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Critica de «A Quiet Place» (2018) de John Krasinski

En la secuencia de apertura vemos como una familia, descalzos, se mueven a través de una tienda abandonada, situada en medio de un pueblo fantasma, introduciéndonos a la inquietud escatológica que durante la siguiente hora y media la pelicula nos mostrará, con una implacable batalla de supervivencia dentro de un silencio sepulcral. Un movimiento furtivo, un resbalón, un grito de pánico o dolor firmarían la sentencia de muerte de la familia Abbott. Los invasores extraterrestres, que han estado en la Tierra durante 89 días, resultan extremadamente agresivos y sensibles a cualquier tipo de ruido. Incluso el más leve susurro será castigado con la muerte inmediata, lo que hace que la supervivencia sea posible solo con una disciplina absoluta.

Para su tercera película como director, John Krasinski "The Hollars, 2016) eligió una premisa emocionante y la reunió con sus coautores Bryan Woods y Scott Beck (Nightlight) para darle forma. Las reglas son simples y rápidas de explicar: quien hace ruido, se muere. Aquellos que se limitan a no hacer ruido tienen la oportunidad de experimentar el próximo amanecer. Para Evelyn (Emily Blunt) y su esposo Lee (John Krasinski) la disciplina es muy valiosa, ya que han pagado un alto precio por esto. Ella está embarazada, lo cual presenta numerosos desafíos, especialmente en combinación con sus hijos Regan (Millicent Simmonds) y Marcus (Noah Jupe). Estos fueron testigos de una desgracia familiar y su miedo por estas criaturas roza el pánico. Retirados en una pequeña granja, la familia ejerce sus quehaceres en silencio y se comunica exclusivamente por medio del lenguaje de señas.

“A Quiet Place” nos envuelve rápido y se alimenta del elemento de la incertidumbre. Los seres extraterrestres se mueven tan rápido a través de la imagen que es extremadamente difícil tanto para los personajes como para nosotros, los espectadores, distinguir la forma aproximada de las criaturas. En marcado contraste, John Krasinski muestra las consecuencias de sus masacres, que perturban bastante y evocan una constante sensación de inseguridad. Esto está alimentado por el hecho de que el hombre no puede deshacerse de todos los sonidos que deliberadamente e involuntariamente hace. En algunas circunstancias, incluso el latido del pulso puede convertirse en una calamidad traidora y provocar la muerte, aunque simbolice exactamente lo contrario.

La pelicula no se intimida, pero pone a prueba los límites. La figura de Emily Blunt resulta ser muy especial, sus gestos y expresiones faciales resultan sumamente importantes en la narrativa, principalmente a través de su embarazo, lo que representa un riesgo increíble en términos de la atmosfera establecida, casi insensato en términos de supervivencia. Pero Evelyn es una luchadora y no quiere ser oprimida por el peligro inminente, aunque esta decisión trae consigo una enorme cantidad de tensiones físicas y psicológicas.

Es un poco ambigua la decisión de darle a “A Quiet Place” una profundidad emocional. Como si los creadores no se hubieran atrevido a confiar completamente en el escenario real, combinan el horror con un drama familiar en toda regla. La parte media de la película ya casi no trata de la amenaza, sino de los conflictos dentro del cuarteto. Una vez más, esto no es inusual en el ámbito de muchas películas post-apocalípticas, que cuentan cómo las personas en tales situaciones se llevan bien entre sí.

La banda sonora de Marco Beltrami ("I Robot", "War World Z") no debería ser demasiado criticada en este punto, después de todo, actúa como uno de los muchos idiomas de la película. Desacertado, sin embargo, es el uso de sus composiciones con poco juicio. En los momentos finales roba la posibilidad de que algunas escenas fueran influenciadas por sus partituras, obviando la propuesta inicial del silencio. Y es una pena, porque la película sabe cómo manejar su concepto de manera muy efectiva, que consiste principalmente en restricciones. Cuando un clímax dramático sigue al otro a un ritmo impresionante, algunos de los giros parecen un poco apresurados, si no forzados. Los ritmos del género van un poco a expensas de la atmósfera, e incluso los monstruos, quienes resultan aterradores cuando son dejados a la imaginación del espectador, resultan decepcionantes al conocerlos. Entonces, el círculo se cierra nuevamente al tema general del silencio y no a la (no) audición.

Lo que John Krasinski crea es un dominio de su producción de forma extraordinaria, es una sensación constante de tensión que surge especialmente a través de los distintos lugares donde los protagonistas habitan. Nos volvemos participantes inertes de los normales quehaceres del día, siendo incluso más cuidadosos que los mismos protagonistas, es hasta gracioso. Para salvarse unos a otros, los personajes mismos deben ponerse en peligro. Esto requiere una gran cantidad de valor y también trae preguntas con respecto a la eficiencia y la fiabilidad de las tácticas de distracción que estos ejercen.  Aun los espectadores expertos en terror tendrán el reto de ver que tan lejos pueden llegar dentro de un silencio que es villano.

“A Quiet Place” hace el raro acto de equilibrio de calidad y creatividad, conteniendo algunos momentos maravillosos y recompensando nuestros nervios con unas extraordinarias tensión y actuaciones; y todo sin muchas palabras.

Acerca del Autor

Ruben Peralta Rigaud

Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.