Reseña a «Black Bag» de Steven Soderbergh con Michael Fassbender y Cate Blanchet.
Hay una frialdad calculada en Black Bag de Steven Soderbergh, una película que, a pesar de los elementos convencionales del thriller de espías, nunca se deja llevar por la pirotecnia o el sentimentalismo. En su lugar, nos sumerge en un mundo de paranoia y traición con la precisión de un bisturí, presentando a personajes que no son héroes ni villanos, sino criaturas de una maquinaria impersonal donde la lealtad es tan efímera como la información que trafican.
Cuando conocemos a George Woodhouse (Michael Fassbender), camina por las calles de Londres con la compostura de un hombre que nunca deja que el mundo vea más allá de su fachada. Enfundado en un elegante traje con cuello de tortuga—un guiño a los espías cinematográficos de los 60—entra en un club para encontrarse con Philip Meacham (Gustaf Skarsgård), quien le informa de una traición dentro de la agencia. La revelación de que su propia esposa, Kathryn St. Jean (Cate Blanchett), podría ser la espía añade una capa de ambigüedad moral que se convierte en el motor de la historia.
El guion de David Koepp equilibra las convenciones del thriller con una exploración de la psique de sus personajes. George es un hombre con un código propio: odia a los mentirosos, aunque su vida entera está construida sobre engaños. Fassbender juega con esta contradicción con su habitual magnetismo, creando un personaje que es a la vez meticuloso y emocionalmente inaccesible. Su esposa, interpretada por Blanchett con un aire glacial pero enigmático, es su contrapunto perfecto: una mujer que dice amar a George, pero que podría estar conspirando contra él.
La película avanza con la inevitabilidad de un dominó cayendo sobre otro. Una cena tensa en casa de los Woodhouse, donde el juego de las verdades se mezcla con un menú cuidadosamente preparado, marca el inicio del desmoronamiento de la confianza. La cinematografía de Soderbergh, con encuadres simétricos y una paleta cromática que recuerda a Se7en, refleja la precisión quirúrgica con la que se desarrolla la trama. Es un filme de ritmo pausado, que se niega a apresurarse hacia los giros narrativos y, en su lugar, permite que los personajes se revelen lentamente a través de sus acciones y palabras cuidadosamente medidas.
Si bien algunos han comparado Black Bag con Mr. & Mrs. Smith, la diferencia radica en el tono y la intención. Aquí no hay glamour ni grandes secuencias de acción; en su lugar, hay una disección meticulosa de la vida de los espías, donde cada conversación es un juego de ajedrez y cada decisión puede sellar un destino. La tensión se construye a través de pequeños gestos: una mirada sostenida demasiado tiempo, una pausa antes de responder, un leve cambio en el tono de voz.
El reparto secundario, que incluye a Naomie Harris, Tom Burke y Regé-Jean Page, añade textura a este mundo de dobles vidas y agendas ocultas. Pero la película pertenece a Fassbender y Blanchett, cuya dinámica en pantalla es la de dos titanes en un duelo silencioso. Soderbergh, siempre un director que encuentra el equilibrio entre lo cerebral y lo estilístico, nos ofrece una historia que no es tanto un thriller como un estudio de la desintegración de la confianza dentro de un matrimonio donde la traición es parte del trabajo.
Black Bag es un filme sobrio y contenido, pero su frialdad es su mayor fortaleza. Nos deja con preguntas en lugar de respuestas, con un sentimiento de inquietud que persiste mucho después de que los créditos hayan pasado. No es una película que busque complacer al público con finales catárticos o grandes revelaciones, sino una que nos invita a observar, analizar y cuestionar. En el mundo de George y Kathryn Woodhouse, la verdad es un lujo que pocos pueden permitirse.
