensamientos que no sujetan juntas a las escenas en lo absoluto, y diálogos a veces tan embarazosos con humor tan inapropiado que resultan molestos, dándole cierto toque caricaturesco a sus personajes “más serios”.

Es notable que el director Bay esta en modo conformista, pues se nota el cansancio y la falta de esmero en su dirección. La película no tiene un solo momento memorable o si quiera, una secuencia espectacular, como al menos vimos en “Dark of the Moon” (La secuencia de el colapso de los edificios). La introducción a esta nueva historia nunca llega a sentirse como una historia coherente. Incluso, las promesas de tener nuevos personajes y mejores secuencias de acción, quedan resguardadas a retazos de películas pasadas. Las transiciones entre escenas se suman a la incoherencia mencionada, ya que los personajes que habían estado en un lugar completamente diferente, aparecen en el lado de los héroes sin explicación alguna. Esto no se debe a que los realizadores contaron con poco tiempo para filmar esta película y esto ocurrió por falta de metraje, esto se debe a que el equipo de productores no está interesado en llenar esos espacios, en responder esas preguntas. Ya hemos pagado la entrada, y sin posibilidad de devolución, ya estamos por nuestra cuenta. Y lo que ellos no piensan, es que el público es el Dios del cine, el que da y quita, el que da poder y derrota, el público no olvida. ¿O sí?

Acerca del Autor

Ruben Peralta Rigaud

Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.