Reseña a la película animada "I Lost my Body" de Jérémy Clapin, basada en una historia de Guillaume Laurant, escritor de "Amelie".
I Lost my Body ganó el Premio Nespresso en la Semana de la Crítica de Cannes 2019. El premio es otorgado por periodistas y críticos de cine. El filme fue la primera película de animación en ganar este premio en los casi 60 años de historia del evento. La adaptación de la obra de Guillaume Laurant (El mundo fabuloso de Amelie, El mapa de mis sueños) se dirige a un público adulto que prefiere un historia fuera de los convencionalismos.
El inicio de I Lost my Body es engañoso. Cuando una mano escapa de un laboratorio y se lanza en una gran aventura, piensas que has aterrizado alternativamente en una película de terror o en una comedia. Algunos de los encuentros son sorprendentemente brutales, otros son divertidos. Sólo poco a poco nos damos cuenta a dónde va la mano y quién era su dueño. Cada vez se añaden flashbacks, tanto de la infancia de Naoufel (nuestro protagonista) como de su vida adulta. Estos recuerdos son a veces cronológicos, pero a menudo no. Estas escenas se arman como un rompecabezas, creando un marco a esta odisea.
¿Cómo perdió la mano Naoufel? ¿Qué le ha pasado? - preguntas que dan paso a tiempo, al retrato de un hombre que está perdido desde su nacimiento. Siendo muy joven pierde a sus padres, terminando con parientes a los que no les importaba, trabaja en empleos que odia, para luego encontrar el real propósito, no solo en su vida, sino también en su corazón. Porque ese es uno de los temas de esta película, los comienzos. Esta película francesa muestra que a menudo no tenemos control sobre nuestras vidas, pero que somos el resultado de muchas coincidencias. Pueden ser de naturaleza hermosa o incluso muy tristes, pero estas podrían determinar quiénes somos y qué sucede con nuestras vidas de una manera u otra. Con I Lost my Body encuentro consuelo en el hecho de que esta vida sigue adelante aunque no funcione de la manera que imaginamos.
Este tipo de consuelo a menudo se vuelve un poco cursi en las películas. Pero el director Jérémy Clapin, quién escribió el guión en conjunto con Laurant (su autor), se niega a estar a la altura de las expectativas y ha creado una película poética y reflexiva mejor que cualquier otra en los últimos años. Este ambiente de ensueño se ve reforzado por un efectivo diseño de sonido y música de Dan Levy, parte del dúo francés The Dø. Cuando recorremos la oscura y fría ciudad con nuestros oídos, buscando con Naoufel el horizonte cubierto por las casas, sintiendo el viento y escuchando la lluvia, nos sentimos cómplices de sus sentimientos. I Lost my body es una película que al mismo tiempo está fuera de este mundo y sin embargo se ubica justo en medio de él. El filme te despierta el sentimiento de estar presente, mientras somos arrastrados por la vida por una corriente impredecible, en busca de sujeción, amor y nosotros mismos.
A lo largo de su búsqueda, la valiente extremidad se encuentra con obstáculos y toca varios materiales que desencadenan recuerdos. Este descubrimiento táctil del mundo se hace eco de la exploración sonora que fascinó a Naoufel en su infancia. Las escenas retrospectivas revelan que el niño, con un casco atornillado en las orejas, graba constantemente todo lo que lo rodea. Como adulto, Naoufel escucha estas instantáneas de sonido. Momentos fuera del tiempo, capturados para siempre, hacen que Naoufel pueda revivir secuencias de su vida pasada sin cesar en su grabadora. En este universo girando sobre sí mismo, los recuerdos sobreviven a través de las voces de aquellos que ya no están. Estos cassettes que capturan momentos de la vida hacen eco de esta búsqueda de identidad que recorre la película. Pero al manipular este recuerdo, Naoufel también corre el riesgo de ser perseguido por estos espectros de sonido. La mano errante quizás busca, después de todo, encontrarlo para traerlo de vuelta al presente y, sobre todo, a un futuro que imaginar.
A su manera, I Lost my Body, es una historia de aprendizaje, de domesticación, tanto de uno mismo como de lo que nos rodea. La narración, particularmente esta bien articulada, por lo tanto tiene lugar en varios niveles y temporalidades: el fondo, cronológico, que nos sumerge en el presente de Naoufel, el de la mano en su búsqueda, que pertenece a una temporalidad diferente pero que, en a medida que se acerca a su objetivo, se adapta un poco más al presente para crear una reunión llena de emoción entre las dos temporalidades, y luego la de los recuerdos emocionales y sensoriales de la mano de varias acciones del personaje.
A través de esta búsqueda, el director cuestiona nuestra relación con nuestro cuerpo y coloca los usos inconscientes a los que este está sujeto, devolviéndole su dimensión poética y filosófica. ¿Es al perder tu cuerpo que lo encuentras más completa y verdaderamente? Y esta pregunta del cuerpo lleva al cuestionamiento de otro tema: la noción de destino. Esta espada de Damocles, encarnada por una mosca que podemos elegir ignorar o que trataremos de atrapar bajo nuestro propio riesgo, resulta interesante. Mas no le tengo respuesta, aun no llego a ese nivel.
El silencio, la contemplación, las dudas también se le da un lugar importante en la película, tanto visual como narrativo. La ocasión para una introspección única en la vida, a través de los ojos de Naoufel, quien va a encontrar un eco en los corazones de los espectadores adultos y adolescentes.
Raramente hemos visto una película animada tan encarnada, a todos los niveles. Por sus palabras, su forma frontal de escenificación, de acercarse al cuerpo y lo inofensivo, y por la voluntad que anima el personaje de Naoufel. Extraordinaria fábula acerca de la soledad, y esa constante búsqueda no de la felicidad, sino de momentos felices.