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Cannes 2025: Exit 8, de Genki Kawamura – El bucle del miedo cotidiano.

La claustrofobia y la repetición pueden ser conceptos abstractos hasta que uno los vive. Con Exit 8, el director Genki Kawamura logra materializarlos en un filme que, partiendo de un videojuego japonés independiente, se transforma en una de las experiencias cinematográficas más inquietantes del Festival de Cannes 2025. En su debut en la sección de Proyecciones de Medianoche, esta adaptación minimalista y cerebral convirtió un juego de culto en una reflexión obsesiva sobre la ansiedad moderna, la rutina sin sentido y el peso de las decisiones no tomadas.

La trama, deliberadamente simple, se sitúa en un pasillo de metro sin fin, un espacio sin ventanas ni relojes, solo luces frías y anuncios indistinguibles. Kazunari Ninomiya interpreta al protagonista —un hombre sin nombre atrapado en este bucle— que debe caminar sin cesar, observando cuidadosamente su entorno para detectar “anomalías”. Si se equivoca, si ignora una señal, si actúa de manera incorrecta, el pasillo lo reinicia y debe comenzar desde el principio. Esa mecánica, tomada directamente del videojuego The Exit 8 de Kotake Create, es traducida por Kawamura en lenguaje cinematográfico con una destreza visual sorprendente.

La película evoca desde sus primeras escenas la rutina kafkiana de The Platform o el encierro geométrico de Cube, pero se diferencia por su tono introspectivo y su estilización estética. Aquí no hay monstruos visibles ni jumpscares gratuitos: el horror es existencial. Cada repetición revela pequeñas grietas en la mente del protagonista, y cada pasillo nuevo es idéntico al anterior pero más perturbador. Kawamura dirige con precisión quirúrgica, haciendo que cada variación —una sombra mal ubicada, un espejo torcido, un hombre que no parpadea— se sienta como una amenaza.

La actuación de Ninomiya es central para que el filme funcione. Con gestos contenidos y una mirada que va del desconcierto al pánico, el actor construye un personaje cuya cordura se va desmoronando lentamente. No hay diálogos más allá de susurros internos, ni música dramática que guíe las emociones: solo los ecos de los pasos y el zumbido tenue del aire acondicionado de la estación, elementos sonoros que se vuelven tan familiares como opresivos.

Más allá del suspenso, Exit 8 es también un drama íntimo. A medida que avanzamos en este bucle sin salida, descubrimos que el protagonista está escapando de una realidad aún más aterradora: la paternidad. En fragmentos de audio o recuerdos insinuados, entendemos que abandonó a su familia tras enterarse de que sería padre. El pasillo se convierte así en un purgatorio simbólico, donde el castigo no es el encierro físico, sino la imposibilidad de avanzar hasta asumir la responsabilidad emocional.

Visualmente, Exit 8 se construye con una estética austera pero elegante. El diseño de producción convierte lo mundano —bancas de plástico, señalizaciones de salida, puertas de emergencia— en elementos de pesadilla. La cámara, muchas veces en primera persona, crea una inmersión total que hace sentir al espectador tan atrapado como el protagonista. El diseño sonoro, sutil y meticuloso, es uno de los grandes aciertos del filme: cada chirrido, cada respiración, cada clic del botón de emergencia suma tensión.

Sin embargo, el filme no está exento de riesgos. Su propuesta narrativa puede sentirse repetitiva o incluso frustrante para quienes buscan una progresión más convencional. La falta de exposición deliberada y la naturaleza simbólica de los eventos puede dejar a algunos espectadores en el limbo de la interpretación. Pero esa es precisamente la intención: como en el videojuego, la experiencia está diseñada para ser introspectiva, ambigua y profundamente personal.

Exit 8 no es solo una gran adaptación de un videojuego —probablemente la mejor en años—, sino también una exploración artística sobre la ansiedad contemporánea, la evasión emocional y los laberintos mentales en los que todos hemos estado atrapados alguna vez. Genki Kawamura ofrece una obra que parece pequeña en escala, pero cuyo eco resuena mucho después de salir del cine. Una odisea minimalista que convierte la rutina en una forma de horror y que nos recuerda, con precisión y angustia, que el verdadero infierno puede estar en no saber cómo escapar de nosotros mismos.

Ruben Peralta Rigaud
Ruben Peralta Rigaudhttps://cocalecas.net
Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.

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