A diferencia de los libros de la Trilogía del Milenio, La Chica en la Telaraña no fue escrita por Stieg Larsson, sino por el periodista sueco David Lagercrantz. El libro se publicó en 2015 como la cuarta parte y continuación de la Trilogía. La película se filmó a principios de 2018 en el estudio Babelsberg, en Berlín, Hamburgo y Estocolmo. El costo de la producción fue de alrededor de 45 millones de dólares. El guionista y director uruguayo, quien ya se había dado a conocer con el terror de Evil Dead y Don’t Breathe, Fede Álvarez, dirigió la película.
Como sea que digan, en Hollywood siempre saben cómo oler el aire que atrae público a las salas y en tiempos de redescubrir el orgullo femenino, siguiendo las acusaciones dirigidas a Harvey Weinstein, un caso que ha abierto la llamada caja de Pandora sobre el machismo en el mundo del cine, estrenan esta película, y parece perfecto el momento para llevar a la gran pantalla a Lisbeth Salander.
De ser la misteriosa, enojada y punk anti-heroína Lisbeth Salander, en esta nueva versión cinematográfica, se convierte en una especie de mujer James Bond: una supe-heroína invencible que resuelve sus problemas con inteligencia, perseverancia, fuerza y comprensión técnica. Este desarrollo de su figura es, por un lado, positivo, ya que Álvarez no se apoya en el éxito de la película original y niega nuevas formas. Al mismo tiempo, la estilización de la protagonista como un ícono de acción de Hollywood bien planeado es el mayor problema de la película. El personaje, que es originalmente complejo y de múltiples capas, se degenera en una figura unidimensional, que simplemente tiene éxito en todo, lo que reduce la autenticidad de lo que se muestra enormemente.
Álvarez, uno de los pupilos de la escuela de terror de Sam Raimi, fue la primera elección después de la sustitución del director y los principales intérpretes del capítulo americano anterior (no solo Fincher, sino también Rooney Mara es reemplazada por Claire Foy, y Daniel Craig, reemplazado por el insípido Sverrir Gudnason).
Los bonos en 007 aparecen en el sesgo y continúan consistentemente en la trama. Por un lado, están los muchos artilugios técnicos que Salander domina con maestría, como si ya los hubiera usado en varias ocasiones, asumo yo. Del mismo modo, emerge de cada persecución con extraordinario éxito, resulta ser una hacker maestra que resuelve todos los problemas (digitales) mientras se acuesta con súper modelos. Sin embargo: a pesar de toda esta dimensión y conformidad, Claire Foy convence como la famosa hacker con el tatuaje de dragón.
Su penetrante mirada llena de melancolía y su tez pálida, agobiada por las experiencias traumáticas de su infancia adornan a esta nueva versión de Salander. La credibilidad en realidad no se aplica como un atributo a las muchas escenas de acción, sin embargo, los momentos de acción son de ritmo rápido los cual lo hace un gran atractivo. Los puntos destacados incluyen una persecución bien filmada sobre un lago congelado y una explosión abrasadora en la casa de Salander. Con Sylvia Hoeks el filme también tiene una carismática y misteriosa actriz de apoyo, lo que le da a la oponente de Salander una buena dosis de astucia.
Fede Álvarez persigue el clasicismo de una típica historia de espías presentando algo muy diferente de lo que se propuso en las películas anteriores de Millenium, incluido el episodio de Fincher. Las historias de Larsson se originaron a partir de investigaciones periodísticas, a menudo con el objetivo de desvelar la hipocresía de la alta sociedad sueca. Aquí se trata simplemente de un archivo que contiene información para hackear comandos de todas las bombas existentes en el planeta, con el fin de tener acceso privilegiado a la fácil destrucción del mundo, como lo requiere una historia de espías habitual. Y, en la línea del 'archivo del fin del mundo', La Chica en la Telaraña combina esta amenaza mundial con una sub-trama donde está la misteriosa hermana de Lisbeth, que presenta la mencionada amenaza mundial con una amenaza privada. El problema público-narrativo con el problema existencial-privado es manejado de una manera superficial y con poca importancia al resultado final.
Álvarez parece recordar ocasionalmente ser, en primer lugar, un director de horror y, por lo tanto, un director que trabaja principalmente con el cuerpo, sus mutaciones y deficiencias, y esto se destaca en las secuencias donde Lisbeth es herida. Ella está siempre huyendo de las autoridades y persiguiendo a los villanos en su tiempo libre, revelando así una cinética incesante que confunde al espectador. También, si ella está en constante movimiento para hacerle contrapeso tenemos a la aburrida figura de esta versión de Blomkvist, que no se distingue por su sabiduría sino solo por su pasividad, pero al menos será útil para evitar que Lisbeth se lance a una nueva imprudencia. Pero es justo aquí, en la inagotable lucha por la supervivencia de la protagonista y en la indomable batalla por haber ganado contra quienes la quieren destruir y quienes la rodean, en donde veremos el único rescato en la película de Álvarez.