Reseña a la película "Esto no es Berlín" de Hari Sama. Protagonizada por Xabiani Ponce de León y Hari Sama.
Con Esto no es Berlín el cineasta mexicano Hari Sama ha realizado, como él mismo dice, una película semi-autobiográfica.
El film retrata la Ciudad de México de la década de los ochenta. Cuenta la historia de dos adolescentes que, poco antes del Mundial de Fútbol de México de 1986, conocen el mundo del sexo, las drogas y el rock'n'roll, a partir de lo cual sufren un proceso de transformación de sí mismos y su visión del mundo.
Es una historia de lo doloroso que resulta crecer, con un lento inicio, pero con un efectivo tercer acto.
La vida de Carlos (Xabiani Ponce de León), de 17 años, transcurre -además de su vida cotidiana escolar- principalmente entre su casa y la de su mejor amigo Gera (José Antonio Toledano). Escuchan música juntos, mirando revistas porno y admiran a la hermana de Gera (Ximena Romo), la mujer al frente de una banda gótica que celebra fiestas salvajes por la noche y a la que le encanta recitar poemas. Y cuando lees sus ojos, es obvio: Carlos no sólo adora a Rita, sino que está muy enamorado de ella.
Carlos también está fascinado por los videojuegos. Junto con su tío Esteban (interpretado por el propio Hari Sama) juega con las pequeñas arcades y a través de ellas conoce un poco más del mundo adulto. Cuando el teclado de la banda de Rita se estropea, Carlos es capaz de repararlo, y como agradecimiento a él y a Gera se les permite ir a la discoteca El Azteca por la noche, algo con lo que han estado soñando por tanto tiempo. Esa noche en la discoteca cambiará sus vidas.
Carlos y Gera se sumergen en un mundo de protesta, autoconciencia y disolución de fronteras, un mundo que se retrata de una manera muy auténtica. Los jóvenes se expresan con música alta, versos gritados, intoxicación con alcohol y drogas, en proyectos de arte de todo tipo y en experimentos sexuales. Todo está permitido, cuanto más diferente y nuevo, mejor. Los dos amigos, que son llamados "bebés" por todos, se aventuran por su cuenta en los clubes de moda de la ciudad, donde, según ellos, tiene lugar "la vida real".
Y es Carlos quien empuja sus límites hasta horizontes más lejanos. Se hace amigo de Nico (Mauro Sánchez Navarro), un artista homosexual que ejerce una gran influencia en Carlos, quien primero observa y luego accede a experimentar y participar en nuevos eventos. Es así como Carlos es empujado hacia el centro del arte de la actuación protestante.
Esto no es Berlín se pierde una y otra vez en el ajetreo salvaje de la adolescencia y por lo tanto su historia principal se siente confusa: La trama se siente que tarda mucho en desarrollarse cuando se despliega este "nuevo" mundo para Carlos. Así como Carlos se aferra literalmente a su visión admirativa de todo, así también la narrativa se siente atascada, lo que puede ser intencional, pero no necesariamente hace ningún bien a la historia. Pero luego Hama toma un segundo aire: con la transformación de Carlos en un miembro activo del grupo, la trama se acelera y se vuelve más agradable.
Sin embargo, una compilación de la historia y el desarrollo de personajes secundarios importantes como Esteban, a nuestro juicio, habrían hecho bien a la historia de la película. Al respecto, la película no se decide en qué enfocarse, oscila entre diferentes objetivos - y ese es el verdadero punto débil del filme.
En lo que a la historia respecta, esta logra hilvanar al final. Sin embargo, si nos referimos al arte, lo experimental y la experiencia, entonces el final es demasiado agradable, demasiado ordinario, poco original.
Pero tal vez eso es lo que sucede cuando procesas tu propia historia en una película. La película a veces parece como si el cineasta estuviera plasmando sus recuerdos en diferentes secuencias, pero sin tomar en cuenta si estos importan o no al espectador.
Sama no es ajeno a las artes escénicas y el sonido de la Nueva Ola, tambaleándose en las complejidades de su formación musical (su banda Eurídice tiene fuertes influencias de Post Punk Revival) e introduciendo la cinematografía acelerada y colorida para ponerle nombre a esas memorias.
Esto no es Berlín puede ser un poco desconcertante en algunos momentos, pero es la versión salvaje de la adolescencia de un buen narrador.
