Cuando escuchas el nombre de Cary Fukunaga, lo primero que suele llegarnos a la cabeza es la increíble primera temporada de la serie emitida por HBO, True Detective. Serie que demostró que los detectives son seres humanos, que no resuelven casos en una semana y que Matthew McConaughey no es un actor de comedias románticas. Con un ligero esfuerzo nos topamos con “Sin Nombre”, película ganadora en la edición 2009 del Festival de Sundace y “Beasts of No Nation” con un Idris Elba que merecía ser nominado por la academia. Así que cuando escuchamos su nombre como director de la próxima película de James Bond (la número 25), respiramos en paz porque tenemos un director y guionista con peso, trabajando en la saga.
Sin embargo antes de Bond, este señor ha trabajado con Netflix para la emisión de un remake de una serie noruega llamada “Maniac”. La serie trata sobre Annie Landsberg y Owen Milgrim quienes participan en unas pruebas de un misterioso proyecto farmacéutico que no termina como estaba en planes. Un argumento algo distinto a la serie del mismo nombre emitida en Noruega en el 2014, pero manteniendo su oscuro sentido del humor.
Seamos sinceros, la serie no es para tirar cohetes. No moverá masas como lo ha hecho Stranger Things, pero tampoco es que te hará pasar un mal rato. Al contrario, la serie está plagada de referencias, principalmente a la cultura pop de los 70’s e inicio de los 80’s (La habitación donde deben dejar sus pertenencias es un claro guiño a la nave Nostromo de Alíen). La serie busca perder al espectador y lo consigue desde el inicio. El mundo que nos muestra está lejos de ser real y aun podemos creer en él, porque no solo nos muestra los 70’s en su mejor esplendor si no que hace choques con otros elementos muy actuales. Una atmósfera distopica y retro que no cansa, no abruma y lo más importante, es creíble. Es creíble porque Fukunaga no llena de estos elementos su mundo. Podemos encontrar un robot limpiando en la calle, pero luego volveremos a ver algún otro elemento futurista después de largos minutos de visionado.
La serie maneja esos lugares oscuros del ser humano dentro de la mente y de uno mismo. Lo manejó en True Detective a la perfección con un personaje (no diremos cual) que cruza los límites de la locura con filosofía existencial. Aquí lo hace con un personaje que está lejos de ser “cuerdo” y con otro que aparenta serlo. La forma en cómo somos, como nos manejamos delante de otros, como actuamos ante las adversidades. La ambivalencia de nosotros mismos está expuesta de forma impresionante.
Sin embargo el gran pilar de la serie es sin duda Emma Stone. Ojo, que Jonah Hill logra por creces estar a la altura, pero en nuestra opinión, el guion no le hace la fuerza necesaria para destacar, limitándolo demasiado a un sin número de situaciones en la que debe actuar de una forma específica por su condición (la cual no revelaremos). Mientras que la impresionante Emma Stone destaca por la libertad total que tiene con su personaje y se nota. Ella es creíble en cada uno de los personajes que presenta dentro de los sueños, que son muchos. Los demás (Justin Theroux, Sally Field y Sonoya Mizuno) están correctos.
La música llevada por Dan Romer en su momento destaca y en otros puede pasar muy desapercibida y entendemos que esto es generando los increíbles cambios de los personajes, sin embargo está muy lejos de ser su mejor trabajo y no supera “Beasts of No Nation” y “Beasts of the Southern Wild” con lo cual consiguió una nominación por cada uno.
En definitiva, la serie esta justa. Va a entretener muchísimo y su duración puede variar (hay capítulos que no llegan a los 30 minutos mientras que otros pasan los 40) y eso le da cierta agilidad. Las actuaciones son lo mejor de la serie, dándole el merito a Emma Stone quien carga con la serie en los hombros y la lleva con toda la naturalidad posible. Es un producto que se nota que tiene gran libertad para todo el que trabajo aquí, y eso hoy por hoy, debe valorarse.