Reseña a la pelicula "The Son" con Hugh Jackman, Vanessa Kirby y Laura Dern. Dirigida por Florian Zeller.
Peter (Hugh Jackman) y Beth (Vanessa Kirby) son los primeros personajes que conocemos en The Son de Florian Zeller (The Father). La vida no podría ser mejor para nuestros dos protagonistas: Peter, un hombre de negocios, está a punto de recibir una oferta de promoción y Beth pasa sus días cuidando a su hijo recién nacido. Por supuesto, las cosas no son tan fáciles como parecen, y lo descubrimos de inmediato, cuando Peter recibe una llamada telefónica de su ex esposa, Kate (Laura Dern), informándole que Nicholas (Zen McGrath), su hijo, hace casi un mes que no va a la escuela. Lo que los lleva a ambos a hacerse la misma pregunta que cruza la mente de la audiencia: ¿por qué?
Pero Nicholas no tiene una respuesta. “Es la vida. Me está agobiando”, le dice finalmente a su padre, sabiendo muy bien que no podrá entenderlo y, sin embargo, le pregunta si puede mudarse con él y Beth por un tiempo. Por supuesto, Peter está de acuerdo y, así, Nicholas se inscribe en una nueva escuela, lo invitan a fiestas y se abre a su padre y su novia. Su padre le dice a su ex esposa que su hijo está mejor, pero es mucho más complicado que eso.
“No entiendo de dónde viene toda esta tristeza”, dice Nicolás con lágrimas en los ojos: una frase que cataliza todas las heridas de un trauma derivado del comportamiento de su padre, por eso la película es a la vez el hijo y el padre porque los dos roles son uno la proyección del otro, imágenes especulares que pueden cambiar según las palabras pronunciadas o no pronunciadas, la presencia o la ausencia.
En solo unas pocas escenas, al comienzo de la película, el escritor y director Florian Zeller establece un escenario que puede parecer simple en la superficie, pero que es todo lo contrario. Hay dos padres bien intencionados cuyo divorcio afectó mucho a su hijo, y hay una novia que en realidad es muy amable y empática pero que no puede evitar tener sentimientos encontrados hacia el hijo de su novio, más aún porque Nicholas tiende a mantener sus sentimientos embotellados y Beth también tiene un recién nacido que cuidar. Y luego está una madre que se siente como un fracaso porque no puede entender a su hijo, y un padre lleno de culpa que carga con su propia parte del trauma y que se preocupa por volverse exactamente como su padre.
Y así, Peter dedica todas sus energías a su hijo, desesperado por entender lo que está pasando pero haciendo todas las cosas mal, desde sugerir que salga y vea a gente, hasta confrontarlo sobre su comportamiento con acusaciones en lugar de aceptación, juzgándolo. por sus acciones, culpándolo por su situación y prohibiéndole hacer ciertas cosas, llegando incluso al uso de la culpabilidad, la manipulación y la violencia. Es obvio que Nicholas no se encuentra bien, y es doloroso ver que Peter no logra hacer lo único que su hijo necesitaría: ser alguien que está ahí para él, escuchan lo que le tiene que decir, aceptar que no lo está haciendo tan bien y que lo ama a pesar de todo eso. Pero también entendemos que, al igual que Kate y Beth, Peter no tiene las herramientas para ser un padre solidario con su hijo, y no puede darse cuenta de que no tiene que haber una razón para que alguien esté deprimido. Y así, la situación se intensifica, hasta que Peter y Kate tienen que tomar la decisión más difícil de todas: ¿deberían seguir tratando de ayudar a su hijo por su cuenta, o deberían dejar que los profesionales se encarguen de él en contra de su voluntad.
Por lo tanto, no es casualidad que en la fotografía de la película, realizada por Ben Smithard, se juegue con tonos fríos, alimentados por el apartamento aséptico del protagonista.
El uso de los espacios por parte de Florian Zeller es, por tanto, funcional para demostrar el desapego físico y emocional entre Nicholas y Peter, una relación aparentemente cálida sepultada por una pátina que viste una elegante chaqueta y encuentra consuelo en un apretón de manos con hombres de negocios.
La trama narrativa se introduce en lazos humanos a punto de estallar, siguiendo una linealidad que, aunque predecible, en su desarrollo logra involucrar emocionalmente -aspecto fundamental para este tipo de películas- al espectador.
Al igual que los personajes, también somos parte de la historia, ya que se nos invita a reflexionar sobre las mismas preguntas que la película plantea a sus protagonistas: ¿qué haríamos si estuviéramos en los zapatos de Kate, Peter y Beth? ¿Cómo puede un padre lidiar con la depresión de su hijo si no entiende lo que significa la depresión? ¿Se puede detener el trauma generacional o estamos destinados a repetir los errores de nuestros padres y madres? Y, lo que es más importante, ¿cuándo dejamos de preocuparnos por quién es realmente nuestro hijo y qué necesita de nosotros como padres?
Tan rica en temas como bien ejecutada a nivel técnico, The Son también cuenta con las actuaciones impresionantes de todo su elenco. El destacado es, sin duda, Zen McGrath, que hace que el joven Nicholas sea tan enigmático y expresivo como debe ser, siendo capaz de transmitir muchos sentimientos contradictorios con simples miradas, mostándonos una de las representaciones más precisas de la salud mental en el cine que hemos visto visto en un tiempo.
Pero Hugh Jackman, Laura Dern y Vanessa Kirby son igual de buenos, y todos tienen suficiente espacio para brillar, ya sea que estén bailando tontamente o presentando escenas cargadas de emociones y conmovedoras. Anthony Hopkins solo tiene una escena en la película y, sin embargo, es memorable, brindándonos una interpretación auténtica y esclarecedora del padre de Peter que agrega otra capa de significado a esta película compleja y conmovedora.
En determinados momentos sucede que Zeller echa mano del drama, tanto desde el punto de vista del director -a través de repetidos zooms sobre rostros llorosos- como desde el punto de vista de la escritura, a través de una didáctica verbal destinada a imponer determinados estados de ánimo al espectador. A pesar de esto, The Son logra replicar el poder dramático de The Father, también gracias a intérpretes perfectos en sus respectivos roles.