Reseña a "SISU" de Jalmari Helander con Jorma Tommila, Aksel Hennie, Jack Doolan, Mimosa Willamo, and Onni Tommila.
Helander escenifica esta persecución como un movimiento sin aliento, impulsado y sin meta. No puede descansar ni calmarse hasta que su sed de sangre se haya saciado por completo. Sisu se convierte así en una película de explotación nazi, en estado puro. Su guionista y director diseña una horda de caricaturas andantes para enfrentarlas de la forma más cruel posible en un espectáculo de hora y media. En algún momento pierde literalmente todo el suelo bajo sus pies.
Jorma Tommila (Big Game) interpreta al taciturno y tosco protagonista que podría haber salido directamente de un western. En realidad, quería huir de la guerra y refugiarse en la naturaleza. Pero cuando su oro desenterrado se convierte en objetivo, vuelve todo el horror. Mientras que al cine occidental le gusta delimitar las fronteras entre civilización y naturaleza salvaje, Sisu resulta ser un absurdo paseo por la cuerda floja entre la vida y la muerte, violencia y más violencia. Primero se lucha por el tesoro, después por la venganza. Una persecución interminable atraviesa los paisajes del fin de los tiempos y Jalmari Helander y el director de fotografía Kjell Lagerroos arrancan de ellos imágenes extremadamente inquietantes.
Sus imponentes tomas de la naturaleza respiran lo mórbido y lo bárbaro: esqueletos yacen bajo cielos turbios, un tanque retumba a su paso, lugares arden y se carbonizan. Entre medias, miembros apuñalados, cuerpos descuartizados, voladuras y heridas sangrantes cosidas. Si en algún momento alguien se atreve a hacer una adaptación cinematográfica de la infame novela del oeste apocalíptico de Cormac McCarthy, Meridiano de sangre, Helander debería ser considerado más detenidamente como director para la misma.
Así pues, si el cine, con tanta inmundicia y violencia, es capaz de seducir a los inmorales, de vengar las atrocidades históricas y de trasladarlas a los lunáticos, Sisu está a la altura en este sentido. Se divide en seis grandes capítulos, tienen nombres como El campo de minas, La leyenda o Mátalos a todos y no prometen demasiado. Sin embargo, sería demasiado corto de miras dejar que la obra de Helander descansara como mero entretenimiento splatter para adultos empedernidos.
Mostrar la inmoralidad aquí significa vengarse físicamente de los autores con todas las fuerzas. Una inversión tan señalada en la pantalla exige sensibilidad narrativa y capacidad de reflexión, especialmente cuando se trata del oscuro capítulo de los crímenes del nazismo. El cine de explotación puede formular sus propias reglas y tabúes en el proceso, pero Sisu no puede desterrar un regusto molesto. Su cínico guión, después de todo, no alcanza en modo alguno el estimulante nivel alcanzado por la afín Malditos bastardos de Quentin Tarantino. Donde esta última operaba lúdicamente en las zonas grises, sorprendía, estudiaba las relaciones de poder y, en última instancia, avanzaba hacia el propio cine y sus medios, Sisu cuenta únicamente su contundente violencia sin atreverse a hacer ningún quiebro. Carece de exigencia y por ello resulta tanto más desagradable.
Es, sin duda, una experiencia impactante. No sólo incluye la dolorosa mueca de dolor cuando aquí, en primer plano, se empalan muslos en postes o se picotean heridas, también alberga un sentido de superioridad demasiado simplista y congraciador. Uno aplaude la acción escabrosa y puede dejar la historia a su aire. La constante aversión a los criminales de guerra y a los asesinos masacra aquí a una víctima indirecta tras otra para que el público pueda eximirse con suficiencia de su propia responsabilidad. Se permite anhelar en Sisu la utopía de un final y una superación del mal último, que la realidad nunca ofrecerá. Entonces, ¿se tolera que una película trate lo abismal de forma tan polémica? Por supuesto, pero ¿está exento el exceso sangriento de su responsabilidad como testigo del tiempo y de la sociedad?, ¿será porque está tan concretamente situado históricamente? En absoluto. Ante este desafío, Sisu resulta ser una contribución drástica y ambivalente a la discusión.
Con Sisu, Finlandia ofrece su respuesta a John Wick y John Rambo: un hombre es llevado al extremo por los nazis y finalmente cambia a un destructivo modo asesino en el que camina sobre una montaña de cadáveres. Como espectador, uno obtiene exactamente lo que espera, es decir, una divertida película de acción que no se toma demasiado en serio a sí misma. El responsable es Jalmari Helander, que hace unos años cosechó pequeños éxitos con películas de género como Big Game o Rare Exports. Tras varias producciones televisivas, el finlandés regresa a la gran pantalla después de una larga ausencia con su nuevo trabajo.