Reseña a "Robot Dreams" de Pablo Berger, presentado en el Festival de Cannes 2023.
Que Berger está locamente enamorado del séptimo arte es algo que se intuye en toda su obra, rebosante de pistas y homenajes cinéfilos: baste decir que en su nuevo trabajo, el consagrado nombre de Dreyer aparece dentro de una nevera. También adora los años ochenta pre-digitales (con sus reproductores de casetes salvavidas y sus vídeos VHS), pero, sobre todo, añora Nueva York, su ciudad adoptiva donde residió durante años y que es donde se desarrolla la acción de Robot Dreams, bueno, allí y en la vecina Coney Island. Se trata de un relato basado en el libro homónimo de Sara Varon y no en la historia homónima de Isaac Asimov, y trata sobre la amistad, junto con todas las manchas oscuras, la fragilidad y los sacrificios que la acompañan.
La trama nos presenta a un perro solitario que, como es costumbre en Japón, compra un juguete que se convertirá en su fiel amigo, pero las circunstancias conspiran para separarlos, aunque la fantasía les ayudará a sobrellevar esta ruptura. Su estilo de ilustración es tan sencillo como su argumento: claro, brillante, sin demasiados adornos, con clase pero a la vez visualmente atractivo, lo que significa que tanto niños como mayores disfrutarán viéndola. Además, la música ha sido especialmente seleccionada, con el clásico discotequero September de Earth, Wind & Fire actuando como MacGuffin para las desventuras de estos personajes tan entrañables.
Las secuencias iniciales, que muestran la melancolía de Dog por la gran ciudad y su alegría desbordante por estar con su nuevo amigo, Robot, son exuberantes, están felices de haber encontrado a alguien especial. La música, anteriormente citada, subraya estas escenas, capturando la euforia de estos amigos y sugiriendo su estimulante futuro juntos. September pronto se convierte en el motivo musical de la película, y el compositor Alfonso de Vilallonga incorpora a veces su melodía en la partitura, como un recordatorio sonoro de la cercanía de Dog y Robot, especialmente cuando ésta se ve amenazada.
Con todo ello, Berger ha construido una película que arranca de forma fantástica, pero que se empantana a mitad de camino y experimenta un peligroso bajón de ritmo antes de su desenlace, ya que algunas de las fantasías que retrata no resultan, al final, lo suficientemente atractivas y originales. Y aunque las referencias animan el espectáculo y el propio director hace un cameo prestando su nombre a una empresa tecnológica, lo que le falta a la odisea emprendida por estos colegas es ímpetu, garra y, sobre todo, emoción.
Robot Dreams es una película de animación llena de poesía y musicalidad. Supone el primer paso en este género de Pablo Berger, que ya ha sido premiado por su trabajo, especialmente con Blancanieves. La historia explora los temas de la amistad, su importancia y su fragilidad, por lo que promete ofrecer a los espectadores, pequeños y mayores, una experiencia emocional conmovedora.
Con una cuidada animación y una historia cautivadora, Robot Dreams transporta a los espectadores a un mundo encantador donde conviven animales y robots, y donde la amistad trasciende las barreras. La dirección de Pablo Berger, combinada con la sensible adaptación de la obra realizada por Sara Varón, promete tocar los corazones e inspirar a grandes y pequeños.
La animación de la Nueva York de los años 80 es brillante y animada sin ser ostentosa, mostrando una Gran Manzana en la que animales de todo tipo deambulan por la existencia. (Las frecuentes tomas del World Trade Center, entonces en pie, son un sombrío eco del tema de la película: la transitoriedad de todo). Puede que Robot Dreams sea sentimental, pero también sabía, ya que resiste la tentación de elaborar el tipo de final feliz que cabría esperar, en su lugar, Berger apuesta por algo más verdadero, volviendo una vez más a September, cuyo significado (al igual que la amistad entre Dog y Robot) cambia a lo largo de la película.
