Vivimos en la Era del Multiverso. Si Marvel y la reciente ganadora del Oscar Everything Everywhere All at Once no eran suficientes, la bomba explota con Spider-Man: Across the Spider-Verse, expansión de Into The Spider-Verse, éxito de público y crítica de fines de 2018 que se llevó el Oscar a Mejor Animación y que posiblemente es la mejor película que se haya hecho sobre el arácnido. Pareciera que este mundo ya no es suficiente para entretener. Arrancamos nuestro prólogo con la poderosísima Gwen Stacy batallando contra el icónico Vulture (o Buitre), solo para ser interrumpida por Spider-Man 2099 y su esposa embarazada (Spider-Woman, una de las tantas que aparecerán en la película), que emergen de otro universo para asistirla. Luego volvemos a Miles Morales, el héroe de la primera película, que está metido en una crisis adolescente sobre si revelar o no su identidad secreta a sus padres (incluido un padre policía, paralelo a su contrapartida femenina). Además de esto, la llegada del villano The Spot (La Mancha), que dice tener algo que ver en los poderes de Miles, es otra complicación en la vida del joven, mientras los caminos de Morales y Stacy se cruzan de nuevo, esta vez, en varias dimensiones.
Estos primeros encuentros tienen mucho de compilación de Youtube, supongo que es lo que les gusta a los millenials, pero pronto el estilo que enamoró a todo el mundo en Into The Spider-Verse, aparece y arrasa con todo. En cuánto a animación y la creatividad de la misma, la película es insuperable. Por alguna razón los dos protagonistas tienen que saltar de un universo a otro para encontrar nuevos coleccionables de McDonalds como Spider-Man India, Spider-Man Anarco-Punk, etc. Una escena de acción con estos personajes en una futurística amalgama de Mumbai y Manhattan es particularmente dinámica y es una notable secuencia que iguala o supera lo de la primera entrega.
El problema es que Across the Spider-Verse pronto se aproxima al mismo punto de cansancio de la mayoría de las películas basadas en cómics de superhéroes, y se llega a la popular trama "¿Soy yo el culpable de todo esto?" y la narrativa se estira a unos 137 minutos muy sobrecargados y hasta agobiantes; Y viniendo del Spider-Man "artístico" que esperábamos, decepciona encontrarse con el mismo producto cansino, más habitual en las últimas y olvidables producciones de Marvel.
Para su crédito, Spider-Verse si hace justicia a lo que las películas basadas en cómics pueden llegar a ser, sobre todo si comparamos a ambas películas con sus versiones live-action llenas de cromas y pantallas verdes. Mientras se cambia de un formato de animación a otro, el tándem de películas arácnidas es un deleite visual, más allá de la sospecha de que todo está al servicio de la publicidad para vender juguetes.
Puede que este crítico parezca un cínico snob, pero esta no es una sensación que me suceda viendo una obra de Hayao Miyazaki, Satoshi Kon, Mamoru Oshii o Makoto Shinkai.
Y mientras aquí se termina en un cliffhanger, y es posible que una tercera parte construya una la parte emocional de una manera más cautivante (hay cierta promesa de que el villano real es "el canon", así que quizás se vaya contra el fandom más tóxico), mi respuesta aburrida es que ojalá terminemos con los infantilismos mercenarios en lo que podría ser realmente trascendente. En este universo o en cualquier otro.