Mientras todavía se enfoca en el terreno conocido de la tradición mitológica y la realidad moderna, Jayro Bustamante cuenta en La Llorona una historia de terror político capaz de perseguir mucho más allá de los arcos amenazantes de un fantasma.
La leyenda de La Llorona, la mujer que fue abandonada por su esposo y que luego ahogada por el dolor y la ira a sus hijos, y que luego que fue sentenciada a seguir viviendo para siempre en la miseria y causando miedo a los demás, ya ha sido utilizada en múltiples narraciones cinematográficas ( como el reciente thriller del universo "Conjuring" ) que se centraron principalmente en los puntos de miedo de los que surge el mito.
Sin embargo, en su La Llorona, lo que Jayro Bustamante logra hábilmente es tomar un arquetipo del terror latinoamericano y convertirlo en un símbolo trágico de las heridas políticas y sociales de la región. Este fantasma no es una figura que vive en el terror, sino un genio nacido del odio, el genocidio y los crímenes políticos, condenado a perseguir no porque satisfaga sus impulsos satánicos sino porque ha sido víctima en su expresión más cruel.
Bustamante ya ha demostrado, tanto en Ixcanul como en Temblores aún inéditos, notando que disfruta de narrativas llenas de contradicciones sociales y la vida moderna de su país, abordando el conflicto entre la tradición y el "ahora", o el conflicto de los deseos personales y la decisión de decidir entre lo correcto y lo incorrecto en la religión.
De manera similar a La Llorona, que lo reúne con la mayoría del elenco de Ixcanul, Bustamante se centra en el terreno común de los contrastes, mirando detrás de la comodidad de la burguesía blanca de Guatemala, tratando de comprender lo que está sucediendo detrás de las frías sonrisas antes de que estallen en voces de rabia y revuelta.
Su narrativa comienza cuando un ex general durante el conflicto armado en el país a principios de la década de 1980 es juzgado por los asesinatos en masa de indígenas indígenas. Debido a su edad, ahora sufre de alguna forma de demencia senil, lo que dificulta que su familia acepte el papel que pudo haber jugado en el genocidio maya. La corte resulta ser igual de vaga, lo que lleva a la absolución, a pesar de que los testimonios de mujeres indígenas cuentan historias espeluznantes de misoginia, superioridad de clase y esclavitud sexual.
Entonces, cuando la gente se reúne alrededor de su villa exigiendo justicia social negada por la corte, una nueva ama de llaves viene a trabajar bajo la supervisión de su familia. Al mismo tiempo, el general acusado, ahora recluido en su hogar escucha por la noche, por los los pasillos de su casa los llantos atormentados de una mujer. ¿Es el espíritu de Llorona quien regresó para reclamar la ignorada justicia de su pueblo, o las meras fantasías de un anciano senil siendo perseguido por la culpa?
Si bien la respuesta a esta pregunta no es exactamente el final de la narrativa de Bustamante, sino la ocasión de explorar y resaltar la cruel estratificación de Guatemala (y, por extensión, América Latina en su conjunto), sus abierta heridas han desaparecido hace mucho; una mediocre cicatrización y, en el contexto de la tradición, el poder de la religión y el misticismo incluso en una sociedad moderna, todo con un revestimiento de realismo mágico que revela lo que la lógica estricta mantiene suprimida.
Por esta razón, La Llorona no da miedo en el sentido clásico del género, pero termina siendo inquietante ya que revela que el verdadero terror tiene su origen y final en el hombre mismo. Ciertamente, la atmósfera de la película se basa en la iconografía del terror, ya que Bustamante se inspira en las sombras, la oscuridad y las alucinaciones, para crear un microcosmos estrechamente estructurado, sin volverse hablador o incluso particularmente morboso, su verdadero poder viene donde los elementos del terror tocan la realidad.
La Llorona funciona mejor en sus silencios, sus callejones oscuros y los ataques del pasado que resultan mucho más persistentes que la maldición de cualquier fantasma, lo que finalmente hace que la película hable un "lenguaje del terror" para decir mucho más. Historia complicada y espeluznante.
Bustamante siempre mostró una perfección artística que le permitió volverse descriptivo sin probar muchas palabras. La Llorona no solo amplía su vocabulario, hace que sus imágenes sean aún más mitológicas y agrega más páginas a una filmografía ya muy personal e interesante que no solo muestra amor por el cine del género, sino que, además, guarda honor a los fantasmas de nuestra sociedad.