Reseña a la pelicula 'Monica' de Andrea Pallaoro con Tracee Lysette y Patricia Clarkson.
Trace Lysette sabe muy bien que con su talento y su belleza ha deslumbrado al Lido. La actriz y activista transgénero (la Shea de la imprescindible serie de televisión Transparent) es la protagonista indiscutible de Mónica, película en competición en la 79ª Mostra de cine de Venecia. Entre implicaciones autobiográficas y relaciones familiares difíciles, el director italiano Andrea Pallaoro, tras Hannah, ambienta una historia en Estados Unidos donde la transexual no es una figura secundaria, sino el eje de toda la historia. Este es un hecho muy raro si hablamos de películas dirigidas por cineastas locales.
Estamos en Los Ángeles cuando Mónica, una deslumbrante belleza pelirroja, recibe una llamada telefónica que la distrae de su trabajo diario (que al principio nos parece el de masajista, luego entenderemos mejor). Detrás de la llamada está su cuñada: la madre de Mónica está enferma, le quedan pocos meses de vida y el hermano de Mónica no tiene valor para llamarla. Mónica ha estado fuera de casa durante mucho tiempo, quizás demasiado. Cuando su hermano la ve, le dice: “si no hubiera sabido que eras tú, nunca te hubiera reconocido”. La madre no entiende quién es ella, esa mujer que de repente la cuida y da vueltas por la casa. El espectador pronto comienza a preguntarse: ¿quién es Mónica, qué ha pasado en su vida?
La verdad es que no deberíamos responder a esta pregunta (que, creemos, muchos espectadores podrán responder por sí mismos de inmediato).
La película de Andrea Pallaoro es sumamente modesta y delicada a la hora de sacar a relucir su tema: es decir, la forma en que una familia americana media puede aceptar la elección aparentemente ´incomprensible` de un pariente. Pallaoro saca a relucir el pasado de Mónica lentamente, sin ser demasiado directo. Y trabaja en un estilo que parece negar el mundo que rodea a Mónica y a su familia: primeros planos muy ajustados, a menudo desde la nuca, un acecho casi Dardenne (los hermanos cineastas belgas) que hace que la historia sea intimista, pero también ligeramente claustrofóbica. A diferencia de Guadagnino, América no se ve, solo se escucha. Trace Lysette esta genial y también Patricia Clarkson, que interpreta a una enferma terminal con la vitalidad que solo una gran actriz puede encontrar en un papel así.
También en Mónica, Pallaoro confirma su acercamiento íntimo y gentil a las historias que elige contar. Un cineasta que prefiere los silencios, un autor que juega con la resta, incluso cuando habla de derroches, de una madre que menciona a El Padrino ("la familia es lo primero ") y luego niega a su hija porque no acepta su transexualidad. Así, temas como el perdón y la dificultad de sanar de los propios traumas emocionales, se ilustran con gracia, sin endulzar nada en la vida de la protagonista que da título a la película. Entre masajes, llamadas telefónicas eróticas, citas perdidas, heridas aún abiertas, abrazos robados, demencias seniles, sesiones de maquillaje y tatuajes, la película está llena de dolor, pero también de un deseo de redención.
El principal problema que afecta a la película de Pallaoro es su ritmo: todo sucede de una manera increíblemente larga y prolongada, lo que impide cualquier sentido de anticipación y depende demasiado de las cosas que no se dicen. Entendemos, por ejemplo, que la transición de Mónica no fue aceptada por su familia, especialmente por su madre, pero no se nos dice por qué. ¿Cuándo y cómo surgió? ¿Qué papel jugó el padre en todo esto? Además, sentimos que las cosas han ido mal para Mónica y su amante (¿o novio?) Jimmy. Pero, ¿qué pasó exactamente? ¿Qué provocó la ruptura entre ellos? Y también vemos a Mónica trabajando como camgirl en una escena. ¿Qué la llevó a tomar ese trabajo? ¿Qué tipo de vida ha tenido Mónica viviendo en Los Ángeles?
Puede haber algunas respuestas muy válidas a estas preguntas, pero la película no arroja luz sobre ninguna de ellas y deja a los espectadores tropezando en la oscuridad. Todo lo que podemos hacer es conjeturar, lo que en última instancia podría resultar una experiencia cinematográfica frustrante y una incapacidad para empatizar. Por regla general, necesitamos enamorarnos de un personaje -o al menos sentir interés por él- para poder seguir sus altibajos durante una hora y cuarenta minutos sin perder el foco. En este sentido Mónica no nos convence y no da respuestas. De lo único que somos conscientes es de sus fuertes sentimientos de resignación y del deseo de huir de sus responsabilidades.
En una película como Mónica, neta de los ritmos dilatados, el mérito es sobre todo del elenco. Es imposible no apasionarse con el deseo de Trace Lysette de reconciliarse con su familia pero también por el deseo de hacer oír su voz al mundo que le niega la posibilidad de ser ella misma, mientras baila al son de la música en un bar. También es destacable la interpretación del jovencísimo Graham Caldwell, que con su actuación final de canto ofrece un sentido nuevo y contemporáneo a la letra del himno de los Estados Unidos. Y descubrimos un nuevo sentido a la frase ´la tierra de los libres y el hogar de los valientes`.