Reseña y entrevista a "Fallen Fruit" de Chris Molina protagonizada por Ramiro Mendoza, estrenada en el Miami Film Festival.
Fallen Fruit documenta el viaje de Alex (interpretado por Ramiro Batista) después de ser obligado a regresar a la casa de su infancia en Miami, Florida, con una gran carga emocional y recién salido de una ruptura con alguien a quien creía el amor de su vida. Alex documenta su experiencia con la vieja cámara de su padre, grabando en video los días mientras lucha por descubrir cómo navegarlos.
Lo interesante aquí es cómo Chris Molina, el director, impregna la película de una facilidad natural, incluso cuando su guión explora la angustia y la desesperación arraigadas en las circunstancias. La suavidad de la narración de Molina y la delicada intimidad con la que orquesta los momentos dramáticamente significativos entre sus personajes confieren a la película una calidad similar a una tela de araña. Esta película desea y se atreve a abrazar sin reparos la sensación de vagabundeo atípico que implica intentar seguir adelante y reajustar radicalmente la propia vida.
Alex está perdido, confuso y atormentado por la mortificación, pero nada de esto se siente cómodo compartiendo con su familia, quienes se retiran y le permiten espacio para el duelo y la curación. Había suspendido sus estudios y abandonado Miami para mudarse a Nueva York con su novio, supuestamente para seguir su trabajo. Al centrar toda su vida y prioridades en esa relación, la ruptura lo deja sin un ancla a la que aferrarse. Se ve obligado a empezar de nuevo en la ciudad que creía haber dejado atrás para siempre. La interpretación de Batista contiene con ternura tanto las tensiones melancólicas necesarias como las dulces y tímidas realizaciones. Transmite una fragilidad y vulnerabilidad dolorosas con un brillo tenue pero poderoso, llevando las inseguridades y ansiedades palpitantes de su personaje.
Encontrar el tono deseado de la película es como navegar a través de parches de niebla. No siempre es fácil distinguir qué se ejecutó con una torpeza intencional que ayuda a aclarar el punto de la historia y qué es resultado de la torpeza amateur del montaje final. Aunque las decisiones de cada personaje parecen genuinas dadas sus circunstancias, la forma en que se desarrollan sus interacciones parece claramente antinatural. La entrega del diálogo a menudo resulta irregular, con pausas en lugares extraños que detienen el flujo típico de la conversación. El problema podría deberse a una edición torpe, una interpretación torpe o ambas.
Sin un fuerte apoyo del diálogo, el ritmo no ofrece la preparación gradual necesaria para que los latidos emocionales del viaje de Alex den sus golpes. Todo se siente como una sola nota, logrando abrirse paso solo ligeramente hacia el tercer acto. Las epifanías personales, las turbulencias internas y los sentimientos de soledad de Alex podrían tener un impacto mayor si no se nos dijera directamente en cada escena cuánto le molestan y cuán tortuoso es para él estar en Miami. La falta de una evolución sutil y matizada en el personaje de Alex es lo que impide que Fallen Fruit tenga éxito.
Fallen Fruit invita a reflexionar sobre la identidad, la resistencia y los diversos aspectos del amor y la vida. A través de los ojos de Alex, el público participa en una danza narrativa, navegando a través de tormentas personales y buscando el consuelo del hogar. Este viaje, plagado de retos, risas y transformaciones, sitúa a la película como un comentario convincente sobre la experiencia humana. Es un paseo por el corazón de Miami que promete conmover, entretener y cambiar a sus espectadores, demostrando que, a veces, los caminos más turbulentos conducen a los destinos más esclarecedores.