domingo, mayo 18, 2025
spot_imgspot_img

Los 5 mejores de esta semana

spot_img

Related Posts

Cannes 2025: ‘Dossier 137’ de Dominik Moll — Las imágenes no mienten… ¿o sí?.

Hay películas que buscan respuestas, y otras que se aferran a las preguntas. Dossier 137, el más reciente largometraje del cineasta franco-alemán Dominik Moll, pertenece al segundo grupo. Su fuerza no radica en el suspense de una investigación criminal ni en la sorpresa de una resolución inesperada, sino en el eco inquietante que dejan las preguntas que no pueden —o no quieren— ser contestadas. ¿Por qué se odia a la policía? ¿Qué valor tiene la justicia cuando el sistema la devora desde adentro? ¿Qué se hace con la verdad cuando solo sirve para confirmar la impunidad?

Inspirada en un caso real ocurrido durante las protestas de los “chalecos amarillos” en París en 2018, la cinta se ancla en la figura de Stéphanie Bertrand (Léa Drucker), agente de la IGPN —la temida “policía de la policía”— encargada de investigar la conducta de sus propios colegas. No hay mayor herejía en la fraternidad policial que poner en tela de juicio el accionar de los propios. Por eso, Stéphanie es una paria con placa, una inspectora que causa más incomodidad que respeto en los pasillos uniformados, pero que sigue adelante, impulsada por un sentido ético que no necesita adornarse de discursos grandilocuentes.

La historia comienza un año después del 1 de diciembre de 2018, noche emblemática en la que manifestaciones ciudadanas contra el aumento del combustible terminaron en enfrentamientos violentos, con decenas de heridos, entre ellos Guillaume, un adolescente que recibió un disparo de bala de goma en la cabeza. Su madre, Joëlle (Sandra Columbo), desesperada por saber quién fue el responsable, acude a la IGPN. Es ahí cuando Stéphanie, al descubrir que ambas comparten raíces en el mismo suburbio parisino, convierte el caso —el “Dossier 137”— en algo más que una simple carpeta entre otras.

El cine de Dominik Moll suele moverse en la frontera entre el rigor formal y la perturbación moral. En Dossier 137, este equilibrio se materializa en una puesta en escena sobria, casi burocrática, que se ve interrumpida por irrupciones visuales que multiplican las perspectivas: imágenes de archivo, grabaciones de celulares, cámaras de vigilancia, mapas digitales. Este collage de dispositivos no es un adorno posmoderno, sino la encarnación misma del conflicto: en un mundo saturado de imágenes, ¿cuál de ellas refleja la verdad? ¿Y quién tiene derecho a decidirlo?

En este sentido, la película se convierte en una meditación sobre la función del ojo institucional y la del ojo ciudadano. Mientras Stéphanie revisa y cruza ángulos de cámaras, informes y testimonios, la película nos recuerda que incluso la supuesta “objetividad” del video puede ser moldeada, editada, descontextualizada. Lo que vemos no siempre es lo que ocurrió, y lo que ocurrió rara vez importa tanto como el relato que se impone.

Léa Drucker, en una actuación contenida pero profundamente humana, sostiene la película con un aplomo que evita cualquier tentación de heroísmo. Su Stéphanie no es una justiciera ni una mártir, sino una profesional competente y solitaria, rodeada de un sistema que le exige resolver sin incomodar. Su humanidad se filtra en pequeños gestos: una cena con su hijo adolescente que no entiende ni respeta su trabajo, una conversación seca con sus padres, una escena encantadora —y simbólicamente obvia— donde rescata un gatito sucio y lo limpia guiándose por un tutorial de YouTube. Stéphanie lava, limpia, restaura… pero nunca podrá reparar el daño que investiga.

Uno de los grandes aciertos del guion de Moll y Gilles Marchand es precisamente su negativa a dramatizar en exceso. La reconstrucción de los hechos avanza de forma metódica, casi fría, con un lenguaje técnico y procedural que refleja tanto la seriedad del proceso como su naturaleza laberíntica. Cada testimonio es una pieza que se une al rompecabezas, pero cada pieza también pone en duda el marco mismo del juego. ¿Es este un caso aislado o un síntoma más de una estructura podrida? La respuesta, aunque implícita, no se formula nunca con contundencia. Porque la verdad, en Dossier 137, es menos importante que su (in)utilidad práctica.

En este mar de sobriedad, algunos momentos destacan por su tensión moral y dramática. La escena entre Stéphanie y Alicia (Guslagie Malanda), una trabajadora doméstica que podría tener la clave del caso, se convierte en un duelo silencioso donde la desconfianza y la rabia afloran bajo una aparente cortesía. Malanda, recordada por su desgarradora presencia en Saint Omer, aporta una dosis de intensidad que la película agradece y que permite al espectador vislumbrar el abismo emocional que se esconde detrás de tantos expedientes.

La fuerza de Dossier 137 reside también en su forma de abordar el trauma no como espectáculo, sino como residuo. Guillaume, la víctima, apenas aparece. Pero su ausencia —su estado vegetativo tras la agresión— lo convierte en el núcleo moral del filme. El cuerpo herido es la prueba viviente de una violencia que se niega a ser nombrada, porque hacerlo implicaría desmontar toda una estructura de poder. El montaje, por momentos milimétrico, juega con la simultaneidad de puntos de vista y permite que el relato nunca se sienta unilateral. Moll no está interesado en un relato tranquilizador; prefiere dejar al espectador sumido en la ambigüedad.

El último tercio del film añade una nota amarga. Cuando Stéphanie finalmente resuelve el caso, identifica al culpable, reconstruye los hechos y presenta su informe… lo único que recibe es una pregunta demoledora: “Hiciste muy bien tu trabajo, pero… ¿para qué sirve tu trabajo?” Es una pregunta que resuena como el golpe final. Porque lo que se pone en tela de juicio no es el caso en sí, sino el sistema que absorbe la verdad, la digiere y la desecha cuando ya no le resulta útil.

Dossier 137 es cine político en su forma más esencial: no panfletario, sino analítico; no emocional, sino ético. No ofrece respuestas fáciles, pero nos obliga a mirar, incluso cuando mirar duele. Al igual que su protagonista, que ve videos de gatos para desconectar, el espectador podría desear evadir la realidad que la película retrata. Pero Moll no permite ese lujo. Su película es una llamada de atención, una advertencia: la violencia estructural no es una excepción, es el sistema operativo. Y mientras sigamos creyendo lo contrario, seguiremos preguntándonos por qué todo el mundo odia a la policía.

Ruben Peralta Rigaud
Ruben Peralta Rigaudhttps://cocalecas.net
Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Artículos Populares