Reseña a "The Invitation" con Nathalie Emmanuel y Thomas Doherty, dirigida por Jessica M. Thompson.
¿Cómo conciliar la modernidad y el recurso a la atemporalidad de las películas sobre Drácula u otros vampiros? Los códigos del género así lo exigen: los murciélagos sanguinarios toman forma humana, la mayoría de las veces seductora, proyectando una sexualidad tan perfectamente definida como irresistible, como Evie (Nathalie Emmanuel) puede ver en su trato con Walter (Thomas Doherty).
Tras la muerte de su madre, Evie se encuentra sin familia. Decide hacerse una prueba de ADN y descubre a un primo lejano del que no sospechaba su existencia. Después de ponerse en contacto con él, recibe una invitación a una lujosa boda en la campiña inglesa para conocer a su nueva familia. Bajo el hechizo del apuesto aristócrata que organiza las festividades, rápidamente se ve inmersa en una lucha infernal por su supervivencia al descubrir los oscuros secretos en la historia de su familia y las inquietantes intenciones de sus anfitriones al amparo de una extraña generosidad.
La directora de origen australiano, Jessica M. Thompson, es una mujer decidida que dejó su país para crear su propia productora en Estados Unidos; realizó su primer largometraje en 2017, el drama Light of the Moon sobre las consecuencias de la agresión sexual en su vida personal. Esta primera pelicula recibió sin embargo críticas muy favorables al otro lado del Atlántico, lo que despertó el interés de los estudios.
Además, para su segundo largometraje, la joven aprovechó el apoyo de Sony/Screen Gems para tomar la iniciativa. Sin embargo, no lo encontramos donde esperábamos. Abandona curiosamente el realismo por una decepcionante fantasía gótica y espeluznante que no retoma los códigos del cine independiente. En cambio, la cineasta entrega una película comercial decepcionante cuya única coherencia es el objetivo feminista del proyecto, pero hecho accesible a los adolescentes.
Para darle caché a su lucha feminista y subvertir el clásico género del romance, la directora parte de una falsa buena idea: rodar una película de terror enteramente femenina. Así, casi todo el equipo técnico aquí es femenino, a riesgo de un apartheid artístico que va directo a los clichés contemporáneos que se han visto demasiado en pantalla en los últimos años.
Y de hecho, en The Invitation, la autora sumerge a una joven mestiza muy contemporánea –Nathalie Emmanuel, más conocida por Juego de tronos– en un universo que le es ajeno, el de los viejos británicos de la aristocracia. Invitada a una boda para descubrir una rama desconocida de su familia, la joven llega a una casa de arquitectura típica Tudor (de hecho desenterrada en Hungría, no lejos de Budapest, un lugar de rodaje menos costoso que Inglaterra). Allí conoce no sólo a su familia, sino también al dueño del lugar, un atractivo señor interpretado con deleite por un Thomas Doherty en modo "girl trap".
Durante esta (larga) introducción, The Invitation se ajusta a priori al género de película romántica, con su parte de inconsistencias. ¿Cómo puede una chica joven descrita como moderna ser seducida tan fácilmente por un petimetre? La historia muestra una ingenuidad que oscila en este sentido entre la saga Crepúsculo o incluso 50 sombras de Grey donde la insipidez siempre prevaleció sobre el letargo.
Para recordarnos que estamos en una película de terror, la directora interrumpe la película con desapariciones misteriosas que no parecen preocupar a nadie. Estas secuencias también abusan de los sustos de sobresaltos y los efectos de sonidos atronadores para asustar al joven espectador. Sobre todo, demuestran un límite narrativo que lamentablemente también es formal. La producción y la edición son a veces cuestionables en algunas escenas.
Al final, la directora no hace mucho con los medios a su alcance. No explota la realidad del soberbio decorado gótico, incluyendo una magnífica escalera central que recuerda a la de Los Vampiros, de Freda y Bava (1957), para construir un terror sordo que habría dado profundidad al subtexto, sondeando los sentimientos vertiginosos de sus protagonistas. El gótico es sólo una fachada aquí, reducido a referencias y fanservice, tergiversando los entresijos que emergen crudamente: usa imágenes adolescentes para oponer de manera simple al viejo y al nuevo mundo.
Entiéndase por esto un tema tan contemporáneo –y por lo tanto manido cuando se trata de manera reduccionista– que ve la confrontación entre el mundo de antes dominado por feos machos blancos colonizadores y el mundo de después encarnado por una joven mujer mestiza, independiente y combativa. El tema se entrega de manera pesada durante el último cuarto de hora, realmente tentador para aquellos a quienes no les gusta una sobrecarga metafórica demasiado explícita.
Una vez más, Hollywood combina clichés binarios (hombre/mujer; blanco/negro; verdugo/víctima) para legitimar el discurso de venganza de las jóvenes modernas sobre el hombre dominante. El discurso sin matices echa a perder cualquier reflexión.
Por lo tanto, con The Invitation, Jessica M. Thompson pierde en todos los aspectos al no ofrecer ni una película de género efectiva –el terror en ella es cero– ni una obra temáticamente compleja porque sus intenciones son terriblemente legibles. En una temática bastante similar, aconsejamos a los jóvenes espectadores que descubran El ruiseñor o Get out (Peele, 2017), a la que The Invitation nunca se acerca y que, por su parte, traía feroces mensajes que ponían en peligro los cimientos de sociedades coloniales anglosajonas. Ni más ni menos.