Pablo Berger es director de cine español, guionista y productor. Debutó como director en 1988 con el cortometraje Mamá y gracias a los premios que consigue esta historia, obtiene una beca para estudiar un Máster en Dirección Cinematográfica en la Tisch School of Arts de la universidad de Nueva York . Durante su estancia rueda Truthand Beauty, corto con el es nominado a los Emmys. Ha dado clases en de dirección en la New York Film Academy y ha impartido cursos de cine en Cambridge, Princeton y Yale. Dirige su primera película en España, Torremolinos 73, por la que fue nominado en 2004 al Premio Goya al mejor director novel. En 2012 dirige Blancanieves, su segunda película, con la que gano el Goya a mejor guión original en 2013, siendo nominado nuevamente a este premio por Abracadabra, estrenada en 2017. Ahora ha debutado como director de animación com Robot Dreams, recién presentada en la Sección Special Screenings de la 76 edición del Festival de Cannes, donde hemos hablado con él.
Siento que su película es muy personal y una carta de amor a Nueva York. ¿porqué eligió esa ciudad para contar la historia?
Me fui a Nueva York en 1980 con una beca para hacer un máster en cine y viví allí hasta 1999, volví a España para escribir y rodar Torremolinos 73 y regresé. Fueron diez años claves de mi vida, me hice adulto en esa ciudad y en ella me casé, así que ha sido una oportunidad de hacer mi película sobre Nueva York veinte años después de lo esperado. Quería contar una ciudad que ya no existe.
¿Piensa que ha cambiado la ciudad?
Sí, ha cambiado mucho. La Nueva York en la que vivo ahora está en el siglo XXI, no difiere mucho de Shanghai, París o Berlín. En los años ochenta era el centro del mundo, el económico y, para mí, el cultural, el lugar en el que si querías saber lo que estaba pasando, tenías que estar.
¿Decidió usar sus vivencias para contar una historia que recuerde lo que fue esa época?
Yo amo la cultura pop y quiero que los espectadores encuentren pequeñas sorpresas y las reconozcan al verlas. Pero también quería hacer una película muy realista, con referencias reales. Tuvimos un gran equipo en el departamento de arte, que ha hecho un gran trabajo sobre como eran las calles, los coches, las puertas, los timbres. Para hacer una Nueva York real tuvimos que contactar con algunas de las marcas que aparecen en la película; en una película con personajes reales puede parecer más fácil no hacerlo, pero en una película de animación, si aparece una marca, tienes que contar con ella. Queríamos hablar de emociones reales y de la vida real, de la ciudad real en la que los personajes viven, así que la publicidad también está ahí.
Una de las cosas más poderosas de la película es lo que decimos, y esta es la segunda película que dirige en la que no hay diálogos tras Blancanieves, y la música es también protagonista.
Mi experiencia con Blancanieves fue muy satisfactoria en todos los aspectos, me encantó hacerla y me alegra que tuviera éxito, fue una gran experiencia. Mi siguiente película, Abracadabra, sí tenía algunos diálogos, pero yo quería hacer otra película sin ellos. Creo que lo que hace especial al cine es escribir con imágenes. Y ha sido un gran placer, si en una película no hay palabras, la música tiene que hablar.
¿Cómo fue la selección de las canciones?
Para la música trabajé con el mismo compositor de Abracadabra, Alfonso de Villalonga, que es uno de lo mejores, crea melodías asombrosas y puede ser muy ecléptico. Para Robot Dreams, elegimos mucho jazz melódico, y para la música pop mi colaboradora más cercana es Yuko Harami, que además es mi esposa y una de las productoras de la película. Ella eligió la música pop y, sobre todo, September. Cuando estaba escribiendo el guión pensaba que pasaría si pudiéramos usar ese tema, porque suena muchas veces en la película. Y por eso es el tema principal de ella.
¿Es su primera vez haciendo una película de animación?
Sí y ahora sé un poco más sobre animación que cuando empecé, tenía todo por aprender. En España se está haciendo muy buena animación y todos me han apoyado mucho, podemos hablar sobre Unicorn Wars, Klaus y Fernando Trueba está rodando de nuevo animación. Hay muchos proyectos interesantes en este campo para los próximos años, definitivamente tenemos grandes artistas en este género y es un buen momento para la animación
¿Ha hecho esta película con el propósito de crear una historia diferente?
Leí la novela gráfica y al llegar al final pensé que las últimas páginas había una película, me emocioné mucho, aunque en la novela la historia es muy simple, en el cine es mucho más compleja. Decidí hacer una película de animación, algo que nunca había pensado, por suerte tengo unos productores que me animaron, como si fuera un niño al que sus padres jalean. Aunque fue una época difícil, en pleno Covid tuvimos que crear un equipo adecuado para poner en marcha el rodaje, pero ya estamos aquí, ya la película está.
Finalmente la película es para toda la familia y esto no convierte a un autor en algo menor. Y si nadie de tu familia quiere ir contigo a ver la película, vas solo, porque eres un cinéfilo, Me gusta la idea del cine como un arte popular, es para todos los públicos, para todas las razas, todas las edades, es compartir juntos. Aunque no todas las películas sean felices, con historias color de rosa, tiene que haber realidad en ellas. Y esta película puede causar tristeza y si la ven juntos los padres y los hijos, les va a marcar para siempre.
La película es sorprendente, ¿esa era su idea desde el principio?
Como director nunca trabajo con un plan, trabajo con el subconsciente, solo quiero crear emociones y me siento más cerca de los músicos que de los escritores de cine, no soy novelista, trabajo con imágenes y puedo disponer el orden de estas. La autora de esta novela gráfica, Sarah Barron, no muestra ningún género y Nueva York es una jungla de todas las razas, todas las religiones. Cuando llegué a la ciudad por primera vez, estaba a otro nivel sobre sexo, identidades sexuales, tatuajes diversos, era una ciudad abierta, no molestabas a nadie y nadie te molestaba a ti y es así como está contada esta historia. Una cuidad en la que todo el mundo toma el metro, los que van a Wall Street, los vagabundos, todos estamos en el mismo lugar. Al mismo tiempo, Nueva York, en la que muchas personas viven en comunidad, nos encanta y y también nos parece una mierda, con apartamentos pequeños, llenos de cucarachas, pero hay algo que te dice que en esa ciudad todo es posible.