martes, mayo 27, 2025

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Critica de ‘Lilo and Stitch’ (2025) de Dean Fleischer Camp.

Reseña a la nueva live action de Disney basado en la pelicula animada del 2002.

Disney ha convertido en una costumbre —a veces agridulce— la readaptación de sus clásicos animados a versiones de acción real. Y aunque algunos experimentos se han sentido como ejercicios corporativos desalmados (El Rey León, Pinocho), otros, como el entrañable Lilo & Stitch de Dean Fleischer Camp, consiguen un equilibrio inusual: preservar la anarquía emocional del original de 2002 y al mismo tiempo ofrecer una lectura conmovedora, fresca y, por momentos, incluso perturbadora.

Esta nueva versión, ambientada en una Hawái que mezcla lo mágico con lo marginal, retoma la historia original con una fidelidad estructural notable, pero con un tono que permite explorar con mayor crudeza los matices emocionales. Tras la trágica muerte de sus padres, Lilo (una extraordinaria Maia Kealoha) vive con su hermana Nani (Sydney Agudong), quien debe asumir de golpe las responsabilidades de la adultez. Ambas luchan por mantener la unidad familiar, en medio del acecho de los servicios sociales y la llegada de Stitch, un experimento alienígena escapado de su planeta natal y confundido inicialmente con un perro.

Lo que en otras manos podría haber sido un festival de CGI sin alma, en las de Fleischer Camp —ya aclamado por su delicado Marcel the Shell with Shoes On— se convierte en un experimento de fusión entre lo real y lo caricaturesco. Stitch, animado pero tangible, mantiene su cualidad de caos desatado, y sin embargo, el vínculo que establece con Lilo no se siente forzado ni artificioso. El director entiende que el alma de Lilo & Stitch está en sus contradicciones: en que la disfuncionalidad puede ser amorosa, en que la familia puede no ser perfecta, pero aún así merece la pena.

El guión de Chris Kekaniokalani Bright y Mike Van Waes pone especial énfasis en los traumas generacionales y las cicatrices invisibles. La película no suaviza del todo las aristas de la versión original, pero sí modula su intensidad: los conflictos familiares son menos violentos, los enfrentamientos más medidos. Esto puede hacer que la película parezca algo más dócil, pero a cambio permite una aproximación más empática y cercana para las nuevas generaciones de espectadores.

Maia Kealoha se roba la pantalla como una Lilo compleja y contradictoria: agresiva, incomprendida, pero profundamente herida. La joven actriz evita el cliché de la niña “graciosa y lista”, y construye un personaje tan lleno de furia como de ternura. Frente a ella, Stitch —con voz de Chris Sanders una vez más— es una criatura de pura energía: gamberro, impredecible, pero también desesperadamente necesitado de pertenecer.

El elenco secundario ofrece algunos aciertos notables: Courtney B. Vance como el agente Cobra Bubbles aporta una mezcla de autoridad y calidez inesperada, mientras que Zach Galifianakis y Billy Magnussen, como los alienígenas Jumba y Pleakley, aportan la cuota justa de comedia absurda. El uso de actores reales para interpretar a personajes originalmente animados (con disfraces y efectos prácticos) otorga a la película una sensación de rareza que, lejos de ser un defecto, la convierte en algo singular dentro del universo Disney.

Visualmente, la película abraza su origen animado sin caer en la trampa del hiperrealismo. Las primeras escenas espaciales parecen sacadas de una animación retro; los colores, los planos, la edición —todo apunta a una estética a medio camino entre la fábula y el realismo tropical. A diferencia de otros remakes de Disney, Lilo & Stitch no busca lucir “realista”, sino “auténtico”.

Si bien el filme reduce la dosis de Elvis Presley y opta por una banda sonora más contemporánea y funcional, no pierde su vibra rebelde. Hay escenas que homenajean con cariño al western o al slapstick, y que equilibran el drama con comedia física accesible para niños. Sin embargo, los adultos encontrarán mucho por descifrar: la crítica a las instituciones, el postcolonialismo hawaiano o la noción de que el dolor no necesita ser “resuelto” para ser compartido.

Quizás su mayor virtud sea que no cae en la trampa de glorificar a la familia tradicional. Al contrario, Lilo & Stitch se atreve a mostrar que las familias pueden ser rotas, incompletas, improvisadas… y aún así ser profundamente válidas. La palabra “ohana”, que significa familia en hawaiano, es el verdadero centro emocional de la historia. Y en una época donde el cine familiar suele evitar riesgos, este remake recuerda que ser fiel al espíritu de una obra no significa replicarla cuadro por cuadro, sino reimaginarla con honestidad.


Lilo & Stitch (2025) es una rara avis entre los remakes de Disney: una película visualmente encantadora, emocionalmente sincera y lo suficientemente irreverente como para no diluir la magia del original. Aunque algunas aristas han sido suavizadas y ciertos momentos podrían haber arriesgado más, el filme se sostiene por el poderoso vínculo entre sus protagonistas, el balance entre caos y corazón, y una puesta en escena que apuesta por el alma antes que por el espectáculo.

Ruben Peralta Rigaud
Ruben Peralta Rigaudhttps://cocalecas.net
Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.

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