Había una vez un director de cine neoyorkino, quien tuvo la peculiaridad de arrancar su carrera haciendo una película pornográfica protagonizada por su novia tras terminar sus estudios. En los 80s se hizo adicto a casi todas las drogas, tuvo una muy interesante etapa en los 90s y estuvo cerca de realizar una remake Hollywoodense de La Dolce Vita. Después del 11 de Septiembre de 2001, se refugio en Roma, para seguir su carrera desde el centro de Italia. Se casó con una joven de Europa del Este que después aparecería en sus películas y tuvo una pequeña hija pasados sus 65 años. El nombre de ese director es Abel. Su apellido: Ferrara. El nombre de su autobiografía: Tommaso.
Aquí es Willem Dafoe, el actor fetiche de Ferrara, quien encarna el alter-ego del cineasta de forma brillante, como es habitual. Pero lamentablemente, la película no puede ser más que un mediocre retrato de un artista frustrado (algo así como la versión pobre de Dolor y Gloria) o una curiosidad para los fans más acérrimos de esa figura de culto que fue y sigue siendo Abel Ferrara. De mi parte, seguiré teniendo mucho interés y admiración por su etapa en los 90s: King Of New York, Bad Lieutenant, la remake Body Snatchers, The Addiction y The Funeral, son algunas de las películas que vi siendo muy joven (a una edad indebida, es cierto) y me enseñaron que existía "otro" cine norteamericano.
Es una pena que Tommaso no escape a ciertas limitaciones que la atan y nunca la dejan despegar. Podría haber sido mucho más reveladora.
Veremos que nos trae Siberia (mencionada aquí en alguna ocasión), estrenada en Berlin hace unos meses, cuando el mundo era mundo.
Pero para los que se preguntan si recomiendo Tommaso, solo tengo una respuesta: Willem & Abel Fans Only.
Ciao.