Reseña: Rebirth: Home Sweet Home — Cuando el terror se encuentra con el turismo y los píxeles
El cine de terror, cuando se lo toma en serio, tiene la capacidad de ofrecernos una mirada más profunda a nuestras ansiedades contemporáneas. Pero a veces, también puede ser una excusa entretenida para liberar una avalancha de efectos visuales, posesiones demoníacas, y caos urbano con espíritu de blockbuster internacional. Rebirth: Home Sweet Home, dirigida por Surapong Ploensang y producida por Dean Altit, se sitúa justo en el medio de ese espectro: un híbrido entre horror sobrenatural, cine de acción, y un inesperado comercial de turismo tailandés.
Inspirada en el videojuego tailandés Home Sweet Home, la película tiene una premisa básica pero eficaz. Jake (William Moseley, sí, aquel Peter de Las Crónicas de Narnia, ahora reconvertido en un rudo policía norteamericano de mandíbula cuadrada) llega a Bangkok con su esposa tailandesa Prang (Urassaya Sperbund) y su adorable hija Loo (Akeira Hadden). El plan: unas vacaciones familiares tranquilas para visitar a la madre de Prang. El problema: un demonio ha decidido cruzar desde el inframundo hacia la Tierra… y su portal se encuentra justo en Bangkok. Lo que comienza como un viaje familiar se transforma rápidamente en una lucha desesperada por sobrevivir a una posesión masiva que convierte a medio Bangkok en zombis furiosos al servicio de una entidad infernal.
El primer acto de la película, sin embargo, sorprende por su ritmo pausado. Más que establecer tensión, dedica una cantidad considerable de tiempo a mostrar a la familia explorando templos, mercados, paseos en barco y otras atracciones locales. Es difícil no pensar que parte del presupuesto de la película vino con condiciones de promoción turística, y aunque los paisajes urbanos son atractivos, estas escenas diluyen la atmósfera que uno espera de una cinta de terror. La cámara parece más interesada en capturar la belleza de los sitios históricos que en construir un crescendo de tensión.
Todo cambia cuando Jake, en una escena absurda pero divertida, intenta matar al villano poseído Mek (interpretado con una mezcla de intensidad y humor involuntario por Michele Morrone) en un centro comercial. A partir de ese momento, la película pisa el acelerador y no se detiene: hordas de ciudadanos poseídos comienzan a atacar, la ciudad entra en un colapso apocalíptico, y la familia es separada. Jake emprende una búsqueda desesperada mientras Prang y Loo cruzan la ciudad en un autobús urbano, intentando evitar la carnicería.
El caos es servido con generosas dosis de CGI, especialmente cuando aparece un gigantesco demonio en llamas que camina torpemente por el paisaje urbano como una versión digital y oriental del Gólem. El diseño de la criatura, aunque ambicioso, peca de lo que muchas producciones similares sufren: sobreuso de efectos visuales sin peso real. La criatura es más impresionante por su tamaño que por su presencia, y aunque su aparición promete un clímax épico, la resolución es tan disparatada como previsible.
El mayor problema de Rebirth: Home Sweet Home es su tono desigual. Por momentos, parece que intenta emular el terror folclórico asiático con respeto (como lo han hecho películas como Shutter o The Wailing), pero rápidamente se desliza hacia el espectáculo hollywoodense más convencional, incluyendo secuencias de acción exageradas, diálogos planos y una falta de verdadera amenaza. Hay ideas interesantes flotando —como la incorporación de elementos espirituales tailandeses y un monje novato que ayuda a Jake en su travesía—, pero nunca terminan de desarrollarse con profundidad o coherencia.
A pesar de sus defectos, la película tiene momentos de entretenimiento honesto. William Moseley cumple como héroe de acción, aunque su personaje carece de matices. Urassaya Sperbund, por su parte, aporta algo de alma a su papel de madre corajuda, y Akeira Hadden tiene una presencia entrañable como la hija atrapada en medio del caos. Michele Morrone, como Mek, se roba varias escenas con una interpretación que alterna entre lo amenazante y lo caricaturesco, convirtiéndolo en un villano más memorable de lo que el guion permite.
La dirección de Surapong Ploensang demuestra eficiencia técnica, pero no logra establecer una identidad clara para la película. A ratos se siente como una cinta de desastres, en otros momentos como una adaptación de videojuego con set pieces preprogramadas. Y es justo ahí donde Rebirth: Home Sweet Home pierde fuerza: se nota el esfuerzo por equilibrar el contenido local con un enfoque global, pero termina siendo demasiado genérica para destacarse en uno u otro campo.
Lo más rescatable es quizás su ambición. No muchas películas tailandesas de terror tienen esta escala internacional ni la mezcla de talentos locales e internacionales. La presencia de actores conocidos por públicos occidentales sugiere un intento claro de expansión global, y el hecho de que esté basada en una franquicia de videojuegos popular puede atraer a un público nicho.
En última instancia, Rebirth: Home Sweet Home es una experiencia irregular pero curiosa. No es una gran película de terror, ni una gran adaptación de videojuego, pero tiene un valor innegable como experimento híbrido y puente cultural. Para algunos, será una propuesta excéntrica y olvidable; para otros, una introducción visualmente intensa al folclore espiritual tailandés con ambiciones hollywoodenses. En cualquier caso, es difícil negar que ver a un demonio en llamas pasearse por Bangkok mientras una familia intenta reencontrarse en medio del caos… tiene su peculiar encanto.