Kayla (Elsie Fisher) es una niña estadounidense de 13 años, lo que quiere decir que cualquier día es el mejor o el peor día de su vida. Esta vive con su padre (Josh Hamilton) y, aunque hace videos de autoayuda en YouTube en los que muestra una gran confianza, es una muchacha callada en su escuela y algo rebelde con su cariñoso padre. Su cotidiana vida es un campo minado de crisis de popularidad, amor no correspondido y aburrimiento constante, que la sumergen en lo más profundo de las aguas de las redes sociales. Eighth Grade Dirigida por Bo Burnham, es una película francamente ingeniosa y honesta sobre la vida de cualquier adolescente de estos tiempos. La constante búsqueda de aprobación a través de una vida electrónica y la clara desconexión que la mayoría tienen en sus vidas reales, es lo que retrata a perfección con una ironía aplastante.
A diferencia de otras historias ambientadas en escuelas secundarias norteamericanas, la película explora de manera hermosa y precisa el viaje de los alumnos para tratar de descubrir quiénes son y encontrar su identidad como persona, con todo lo torpe, doloroso, triunfante y momentos de esperanza que vienen con esta etapa de la vida. Nosotros, los espectadores, vemos la lucha de Kayla mientras ella trata de encontrarse a sí misma buscando crear alguien que no es. Como si fuera una película de terror, llena de escenas de monstruos que amenazan a la joven desde todos los ángulos, la película también es un tour de force genuinamente cómico, que nos hace reír a través de muchas situaciones incomodas.
La actriz Elsie Fisher debuta con un manifiesto triunfal para todos los que se han sentido incómodos, incomprendidos y maltratados en un momento en el que solo querían ser entendidos. En una de mis escenas favoritas, Kayla es cuestionada sobre sus hábitos y estilo de vida, por estudiantes de secundaria que ella apenas conoce, cuando uno de ellos declara que ella es parte de una generación completamente diferente a ellos. Debo confesar que me sentí como un anciano. Aunque esta idea es recibida con burla por los demás, reclamando - "¡Solo tenemos cinco años más que ella!, nos hace pensar en la brecha generacional que esos pocos años pueden crear, utilizando ejemplo de aplicaciones de redes sociales que no existían y aludiendo que estas han sido de un gran impacto en sus vidas. En este sentido, Eighth Grade difiere de otras películas sobre la infancia o la adolescencia, que dan fe de la aceleración cultural que caracteriza a nuestra sociedad contemporánea.
Kayla trata de estar en tierra de nadie, que es la escuela secundaria. Es muy consciente de la jerarquía de popularidad que estructura su cohorte, sabe de qué chicos y chicas le gustaría hacerse amigo, pero no puede explicar por qué ellos la rechazan constantemente.De modo que detectamos una incongruencia de valores: Kayla no solo no puede identificar lo que les importa a los niños de su escuela, sino que, lo que es más importante, sus propios valores aún no están claros y están probablemente mal definidos. Es cautivador verla tratar de definirse a sí misma al identificar las cualidades que quiere exhibir o buscar entre sus potenciales amigos.
Aunque la película tiene graves deficiencias, especialmente en su narrativa, Bo Burnham hace del guión una pieza vital en su desarrollo, logrando una hazaña impresionante al mantener una línea entre la burla y la empatía: logra hacernos reír de la inmadurez a veces abyecta de estos niños que juegan a ser adolescentes, y adolescentes que juegan a ser adultos al tiempo que nos recuerda la importancia que atribuimos a esta edad.