Xavier Dolan (Tom at the Farm, I Killed my Mother), con ya treinta años y, gracias a su ya impresionante trabajo en siete películas, ha superado el estatus de prodigio del cine.
Con Matthias & Maxime su octava película, cuenta la amistad entre los dos protagonistas mencionados, quienes se conocen desde la infancia. Maxime, apodado Max (interpretado por el mismo
director Xavier Dolan), viajará a Australia por un tiempo largo y decide crear una enorme despedida con sus amigos. Esta acción no solo afectaría la relación de ellos dos, sino de todo su círculo de amigos. Matthias (Gabriel d'Almeida Freitas) quien ya tiene éxito como socio junior en un bufete de abogados en Montreal y pronto formará una familia, es la otra cara de la moneda de todo el grupo. Max todavía está atrapado en la situación de su Madre, que es una ex alcohólica, y que su futura estancia en Australia pondría su vida en peligro, ya que sin la supervisión de este, ella podría caer de nuevo en vicio. Pero primero es hora de decir adiós, y eso significa toda una serie de fiestas para Max, Matthias y sus amigos.
Con Matthias y Maxime, Dolan marca el regreso a su natal Quebec y notamos lo cómodo que se siente allí. La primera buena sorpresa de este octavo largometraje es confirmarlo. De hecho, Dolan se siente en su ambiente, lejos de la pesadez inherente a algunas coproducciones internacionales; encuentra su toque personal al abordar esta historia de dolorosa amistad, que es el tema central, repitiendo la historia de una relación madre / hijo común en su filmografía, y desarrollando una reflexión sobre el poder y las relaciones a distancia. Un beso seria el catalizador del desorden experimentado por Maxime e incluso los espectadores que no conocen el estilo narrativo de este joven autor no podrán negar la sinceridad de un cineasta que se inspiró en una experiencia de vida propia, y allí entenderán como esta acción complicaría toda la trama. A veces, un beso no es solo un beso.
A pesar de la banalidad, incluso el sentimentalismo acerca de las memorias del realizador, la historia da a lugar a escenas agradables del grupo de amigos, que nos permiten disfrutar el talento joven y cómico del realizador. Gabriel D'Almeida Freitas en el papel de Matthias, Pier-Luc Funk, Samuel Gauthier y Antoine Pilon, resultan con tan buena química en pantalla que es una delicia verlos en acción.
Dolan manipula el auto-desprecio con júbilo, lo que sugiere que él mismo parece abrumado por esta nueva generación. Sin embargo, alguno de los diálogos pueden parecer superficiales y demasiado volubles. La histeria inherente a la dramaturgia de Dolan funciona menos cuando hay demasiados personajes, como es en la presente.
Sin embargo, esta no es solo una película sobre un amor oprimido, sino también una oda a la amistad, a través de varias formas y rituales. Es una película sobre ese momento en el que te das cuenta que la juventud ya ha terminado, pero aun así quieres apegarte a ella, porque esa fase de la vida está llena de libertad y oportunidades.
Especialmente en la primera mitad, el filme es típico de Dolan, lleno de energía, con muchas escenas grupales en las que se habla de forma rápida y ruidosa y la cámara salta de una a otra. Esta es la norma en la narrativa del director, bastante agotadora y desafiante. Cuando el drama crece, la película se siente más tranquila, casi elegíaca y desprende un sentimiento de romanticismo- como tratando de mostrar su enfoque estilístico y narrativo, al igual que su protagonista, que está en una fase importante de su vida. Dolan en esta etapa nos conduce a aguas más tranquilas y reflexivas, pero esto es ya en su tramo final. Debido a que sus películas siempre hacen referencia a la biografía y la vida del director, esto parece bastante comprensible. Al final solo nos queda el silencio, la serenidad, y Dolan lo sabe.
