Entre Manzanas, Bananas y Algunos (Pocos) Chispazos de Genialidad
Annette era una de las películas que más esperaba de este 2021. Viene de la mano de Leos Carax, el cineasta francés (proclamado “el nuevo Godard” allá por inicios de los 90s) de obras como Mauvais Sang, Les Amants du Pont-Neuf o Holy Motors, la última y desafiante película que en el Festival de Cannes de 2012 hizo que Nanni Moretti, el presidente del jurado a cargo de la entrega de galardones, entrara enfurecido en la última reunión, argumentando de forma vehemente que “podía ganar cualquier cosa, menos esa idiotez que es Holy Motors” (finalmente la Palma de Oro fue para Michael Haneke por Amour). Yo tengo que discrepar con Moretti, ya que la quinta película de Carax me parece una de las películas más distintas y estimulantes de la última década.
Guionada por Ron y Russell Mael (la banda conocida como Sparks), Annette es un musical, algo que ya se anuncia en su estupendo número de apertura So May We Start?, con Carax interpretando una especie de productor discográfico mientras Adam Driver, Marion Cotillard, Simon Helberg, los Hermanos Mael, cuatro cantantes de respaldo y unos niños desfilan, marchan y cantan en el estudio y por una calle Californiana. Todo en un esplendoroso y brillante plano secuencia.
Después de esta fantástica introducción, lamentablemente, Annette comienza a trastabillar, y unos 40 o 45 minutos después, la narrativa ya está estancada en lo que es un viaje muy loco, tan fascinante como frustrante. Driver interpreta a Henry McHenry, un comediante de stand-up que se volvió famoso por despreciar a su audiencia mientras cuenta algún que otro chiste. Prepara sus shows boxeando en solitario como Robert de Niro en Raging Bull, mientras fuma y come bananas en su bata verde.
Henry se enamoró de Ann (Marion Cotillard, en un rol que por conflictos de agenda no pudieron interpretar Rooney Mara y Michelle Williams), una delicada cantante de ópera que también tiene un devoto grupo de fans debido a su talento para morir en el escenario. Ann también está enamorada de Henry, un hecho que, por si el espectador se lo pierde, es destacado en el dueto We Love Each Other So Much.
Pero los problemas (para la película y sus protagonistas) comienzan cuando pasamos de la pasión y la feliz convivencia a una pesadilla de desconfianza y miedo primitivo, uno de los temas principales en el stand-up de Henry, en los que continuamente puede descargar su ira animalística (lo cual concuerda con su nombre teatral, Simio de Dios). Y más tarde, para complicar aún más el asunto, aparece Baby Annette, la hija-marioneta de Henry y Ann, que sinceramente, es uno de los elementos menos interesantes de la película, en mi opinión.
Pocos directores tienen el talento y la sensibilidad para escenificar belleza, terror y surrealismo, pero Carax es uno de ellos. Muchos momentos de Annette, son memorables (hay otro prodigioso plano secuencia alrededor del personaje de Simon Helberg por la mitad del asunto), pero no agregan mucho en el curso de una historia que habla del sexo, la muerte, los espectadores, la cultura y fama de las celebridades, las políticas de género o la pureza artística.
Pero si hay un problema importante para el disfrute, creo yo, de Annette, es que las composiciones de los Sparks (sacando los dos números mencionados y un interesante dueto sobre el final), son poco pegadizas y armoniosas, habitualmente siendo muy monótonas y repetitivas, lo cual termina siendo muy decepcionante.
Es una película de 140 minutos con destellos de brillantez, pero que lamentablemente termina siendo frustrante en su desarrollo.