Reseña de "Nine Days" con Winston Duke y Zazie Beetz dirigida por Edson Oda.
Un hombre negro de unos cuarenta años mira rostros de diferentes edades en una pared de televisiones de diferentes tamaños a través de registros realizados en videocassettes y se interesa concretamente por una persona.
En un desierto llano donde el amarillo de la arena dialoga con el azul del cielo, pequeñas viviendas están rodeadas por una valla de madera, la más grande es la de Will, el gerente, está formada por un escritorio y habitaciones llenas de taquillas metálicas que contienen los expedientes de los candidatos y ganadores. Will recibe allí a los citados postulantes a intervalos regulares. Son almas en el limbo que quizá esperan convertirse en una persona en la tierra, su carrera de obstáculos duró los nueve días del título. Los miembros del grupo representado son los personajes habituales de este tipo de búsqueda de empleados, el gracioso, el romántico, el joven desilusionado. Will les pide o les da un nombre para el periodo. Algunos acontecimientos son más difíciles.
En el papel de Kyo, el ayudante, Benedict Wong aporta una variación en su juego que contrasta con la seriedad de Will siempre tomada en su trabajo e implicada más directamente en el destino de Amanda, la bella alma que eligió hace casi veinte años y que se ha convertido en una violinista de gran talento. El guion del director Edson Oda teje los distintos hilos de los candidatos con el de la existencia de Amanda. Emma, una candidata diferente, atrevida e independiente, con su tupido peinado afro, destaca entre los demás. Los encuentros entre Winston Duke y Zazie Beetz constituyen una de las joyas de esta película.
Las preguntas existenciales sobre las opciones vitales y los intersticios de la existencia se modulan en este largometraje que permitió a Oda ganar con razón el premio Waldo Salt al mejor guion en el Festival de Sundance de 2020.
Will también prepara para algunos de los aspirantes la recreación de un momento que han vivido o que les gustaría vivir. Este teatro de cámara que emplea medios visuales, táctiles y de otro tipo, amplía de repente la perspectiva de la película en la que la fotografía de Wyatt Garfield juega hábilmente con la luz del día y la oscuridad de la noche. Empleando cámaras de vídeo de última generación para alimentar antiguas pantallas de televisión y reproductores de casetes, Edson Oda ofrece una visión del universo construido de un modo muy preciso. Las cuestiones existenciales sobre las opciones vitales y los intersticios de la existencia se modulan en este largometraje que permitió a Oda ganar con razón el premio Waldo Salt al mejor guion en el Festival de Sundance de 2020.
Hay muchas vidas e historias en juego a lo largo de la película. Puede que gire en torno a Will y su búsqueda de una nueva vida, pero mientras entrevista a las almas que esperan nacer y pasa el resto del tiempo observando a las que han sido elegidas, vemos todas estas existencias diferentes y los distintos personajes. Desde el momento en que las almas llegan a su primera entrevista, sus personalidades se manifiestan, puedes imaginarte el tipo de persona en que se convertiría cada una. Pero es Emma (Zazie Beetz) la que se lleva la palma: la que cuestiona todo, la que no responde a las preguntas de la entrevista como se espera, la que parece pensar fuera de sí misma y del proceso.
El concepto aquí no es necesariamente fácil de entender: un hombre que antes vivía entrevista a personalidades completamente formadas, aparentemente en forma humana adulta, que esperan ser elegidas para nacer en el mundo, sabiendo que, si no son elegidas, simplemente dejarán de existir. Ese es parte del reto de la película: tratar de entender lo que se supone que significa todo esto. Hay que reconocer que la idea puede sonar un poco pretenciosa, pero no hay nada que lo parezca. A medida que te sumerges en la historia, te ayudará a dejar de lado algunas de las dudas y el escepticismo que te pueden frenar al principio, y te encontrarás atrapado en el drama y la belleza y las preguntas que te dejará cuando termine.
Definitivamente, Nine Days no es una película que debe ser vista y no es para todo el mundo. Es silenciosa y deliberada, pero absolutamente hipnotizante, el tipo de película con la que se luchará durante y después de su visionado, y que necesitarás ver más de una vez para comprender mejor esta fascinante historia y lo que tiene que decir.