Reseña a la película argentina "La Odisea de los Giles" de Sebastián Borensztein con Ricardo Darín y Chino Darín.
Cuando Fermín (Ricardo Darín) la ex estrella de fútbol de una pequeña ciudad argentina se retira, luego se convierte en un miembro honorable de su comunidad, donde todo el mundo le respeta y admira y aún recuerdan sus hazañas como jugador. Tiene una esposa e hijo, amigos en la ciudad y una buena vida. Cuando él y la gente del pueblo —incluidos Fontana (Luis Brandoni), Carmen (Rita Cortese) y demás, invierten en una cooperativa para así mejorar la calidad de vida de ellos y ofrecer un crecimiento industrial al pequeño pueblo donde viven, sus esperanzas y dinero quedan atrapadas en una idea para inversión. Todo esto ocurre en 2001.
Argentina experimentó una gran depresión financiera en dicho año, dejando a casi el 70% de la población en la pobreza extrema, lo que provocó que la mayoría personas vaciaran sus cuentas bancarias y por consecuencia los bancos se vieron obligados a cerrar. En un intento por mitigar el creciente pánico bancario, el gobierno argentino congeló efectivamente todas las cuentas bancarias, limitando los retiros a la suma menor de $ 250 por semana.
El cineasta argentino Sebastián Borensztein (Un cuento Chino, 2011) toma esta crisis como plataforma y basándose en el libro “La noche de los perdedores heroicos” de Eduardo Sacheri, la convierte en el escenario de La Odisea de los Giles, un filme que encuentra humor en una época de la historia argentina caracterizada por el miedo y la miseria.
La Odisea de los Giles no tiene giros sorpresa ni arcos de suspenso. Es una comedia bien hecha sobre un grupo de inadaptados que aspiran a salirse con las suyas. Es una historia desvalida de principio a fin, y la fusión entre una narrativa simple y la comedia sería el eje más importante dentro de la narrativa, encontrando balance entre estos dos géneros. Borensztein gasta una cantidad abrumadora del tiempo de ejecución configurando el atraco final, y aunque finalmente vale la pena, una gran parte del núcleo de la película se agota extenuantemente para completar un espacio de dos horas que podría haberse cortado fácilmente a la mitad.
Las obvias referencias a las muchas películas de robo son claras, pero de alguna manera resultan justificables y dentro de una realidad imaginaria. el uso de la supuesta tecnología, espionaje y trucos de desviar la atención, en vez de ser tomados en serio, caen dentro de lo gracioso pero con una mirada objetiva, incluso, ciertas situaciones (como el de posiblemente enamorar a una muchacha) que son repetidamente contadas, tienen un giro inesperado y va acorde con la lógica del personaje expuesto.
Sin embargo, lo que la película tiene también como valor agregado es un buen elenco, con suficiente carisma y química para dar vida a personajes planos. Como Fermín, Ricardo Darín desarrolla el simple concepto de un marido y un padre abatido pero determinado, cuyo coraje supera fácilmente los muchos, aunque esperados, obstáculos. Como el amigo de Fermín, está Antonio un Luis Brandoni que roba cada escena, atrayendo nuestra atención con mucho carisma, mientras que el director, estratégicamente, le da a otros miembros del elenco su tiempo para brillar. Manzi (Andrés Parra) como este villano caricaturesco, cuyo impulso nunca se explica o justifica, esta mal escrito y subdesarrollado, es más un comodín para generar la excusa del robo que ser una real amenaza.
La Odisea de los Giles es una película sin mucha ambición, la cual funciona mejor cuando no se toma demasiado en serio. En su primera mitad, se burla de la exploración del sistema sociopolítico de Argentina, así como de la desigualdad de clases. Pero cualquier mensaje importante que intente señalar se nota borroso cuando la película cambia su tono de drama a comedia en la segunda mitad, y afortunadamente también, ya que esa es la mitad que funciona mejor. Borensztein se propone entretener al público, y logra su propósito.