Reseña al documental "The Biggest Little farm" dirigido por John Chester, protagonizado por el mismo, su esposa Molly y muchisimos animales.
En los últimos años se ha producido un cierto replanteamiento en el ámbito de la agricultura sostenible, que se debe menos a decisiones políticas o a un cambio de rumbo por parte de las grandes empresas que al cuestionamiento de los consumidores, que ahora también reconocen las consecuencias de los monocultivos. El documental The Biggest Little Farm presenta un proyecto muy especial, que revela interesantes dependencias en el ciclo de la naturaleza.
En un mundo globalizado, donde todo se envía de un lugar a otro, donde el transporte es más barato que la producción, y que a menudo no estamos claros de dónde vienen nuestros alimentos y aún más difícil que el "de dónde" es la pregunta de "cómo" se procesan. Hay que reconocer que entre tanto barullo, se ha tomado conciencia de que tal vez no hay que meterse en la boca todo lo que se ofrece a bajo precio en los supermercados y que el cultivo ecológico es más beneficioso para la salud. Pero lo que eso significa exactamente, qué dificultades se asocian a ello, pocos consumidores saben. Es ahí donde entra esta fascinante aventura.
Todo comenzó con un perrito llamado Todd, al que Molly y John Chester adoptaron y amaban, pero que ladraba demasiado cuando ambos no estaban en casa. El resultado fue el desahucio de su departamento por parte del propietario, por lo que ambos deciden perseguir el sueño de Molly, mudarse al campo y vivir en una pequeña granja.
El objetivo era claro: la agricultura ecológica, crear un ciclo en la naturaleza que se encontraría a sí misma, evitando cualquier plaguicida ya que sería intervenir con la naturaleza misma. Este pedazo de tierra en las colinas de California fue lixiviado. Había árboles y arbustos muertos por todas partes, el suelo era arenoso y las tuberías de agua tan frágiles que mejor era reemplazarlas por completo que tratar siquiera de reparar. Ya al principio se preveía que este proyecto duraría varios años.
Para Molly y John Chester, un revés tras otro se revela, pero también muestra al espectador cómo funciona el ciclo de la naturaleza y cómo surgen las dependencias. Para cada problema hay una respuesta, después de cada contratiempo habrá éxito. Con un tiempo de ejecución de sólo 90 minutos, el trayecto de siete años se siente una brevedad, tampoco no se toma mucho tiempo para reflexionar profundamente, entender e interiorizar lo que acabas de ver.
Con The Biggest Little Farm, Molly y John Chester presentan un interesante documental sobre el ciclo de la naturaleza, que será de especial interés para los espectadores más jóvenes y el público interesado en el tema. Sin duda se puede aprender mucho sobre las diferentes dependencias de la naturaleza.
The Biggest Little Farm es también una demostración idílica de buenas y honestas personas, en la cual la audiencia recibe mucha información, pero ciertamente, a menos que ya tengas experiencia en el cultivo, todos estos datos resultaran fascinantes. El hecho de que no tengan ni idea de lo que están haciendo les dificulta las cosas. Pero no se alejan de la meta y aprenden en la marcha nuevos medios de cómo solucionar alguna situación, ese espíritu de curiosidad es transmitido con eficacia en varias secuencias. Es cierto que los Chester se muestran comprensivos y llenos de mucha paciencia cuando defienden un mundo mejor. Son realmente admirables.
El filme se vuelve emocionante desde el momento en que surgen los problemas. Y hay muchos de ellos. Hay coyotes merodeando por ahí, matando pollos y patos. Las aves se ciernen sobre los árboles frutales hasta que sólo quedan restos de las frutas. Una plaga de caracoles lleva a la familia casi a la locura. Plaga tras plaga se van extendiendo, las especies más diferentes, con sus propias metas, cada una de ellas un reto con el que los Chester no saben qué hacer. Es impresionante como la pareja todavía puede sobrevivir, aunque la naturaleza misma está constantemente poniendo obstáculos en su camino.
La película es también una declaración de amor a la naturaleza, donde un elemento llega tras otro. El paraíso es sólo un paraíso si funciona de acuerdo con las propias reglas de la naturaleza.
Y, sin embargo, The Biggest Little Farm es una hermosa película que ofrece imágenes maravillosas de los animales y las plantas, y de su evolución. El atractivo del documental radica en el hecho de que se ha realizado a lo largo de muchos años, y que el público está presente desde el principio, desde la aridez encontrada hasta cuando un paisaje floreciente emerge gradualmente. Conocemos desde animales de granja y especies de insectos hasta serpientes, búhos y ardillas de tierra. Algunas de ellas crecen tan cerca de tu corazón que realmente te vuelves un poco melancólico cuando bendicen lo temporal. Y aunque a veces la narrativa se vuelve un poco ingenua, no podemos escapar y dejar de maravillarnos por muchas de las secuencias, personajes y su enérgica narrativa, todo perfectamente creado para hacernos sentir un poco más en contacto con la naturaleza.