Reseña a "As Bestas" del director Rodrigo Sorogoyen, con Denis Ménochet, Marina Foïs, Luis Zahera, y Diego Anido.
El matrimonio francés de Vincent (Denis Menochet) y Olga (Marina Foïs) se ha instalado en una pequeña aldea del interior de Galicia. Allí quieren descansar los dos. Han visto mucho mundo, su hija está fuera de casa y han ahorrado algo de dinero. Ahora se desea una vida sencilla en el campo. Esta sencilla vida en el campo ha sido la realidad de los hermanos Xan (Luis Zahera) y Lorenzo (Diego Anido) y de toda la comunidad del pueblo desde el principio de sus vidas. Cuando surge la oportunidad de compensar económicamente a todos con la construcción de un parque eólico, las dos partes se enfrentan.
Los vecinos saben muchas cosas unos de otros, voluntaria o involuntariamente. Mucho llega a los oídos del otro, dependiendo de lo gruesas que sean las paredes. Así que los vecinos pueden convertirse rápidamente en los mejores amigos o en los mejores enemigos. Lo bueno de la gran ciudad anónima, al menos, es que hasta cierto punto te da igual. Las molestias se pasan por alto y las quejas quedan sin respuesta. No hay saludos en el pasillo y la gente es reservada. Esto no es posible en la pequeña comunidad pueblerina de As Bestas.
Está claro desde el principio que esta película no tendrá un buen final. La atmósfera de tensión forma parte de la producción en cada escena. No puedes evitar la sensación de que sólo hace falta un poco para que la calma que precede a la tormenta se acabe para siempre. El director y guionista Rodrigo Sorogoyen elige una forma muy interesante de contar la historia del pueblo. El acercamiento a los personajes es muy lento al principio.
Por un lado, el taciturno francés Vincent y, por otro, el irascible español Xan. Son vecinos, pueden ver los patios de los demás y se reúnen en el bar del pueblo. Xan está resentido con Vincent por rechazar la oferta de vender su granja al lobby de los aerogeneradores por un buen dinero. Sólo cuando todas las partes estén de acuerdo se pondrá en marcha el proyecto. A Xan también le irrita que Vincent sea francés.
En sus jactanciosos monólogos se le escapa una y otra vez que no le gusta Francia y que Vincent debería volver allí. A medida que avanza la película, los ataques verbales de Xan se vuelven más duros hasta que finalmente estalla la violencia física.
As Bestas plantea la cuestión de cuánto vale un hogar. Por un lado, está la comunidad de aldeanos de toda la vida, que preferiría disolverse cuanto antes. Nada les retiene en este lugar desierto y la perspectiva de trasladarse a una ciudad más grande parece la promesa de un futuro. La gente que se ha mudado ve las cosas de otra manera. La pareja ha elegido este pueblo como su hogar adoptivo. Disfrutan del estilo de vida mundano y no les interesa el dinero. En este punto, la película empieza a girar y el concepto del bien y del mal queda en suspenso.
El conflicto se desarrolla aún más, la antipatía se convierte en odio hasta que el nivel de escalada llega al punto de ebullición. As bestas mantiene un tono exigente en todo momento, todo un reto cinematográfico. El enfrentamiento entre ambas partes es notablemente complejo. Aunque al principio uno supone saber qué bando está actuando de forma comprensible y empática, en el transcurso de la película se enseña lo contrario. La personalidad de Xan está tan bien dibujada que se produce un cambio de mentalidad. El carácter conservador y rural se roza con el deseo de salir del páramo. El hogar simplemente no le importa a esta persona. Con el paso de los años, el pueblo lo ha perdido todo, Xan y el vecindario son los últimos que quedan.
Al final, son las mujeres las que sufren las consecuencias del conflicto y la película vuelve a cambiar su punto de vista. Son ellas las que siempre siguen adelante y están al lado de sus maridos, pase lo que pase. Marina Foïs, que comienza como una fuerza silenciosa, desarrolla un papel increíblemente secundario. Aunque se nota la diferencia en la narración, no se puede escapar a la tensión creada por este thriller de notable fuerza.
Si es imposible, mientras se ve As bestas, no hacer correr la mente en dirección a Straw Dogs, de Peckinpah, o Deliverance de Boorman, películas en las que la dureza y la barbarie de los lugares penetran profundamente en el alma de los personajes, hasta conducirlos a la derrota que es también triunfo -triunfo de la imagen como única representación legítima de la violencia. Pero la verdadera fuerza de As Bestas reside en la capacidad de Sorogoyen para no ceder al mismo instinto bestial que aqueja a sus personajes: mientras la avalancha avanza, la dirección no se vuelve rapsódica, sino que sigue guardando esa violencia en su interior, negándose a mostrarla o a hacerla montar de forma definitiva e irremediable (y de hecho los vídeos con los que Antoine documenta el rencor cada vez más feroz al que se ve sometido permanecen casi completamente invisibles, y la policía nunca interviene de forma concreta y decisiva). Uno se queda así constantemente en estado de suspense, sin aliento, angustiado por un thriller que reniega de las piedras angulares del género para aniquilar al espectador, agotándolo exactamente como se hace con los caballos salvajes. Entonces, sin entrar en los detalles de la trama, se produce un repentino cambio de ritmo, de perspectiva, de aire. Y Sorogoyen coloca en el centro de la mirada a un personaje que hasta entonces había permanecido en un segundo plano, para mostrar cómo existe un fuera de campo. Siempre hay un fuera de campo, algo que está alejado de la imagen y en lo que no puedes centrarte, o quizás no quieres hacerlo. Sin embargo, en ese campo cada vez más estrecho permanece la violencia, que no puede sino esclerotizarse, hasta llegar a consecuencias extremas. Lección de dirección y narración, As bestas es la consagración definitiva de un director asombroso.
Formar parte de un vecindario armonioso significa aceptar a la gente que te rodea y al mismo tiempo trazar tus propios límites. Aprender unos de otros y convivir unos con otros. Como espectador, te alegras cuando esta película pasa a los títulos de crédito. Lo que has visto hace difícil pensar positivamente sobre la humanidad. A la hora de la verdad, todo el mundo se convierte en una bestia.