Si The Painter and The Thief fuese un largometraje de ficción sería deplorable...pero para nuestra suerte y agrado, es un documental. Un gran documental. La película de Benjamín Ree nos cuenta como una artista Checa (que vive en Oslo, Noruega) se hace amiga de un criminal drogadicto...después de que este le roba dos pinturas pero no recuerda que hizo con ellas. ¿Qué le ve Barbora Kysilkova a Karl-Bertil Nordland? La respuesta a esa pregunta nunca será concreta y totalmente develada, pero el documental no deja de ser una de las grandes historias de amistad que he visto en los últimos años, similar a lo que ofrecía The Master, por poner un ejemplo.
Como esa gran película de Paul Thomas Anderson, The Painter and The Thief es un estudio de personajes. De los dos personajes titulares. Barbora es un alma solitaria y de gran sensibilidad. Sus pinturas foto-realistas son de una belleza impresionante. Tiene un pasado de violencia doméstica que parece ser el gran motivo catalizador de su obra y más allá de su novio noruego, no la veremos con otro amigo en el documental...excepto Karl, el cual es otro individuo muy particular. Lleno de tatuajes, ropa de adolescente anárquico y con un corte de pelo digno del futbolista sensación de la temporada, Karl es otra alma perdida (¿será eso lo que atrae a Barbora?). Dice que ha decepcionado, de una forma u otra, a todos los que lo quieren y siente que no vale nada, pero su reacción ante el "regalo" que le tiene preparado Barbora, hacen que simpaticemos por Karl casi al instante.
Para cuando The Painter and The Thief termina, después de pasar por una montaña rusa de emociones entre estos dos personajes, nos damos cuenta que el título no es tan directo como parecía en un principio, ya que Barbora y Karl no solo encontraron el regalo de la amistad, también pintaron y robaron nuestra alma en el camino, mientras sanaban las suyas con amor y cariño.
