La idea detrás de Perfectos Desconocidos es tan tentadora y versátil que ya se han realizado siete versiones de la misma película. Tres parejas amigas (Damien Bichir, Manuel García-Rulfo, Miguel Rodarte, Ana Claudia Talancon, Cecilia Suárez y Mariana Treviño) y Franky Martin se citan una noche para cenar juntos. La conversación recae sobre el uso de teléfonos móviles y se propone un juego con un perfil dudoso: compartir todas los mensajes que lleguen a cada uno de los invitados y deberán leerlo en voz alta.
Alrededor de esta idea simple y sutil crece un guión con diálogos directos, agudos y lúcidos, que al mismo tiempo, presentan emblemas de la vida cotidiana, de una multiplicidad de vida común que satisface la integridad y la puntualidad, intersectando experiencias paralelas entre adolescentes y adultos, insinuando lo que ocurre dentro de nuestras vidas privadas y la pública, arrastrando a cada personaje a un proceso tragicómico de revelación donde la intimidad se convierte en un recuerdo y la fragilidad del espíritu emerge en todo su desestabilizadora esencia.
Mientras que en el cielo un eclipse aplica un filtro lunar oscuro, lado a lado siete amigos reconocerán renuente como en lugar de las personas que creía conocer tan bien, serán expuestas al escrutinio público sin posibilidad de apelación.
Un factor común entre los diferentes personajes y sus personalidades es el uso del teléfono móvil y su respectiva tarjeta SIM, un verdadero simulacro de la sociedad moderna, con nombres en la agenda telefónica que se pueden asociar con cualquiera, esos mensajes de texto o mensajes multimedia con imágenes a veces de curvas peligrosas que han metido a más de uno en problemas, parece como jugar al antiguo juego de la botella para pedir penitencia no para acusar. La conciencia de cada uno de ellos, quien, descubierto, se avergüenza de la falsedad con la que se encuentra a sí mismo y a los suyos.
Entre hombres y mujeres no hay diferencia, y es aquí donde la habilidad del director Manolo Caro y, en general, los actores ayudan a involucrar al espectador de manera empática, dejándolo a merced de los evento y la imprevisibilidad de lo que va a pasar cuando todo comienza a desmoronarse. Uno se siente constantemente arrastrado al baile porque termina identificándose en una de las personalidades caracterizadas, con momentos de reflexión sobre temas actuales, aunque quizás el director, para dar una imagen didáctica a la historia, nos regale todo un menú de pistas predecibles.
Perfectos desconocidos la versión del director mexicano Manolo Caro ( La Casa de las Flores, 2018) cree que una cena es el pretexto para revelar el alma oculta de nuestra existencia. La película resulta ser un trabajo que ha sido bien recibido por el público, oscilando entre la comedia y el drama (mayormente en las escenas finales).
La mayoría de las secuencias son casi teatrales, recreadas en en una sola locación donde la cámara fluye entre los rostros de los personajes frente a la mesa, describiendo temas reconocibles en la vida real, reuniendo a un elenco de excelentes actores que apoyan una historia con temas universales como la amistad, la traición, la relación de una pareja desgastada por los años, la mentalidad obtusa, la intolerancia y un cierto racismo inconsciente.
El guión de Perfectos Desconocidos es simple y por eso funciona. La película fluye rápidamente a pesar de que las risas es sobre todo para el espectador y no para los invitados, con una sorpresa final que nos hace comprender la frecuencia con la que las cosas que nos rodean resultan perfectamente conocidas.