Hundido
Cuando tenía unos 12 o 13 años vi Requiem for a Dream. Me escondí en la habitación de arriba de mi casa, prendí el viejo televisor que poblaba el cuarto, fui al canal I.Sat y me senté al borde de la cama. Era tarde y nadie me iba a molestar, pero de hacerlo, rápidamente iba a cambiar de sintonía para algún espacio más…familiar. El impacto en ese niño fue muy importante, ya que era la película más cruda, realista y dolorosa que había experimentado. El director de esa película era Darren Aronofsky y casi 20 años después, y cinco películas más tarde, me vuelvo a encontrar con el cineasta en The Whale.
La historia, basada en la obra de teatro homónima de Samuel D. Hunter, cuenta unos días (el lugar y momento parecen ser Idaho en el año 2016, debido a ciertas referencias a la elección norteamericana ganada por Trump) en la vida de Charlie (Brendan Fraser en la que es fácilmente la interpretación más sólida de su carrera), obeso profesor de literatura online que no hace más que comer y moverse de la cama al sillón y viceversa, todo en su humilde morada, de la que no sale jamás. Habitualmente recibe visitas de su enfermera Liz (una sensible Hong Chau), y, de forma particular, su rebelde y cínica hija Ellie (muy madura Sadie Sink), también pasará a ver a su ausente padre en los días que nos cuenta la película.
Darren Aronofsky fue el cineasta más prometedor de su generación. Llamado “el joven Martín Scorsese” por Ellen Burstyn tras Pi y Requiem for a Dream, el cineasta neoyorquino tuvo un pequeño tropezón con The Fountain, peculiar proyecto de pasión del director, que, mezclando ciencia ficción new age con fantasía histórica, tuvo un gran fracaso desde el aspecto financiero. Lejos de asustarse por el traspié, Aronofsky se tomó revancha en 2008 con The Wrestler, largometraje que además de revivir la carrera del malogrado Mickey Rourke como un olvidado ídolo de la lucha libre, logró ganarle al director el codiciado León de Oro en el Festival de Venecia. El éxito lo acompañó en su siguiente creación, el thriller psicológico en el competitivo mundo del ballet Black Swan, que además de ser un taquillazo en todo el mundo, le otorgó a la monumental Natalie Portman el Oscar a Mejor Actriz en 2011. Tras estar en la preproducción de The Wolverine por un tiempo, Aronofsky decide hacer su propio blockbuster, en este caso yéndose al antiguo testamento en 2014 con Noah, extraña adaptación bíblica que, mezclando lo religioso con lo fantástico (como en The Fountain), logró un moderado éxito económico, permitiéndole al cineasta balancearse en esa fina línea entre art house y la épica hollywoodense…hasta que llegó la polémica y controversial mother! en el año 2017, y la estrella de Aronofsky se apagó. Recurrió a A24, una de las productoras más importantes del cine norteamericano moderno, y decidió adaptar otro material de difícil traslado a la gran pantalla: The Whale de Samuel D. Hunter.
Este servidor esperaba con muchas ansias la nueva obra del creador de Pi. Venía con el empuje de la nominación al Oscar de Brendan Fraser y lo cierto es que su performance está entendiblemente ternada. ¿A qué me refiero con esto? El rol es el sueño de un actor para lucirse: un padre ausente, obeso y homosexual, optimista pero profundamente triste, en busca del perdón, el cariño y la redención. La interpretación de Fraser es muy buena, pero no estaría entre mis preferidos del año, si la terna dependiera de mí, por supuesto. Veo mucho más sólida y emotiva a Hong Chau, que con sus 10 minutos compone al personaje más empático de todo el asunto. Es también lamentable que Aronofsky (cineasta talentoso si los hay), no pueda escapar el origen teatral del texto de Hunter, habiendo muy poco del virtuosismo técnico con la cámara que había en Requiem for a Dream o Black Swan. Así mismo, la música de Rob Simonsen es muy irritante en el desarrollo narrativo, subrayando cada momento dramático o emocional, especialmente en la alegoría barata que se vuelve el desenlace del largometraje.
A fin de cuentas...un Aronofsky irreconocible, que termina tan hundido en su patetismo y ridiculez como el personaje titular, en la que es, y con creces, su peor película.