Series TV Colaboradores

Sobre Adolescence (2025)

Juan Manuel Fábregas

Smells Like Teen Spirit

Alfred Hitchcock hubiera adorado Adolescence, la nueva miniserie de Netflix que acaba de estrenarse en la plataforma. Primero, por su conocido desdén hacia los niños («Odio a las mujeres embarazadas, porque entonces tienen hijos») y si hay algo que está por todos lados en esta historia, es la maldad de una juventud cada vez más descerebrada y violenta. Segundo, porque si bien el crimen que da motor a la narrativa parece importantísimo a primera vista (y es uno de los grandes temas en el tapete de nuestra sociedad moderna), dicho evento no deja de ser un mero MacGuffin. Tercero, y más importante, es la forma de esta miniserie. Adolescence cuenta con cuatro capítulos de una hora, apróximadamente, y todos están presentados en un plano secuencia sin cortes aparentes. Para el genial y vital teórico francés André Bazin (padre de la Nouvelle Vague), al mantener la continuidad del espacio y el tiempo con un plano secuencia, el cine (o en este caso, la TV) puede capturar la realidad de un modo que ningún otro arte puede. Llegar donde ni la novela ni el teatro. Ahí están como grandes ejemplos, las aperturas de Touch of Evil, The Player y Boogie Nights, la pelea en el pasillo de Old Boy o la totalidad de Russkij kovcheg de Sokurov. Pero el primero que intentó todo este juego fue (por supuesto) Don Alfredo, ahí por 1948, con la experimental Rope, que si bien sigue sin ser una de sus mejores películas, demostró las capacidades técnicas y narrativas que Hitchcock podía lograr en una obra a la que no le dio mucha importancia. Fue, es y seguirá siendo el más grande de todos, pese a quien le pese.

Pero volvamos a Adolescence. Cómo no deseo develar nada de la trama, más allá de que existe un crimen, como dije anteriormente, solo voy a agregar que la miniserie toca varios de los tópicos que dominan la opinión pública de la actualidad: las redes sociales como cloacas de lo más asqueroso de la humanidad, dónde un emoji puede ser la diferencia entre la vida y la muerte; el resurgimiento de la misoginia, sobretodo vinculado al fenómeno incel; las nuevas masculinidades (tanto tóxicas como positivas); pero sobretodo, la narrativa va de cómo estas cosas se vinculan con lo que le da título a la cuestión: la adolescencia.

Desde lo actoral, solo se pueden decir superlativos. Stephen Graham (co-guionista y co-creador de la miniserie), finalmente llega al proyecto que le puede dar fama y reconomiento mundial. Todos los que lo vimos en cosas como Snatch, This is England o The Irishman, le teníamos un cariño especial, pero aquí logra componer uno de los personajes más humanamente cálidos que yo recuerde en este último tiempo. Uno solo quiere abrazar al hombre y decirle que todo va a estar bien. Lo mismo con esa madre que interpreta Christine Tremarco, cuya participación en el cuarto episodio (el que cierra la serie) es tan vital como conmovedora. El tercer capítulo (mi favorito) tiene un duelo interpretativo realmente impresionante: por un lado, la tenaz y brillante psicóloga de Erin Doherty y por el otro, ese complejísimo y perturbador púber que trae a vida el debutante Owen Cooper. Necesito destacar a este muchacho. No tengo en la memoria una actuación de este calibre por parte de un adolescente en el tiempo reciente (si, quizás, la niña Brooklynn Prince en The Florida Project de Sean Baker). El Jamie de Cooper puede ser un niño encantador por momentos, y puede helar la sangre en otros, cuando reconocemos la violencia que tiene en su interior. Sencillamente espectacular.

En cuánto a lo técnico, no sé que decir, así que me quedaré en que no tengo la menor idea de como se hizo esta miniserie. Sé que Graham y el director Philip Barantini usaron esta técnica en Boiling Point, pero no funcionaba tan bien como aquí. Si tuviera que apostar, supongo que se usó la misma tecnología de cámara y montaje que en Athena, de Romain Gavras, pero no lo sé. La coreografía de las imágenes en Adolescence nunca son un mero truco y la serie no sería lo mismo sin esta ambiciosísima propuesta de hacer cuatro planos secuencias en tiempo real.

Lo que me lleva a lo narrativo. Son cuatro horas en la vida de una familia y un grupo de adolescentes. Cuatro. Horas. Y en ese espacio temporal…pues…todo. Mientras me quería hacer el inteligente viendo los primeros capítulos, me imaginaba el cierre de la serie, creyendo que se iba a caer en obviedades, pero me gustaría haber visto mí rostro cuando se decide finalizar el relato con esa hora, en ese específico día. Una genialidad, lisa y llanamente.

Adolescence es la mejor miniserie de los últimos años. No tiene, quizás, la iconicidad de su hermana de plataforma Baby Reindeer (con Martha, sus iPhones y sus cortinas), pero la supera ampliamente desde lo formal y narrativo. Tendría que volver a Chernobyl en 2019 para encontrar algo que me haya dejado tan impactado.

Una obra maestra. Así de simple.

Acerca del Autor

Juan Manuel Fábregas

Juan Manuel Fábregas

Uruguayo. Gran creyente de la Iglesia de Paul Thomas Anderson. Crítico de Cine y Realizador desde 2013, escribiendo para publicaciones y revistas como RouMovie.com, Cartelera.com.uy y Gorosito.Tv.

Email: fabregasmendiburu@gmail.com
Tel: +598 91 311 263

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