Príncipe del Mal
Recuerdo cuando en junio de 2016, fui con un compañero de la Escuela de Cine del Uruguay a ver una pequeña película de terror que había sido la sensación del año anterior. Pensando que ibamos a ver "una más" de hechizos y maldiciones, nos sorprendimos al encontrarnos con una obra que parecía más Bergmaniana que algo salido de un Sam Raimi.
Esa película se llamaba The Witch. La dirigía un tal Robert Eggers.
Unos años más tarde, me entero que en Cannes había "explotado" una extraña pieza de cámara filmada en un opresivo blanco y negro, con una relación de aspecto de 1.19:1 (como en el cine mudo), sobre dos tipos que tenían que cuidar de un faro a fines del siglo XIX.
La pieza se llamaba The Lighthouse. La dirigía un tal Robert Eggers.
Más tarde, y ya saliendo de lo más complejo de la pandemia del COVID-19, en 2022 apareció una cosa de vikingos muy violenta, que parecía contar el clásico cuento shakespeariano de Hamlet, pero con una visceralidad y potencia nunca antes vista.
La cosa se llamaba The Northman. La dirigía un tal Robert Eggers.
Saltamos unos dos años y medio en el tiempo y el fulano que capitaneó esas películas llegó a su gran proyecto de pasión: hacer una remake de Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, el clásico mudo del aún genial F.W. Murnau.
Un pequeño repaso, para no perdernos. Aquella Nosferatu original era un plagio de la novela Dracula, de Bram Stoker. Murnau y su equipo cambiaron el lugar de los hechos de Inglaterra a Alemania, los nombres de los personajes (Drácula pasa a ser Orlok, Jonathan y Mina Harker son Thomas y Ellen Hutter, etc) y algunos tecnicismos del mito vampírico de la novela de Stoker (Orlok mata a sus víctimas, no crea nuevos vampiros...y la luz del sol no lo debilita, como a Drácula, si no que lo pulveriza). Esto no bastó, de todas maneras, para que Florence, la viuda de Stoker, y dueña de los derechos de la novela, intentara por todos los medios posibles destruir la totalidad de la película. Para nuestra suerte, varias copias internacionales sobrevivieron y Nosferatu, como los mejores vampiros, nunca murió.
No solo el bueno de Murnau estaba fascinado con la criatura de la noche por excelencia. En 1931, Tod Browning hizo su fundacional Dracula, con un icónico Bela Lugosi. Imposible no recordar las películas de Terence Fisher con Christopher Lee para la Hammer, especialmente aquella primera de 1958. Luego, en 1979, el loquísimo Werner Herzog realizó su particular remake de la obra de Murnau en Nosferatu: Phantom der Nacht, con un regreso a los nombres originales de la novela de Stoker y un protagonismo muy especial a la plaga de ratas que inundaba la ciudad. En 1992, por su parte, apareció el Bram Stoker's Dracula de Coppola, película que retomaba el posible origen de Drácula en Vlad el Impalador y que, aunque fallida en varios aspectos, alegró muchas noches de mi infancia, y además de una estética memorable, me dejó una de las frases más románticas que he visto en una pantalla, cuando el vampiro enamorado de Gary Oldman le decía a una bellísima Winona Ryder: "He cruzado océanos de tiempo para encontrarte".
Ahora si, vamos a los que nos importa.
La nueva Nosferatu es la película de terror más artística salida de Hollywood en años. Lejos de simplemente sonorizar la película de 1922 o de llevar al inglés lo hecho en 1979, aquí se homenajea y se recicla el mito vampírico, logrando algo puro, esencial...nuevo. Al expresionismo de Murnau, se suma el romanticismo de Herzog, el erotismo de Coppola. Ya vimos todo esto antes, docenas de veces, pero nunca con esta fuerza, con este talento, con este amor.
Importantísimo es que Nosferatu de miedo y asuste. Esto último lo logra con saltos de sonidos (jump-scares), una novedad en la filmografía del director, que se había rehusado a usarlos, pero que aquí los implementa de manera ejemplar. Lo realmente crucial, en cualquier caso, es el miedo, el miedo al mal, ya que el Conde Orlok no es un antihéroe y no es el vampiro romántico de Coppola. No lo mueve el amor pero si el deseo, el de tenerlo todo y consumirlo todo, de la manera más carnal posible, haciendo de esta Nosferatu, una película desprovista de cualquier tipo de esperanza.
La fotografía de Jarin Blaschke, dotada de un color casi monocromático, es la mejor que he visto en 2024, superando el detallismo en VistaVision de Lol Crawley en The Brutalist o la magnitud gigantesca de Greig Fraser en Dune: Part 2. Es tan delicado el uso del claroscuro nocturno, que a veces parecería ser más una colección de pinturas en movimiento que una película. ¿Qué decir de la dirección de arte y vestuario? Impecables, llevándonos a un siglo XIX totalmente tangible, repleto de texturas.
Párrafo aparte merece la señorita Lily Rose Depp, en algo que yo no veía en una película desde la inmortal Isabelle Adjani en Possession. Difícilmente olvides lo que esta muchacha logra aquí, haciendo de su rostro y de su cuerpo, un espectáculo casi circense. No va a estar nominada a ningún premio importante, pero eso no me interesa. Aún sabiendo lo que iba a pasar, pocas veces en los últimos años he estado tan vinculado desde lo emocional con el final de una película, y eso es producto del logro actoral de Lily Rose y de Bill Skarsgård...¿Qué decir de su Conde Orlok? Totalmente irreconocible, tanto en su voz como sus facciones, y sobre el diseño del personaje solo voy a decir que es bienvenido el regreso del vampiro como cadáver, como un enorme zombie. Eso si, con un mostacho digno del Daniel Day Lewis de Gangs of New York.
Lo de Nicholas Hoult es notable también, logrando un sensible y empatizable Hutter/Harker, cerrando junto a Juror N°2 y The Order, un gran año para el actor. No puedo decir lo mismo de Aaron Taylor-Johnson, intérprete limitadísimo, fácilmente la parte más floja de la película, y que sigo sin entender como Tom Ford supo usarlo tan bien en Nocturnal Animals. Cerremos el elenco con el gran Willem Dafoe. Pocos actores pueden hacer un Van Helsing convincente debido a lo excéntrico del personaje y su cualidad de "bolsa de exposición" para explicar la mitología vampírica, pero Willem lo logra, haciendo que frases como "He visto cosas que harían que Isaac Newton se arrastrase de vuelta al útero de su madre" suenen tan verídicas como solo un actor de su talla podría lograrlo.
No sé si es mejor que The Substance, ya que aquí se corre con la desventaja de que es una historia contada cientos de veces.
Solo voy a decir que lo logrado es obra de un genio de lo oscuro, de un príncipe del mal.
La película se llama Nosferatu. La dirige un tal Robert Eggers.