Solo la muerte iguala a las personas, porque morir, morimos, nadie se queda aquí. El cortometraje La muerte de Don Quijote habla esencialmente de eso, de morir por fuera y por dentro.
Un joven director, de cine, protagonizado por Jamie Paul, quiere finalizar a toda costa su película del mismo título y encuentra un obstáculo, el actor principal que da vida a Don Quijote, un estupendo John O’Toole, está muy enfermo. Se abre el debate moral de si cortar el rodaje mientras llega la ambulancia o seguir y lograr un final perfecto, demasiado perfecto.
La respuesta está en el cortometraje y en el debate que la visión de este pueda generar, porque es un debate que traspasa la pantalla, tal y como el director, Miguel Faus, parece pretender. Las ambiciones logradas no parece que siempre dejen un buen sabor de boca o una buena conciencia.
Los doce minutos de la historia sobrecogen, por lo que cuentan y por lo que se va intuyendo en el camino; el uso del blanco y negro en el metraje añade penumbra a la incertidumbre, sitúa perfectamente a los personajes y sus sombras, que son más alargadas y duraderas de lo que puedan parecer.
A veces, la muerte como espejo, no necesita muchos minutos para ser bien contada. Aquí pueden ver el cortometraje: