viernes, mayo 16, 2025
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Cannes 2025: Crítica de “Partir un jour” (2025) de Amélie Denoît.

Pelicula de apertura del Festival de Cannes 2025

En la ceremonia de apertura del Festival de Cannes 2025, lejos de las superproducciones hollywoodenses o las apuestas provocadoras habituales, Amélie Bonnin presentó su ópera prima Partir un jour, una película que, como sus personajes, avanza con timidez pero firmeza hacia el corazón del espectador. Basada en su exitoso cortometraje homónimo de 2021, este primer largometraje se inscribe dentro de una tendencia cada vez más visible en el cine francés contemporáneo: historias íntimas, impregnadas de ternura, que buscan devolverle a lo cotidiano una dignidad emocional.

Pero Partir un jour no es solo un ejercicio de nostalgia. Es una comedia musical silenciosa, melancólica, anclada en los afectos. No hay grandes coreografías ni despliegues visuales. Aquí, se canta desde el alma, a veces en un vehiculo, a veces en la cocina de un restaurante de carretera. Y cuando se canta, lo que resuena no es solo una melodía conocida del pop francés, sino una historia de reconciliación con el pasado, con los padres, con el territorio, y consigo mismo.

La protagonista, Cécile (Juliette Armanet), es una chef parisina a punto de abrir su propio restaurante de alta gama. Su vida parece perfectamente enmarcada en el relato del éxito moderno. Pero una llamada de emergencia —su padre ha sufrido un infarto— la obliga a regresar al pueblo de su infancia, en la región del Gran Este francés. Allí la esperan el restaurante familiar, ese “routier” de obreros y camioneros con mantel de plástico, los silencios de una madre resignada, los recuerdos suspendidos en las paredes de la cocina, y sobre todo, una versión olvidada de sí misma.

En ese regreso, Cécile se encuentra también con Raphaël (Bastien Bouillon), un antiguo amor que representa lo que pudo haber sido. Pero la película nunca dramatiza esa tensión romántica. La relación entre ambos no busca revivir pasiones, sino reconectar desde la ternura, desde una complicidad que envejeció bien.

El mayor acierto de Bonnin es la manera en que utiliza la música popular como vehículo emocional y como herramienta narrativa. Partir un jour no es un musical tradicional. No hay números musicales que detengan la acción ni personajes que irrumpa en canción para avanzar la trama. En cambio, las canciones —desde el hit nostálgico de 2Be3 que da título al film, hasta otros himnos del pop francés— emergen de forma natural, como lo harían en la vida cotidiana: en la radio del coche, en una sobremesa familiar, en una noche borracha en el karaoke.

Juliette Armanet, cantante y compositora en la vida real, interpreta a Cécile con una mezcla de vulnerabilidad y contención que es esencial para que la propuesta funcione. No sobreactúa ni recarga las escenas musicales. Las vive. Canta como quien recuerda. Canta como quien pide perdón. Y en ese gesto reside la poética del film.

Bonnin, como directora, logra que cada canción cargue un significado simbólico. No están allí sólo por su pegajosidad o por apelar a la nostalgia millennial, sino porque operan como cápsulas de tiempo. Hay algo profundamente francés —y profundamente humano— en esa manera de convertir la cultura pop en un archivo emocional.

Partir un jour podría haberse limitado a ser una comedia romántica simpática, una feel-good movie para nostálgicos. Pero Bonnin va más allá. Su mirada es política sin necesidad de consignas: hay una Francia olvidada que aparece en pantalla —la de las zonas rurales, la de los restaurantes de paso, la de las historias modestas— y que raramente tiene protagonismo en las narrativas contemporáneas. El retorno de Cécile no es solo personal, también es simbólico: es el regreso a una clase social, a un paisaje, a una lengua emocional.

El padre de Cécile, interpretado con ternura y humor por François Rollin, representa una generación que resiste sin aspavientos. Y el restaurante familiar, con sus rutinas y clientela fiel, se convierte en un microcosmos del país. En lugar de enfrentarlos con cinismo o ironía, Bonnin los filma con respeto y cariño. Su cine se parece al de Agnès Jaoui o a ciertas películas de Éric Rohmer: atento a los matices, respetuoso con sus personajes, siempre dispuesto a escuchar.

Visualmente, Bonnin adopta una puesta en escena sobria y contenida. Los encuadres son precisos, sin ser rígidos; la cámara observa más que enfatiza. El diseño de producción apuesta por lo realista: cocinas iluminadas por fluorescentes, plazas de pueblo medio vacías, y cielos nublados. Es un cine que se alimenta de la observación más que del espectáculo, de lo sensorial más que de lo explícito.

La emoción surge, entonces, de los gestos mínimos: un padre que intenta cortarse la comida solo; una hija que lava los platos en silencio; un antiguo novio que pone una canción en el coche para evitar hablar. En todos esos momentos, la película brilla con una calidez que no necesita subrayados. Lo que se cuenta está ahí, en lo que no se dice.

Partir un jour no es una gran película, sino una obra “ligera”, que se acerca más al lenguaje de la publicidad que al del gran cine. Y aunque ese juicio pueda tener algo de razón en lo formal, parece pasar por alto el verdadero valor de la propuesta.

La ligereza puede ser, también, una forma de resistencia. En un mundo donde todo exige cinismo o impacto, una película que se atreve a hablar del amor familiar, del arraigo y de la ternura sin temor al ridículo, merece ser celebrada. Partir un jour no quiere ser una obra maestra. Quiere ser un refugio.

Partir un jour es un abrazo cinematográfico. Un film que no necesita alzar la voz para ser escuchado. Amélie Bonnin firma una ópera prima sensible, melódica y profundamente afectiva. Su apuesta por un musical sin estridencias, donde la canción se convierte en memoria compartida, nos recuerda que el cine también puede sanar, reconciliar, y acompañar.

En tiempos de ruido, su susurro es un acto de valentía.

Ruben Peralta Rigaud
Ruben Peralta Rigaudhttps://cocalecas.net
Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.

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