Reseña a "Master Gardener" de Paul Schrader con Joel Edgerton y Sigourney Weaver.
En el punto final de la nueva, reflexiva y peculiar película de Paul Schrader, Master Gardener, puede que no veamos a una Sigourney Weaver fabulosamente estilizada apuntando con una pistola Luger a un neonazi arrepentido. Como Norma Haverhill, heredera de una propiedad familiar y sus preciosos jardines de flores, la actriz está en su mejor momento, es el tipo de papel que ha tenido muy poco en este siglo.
Sin embargo, la actriz no es el centro de la película. Mientras nos preguntamos por qué el querido padre de Norma tenía un coleccionable del Tercer Reich, la pregunta más importante de la película es Narvel Roth (Joel Edgerton). Es el horticultor que administra los cuidados terrenos de la propiedad.
Narvel es tranquilo, confiado, competente, pero hay inquietud en sus ojos. Al igual que el héroe de la anteior película de Schrader, el frío e hipnótico Oscar Isaac en The Card Collector, Narvel tiene un pasado del que está amargamente arrepentido y que busca expiar cuidando con amor y conciencia un pequeño pedazo de tierra. Schrader nos muestra lo que le aqueja desde el principio de la película. Desvistiéndose una noche en la cabaña de su cuidador, el hombre permanece sin camisa, cubierto de tatuajes relacionados con la supremacía blanca.
Narvel fue un chico malo una vez, y Master Gardener describe el lento trabajo de volverse mejor. Edgerton, con un gruñido sonoro, similar al de Sean Penn, es el vocero de la recién descubierta decencia de su personaje. Narvel se comporta con amabilidad experta y hastiada del mundo. Es reflexivo pero firme con Norma, quien conoce su pasado y parece colgarlo frente a él como una amenaza y un juego previo perverso. Todo esto, se nos recuerda sutilmente, tiene lugar en lo que probablemente fue una vez una plantación de esclavos. Schrader considera a estos blancos que se encuentran en los escombros de su historia -la suya y la de su país- con una mirada desapasionada y analítica.
El valor de tal narrativa probablemente dependerá del espectador, Master Gardener no hace proclamaciones ni juicios morales. La película reconoce el horror y la crueldad del pasado de Narvel, pero se preocupa principalmente por imaginar lo que podría suceder después de que se abandone esa ideología. ¿Hay redención para un hombre así?
El rígido equilibrio de Narvel se ve perturbado por la llegada de Maya (Quintessa Swindell), una sobrina de Norma contratada como aprendiz de jardinera con la esperanza de que esto la salve de una existencia problemática. Su madre, que falleció, era drogadicta, una enfermedad que pasó a su hija. Maya es mulata, lo que sin duda complica la visión que Norma tiene de ella. Esto nunca se dice abiertamente en la película, pero ciertamente es parte de la tensión que se cierne en cada interacción entre las dos mujeres, una sensación de diferencia tácita, de desconfianza latente.
Norma le confía a Narvel que espera que Maya algún día se encargue de los jardines, quiere mantener vivo el legado familiar incluso después de su muerte. Lo que implica, en cierta medida, que Norma está tratando de trascender viejos prejuicios, pero solo de manera condicional. Esta es la sorprendente ambigüedad de la película de Schrader, este retrato de personas que dialogan de manera incierta con el contexto en el que nacieron. Narvel y Norma son compañeros, mientras que Maya parece representar una salida.
Algo que no es exactamente correcto con Maya, como tampoco lo es con cualquier persona negra que sea considerada un símbolo de la iluminación de los blancos. Schrader parece consciente de esta carga indebida, incluso si quizás empuja a Narvel y Maya a juntarse demasiado alegremente. Eventualmente, la violencia entra en escena, como sucede a menudo en las películas de Schrader, lo que lleva a Master Gardener peligrosamente cerca de admirar las habilidades letales de Narvel. Sin embargo, Schrader retrocede antes de que las cosas se pongan demasiado agresivas. La mejora no se obtiene con un fusil (ni con una cizalla), sino con la firme elección de alejarse del ciclo, de desautorizarlo tanto de palabra como, sobre todo, de hecho.
Película austera y notable, que alterna momentos de suspense con paréntesis reflexivos. Como muchos de los personajes de Schrader, el jardinero interpretado por Joel Edgerton es un monje dispuesto a pasar a la acción. Sí, como el Travis de Taxi Driver, una película que se viene a la memoria viendo Master Gardener. La única concesión a la modernidad es su nieta (la joven Quintessa Swindell vista en la serie Euphoria): solo puede ser mitad afroamericana, lo que la hace, para la torva tía, aún más intolerable. Qué guionista, Schrader: logra tomar lo políticamente correcto y convertirlo en un elemento que enriquece la trama. No es para todos.
Paul Schrader probablemente juega con los dos sentidos para el personaje interpretado por Joel Edgerton, visto como ambos se adaptan al héroe taciturno que lleva grabadas en su cuerpo las huellas de un pasado impensable e imborrable. Norma confía en Narvel y lo utiliza como un autómata, estableciendo una relación de dependencia uno a uno, con vínculos invisibles pero indestructibles. Un equilibrio silencioso que beneficia a todos pero hiberna los sentimientos, al menos hasta que Maya toma el relevo, un elemento impredecible destinado a generar un efecto dominó.
Después de First Reformed y The Card Collector, extraordinarios ejemplos de la inagotable vitalidad del cine de Paul Schrader, Master Gardener concluye una trilogía ideal ´bressoniana`, concebida por el director y guionista en torno a las figuras de hombres solitarios y atormentados que buscan una redención aparentemente imposible.
Como en los títulos anteriores, el inicio deja claro inmediatamente el vínculo invisible entre las obras, presentándonos al protagonista sentado en un escritorio, mientras escribe memorias en su diario. Es perceptible el malestar con su pasado, así como el exilio voluntario que caracteriza su presente. Al igual que el pastor de Ethan Hawke o el ex marine de Oscar Isaac, pero podría rastrearse hasta el traficante de drogas de Willem Dafoe o el taxista de Robert De Niro, Narvel también es insomne y preso de pesadillas, celoso de una soledad tranquila que puede hacer posible olvidar los errores del pasado. Como en gran parte de la filmografía de Schrader, el camino de la culpa y la redención sin atajos hace referencia a la fuerte impronta calvinista con la que creció el autor y que supo desarrollar en su carrera como guionista y luego como director, inspirado en Robert Bresson.