En la historia del cine, hay películas que, aunque no sabemos por qué, se quedan para siempre en el imaginario colectivo y se convierten en cultos. "The Man Who Killed Don Quixote" entró en la leyenda incluso antes de su lanzamiento. Llevado a cabo durante veinticinco años por su autor, Terry Gilliam, la película ha tenido varios intentos fallidos antes de esta última versión, presentada en la ceremonia de clausura del 71º Festival de Cine de Cannes. Todo comenzó a principios de la década del 2000, cuando los británicos alistaron a Jean Rochefort y Johnny Depp para interpretar a Don Quijote y Sancho Panza. Todo el mundo sabe el resto, el rodaje se convertirá rápidamente en una fiasco que sumerge la producción en bancarrota, la desafortunada aventura dará a luz al mítico documental “Lost in la Mancha” (Keith Fulton, 2002).
Hay que decir que el tipo no está en su primer intento, el fracaso comercial de su película “The Adventures of Baron Münchhausen” en 1988, le valió ser incluido en la lista negra de los estudios estadounidenses, junto a una cadena de situaciones que se adhieren a la piel de la etiqueta del director más auténtico de Hollywood. Pero él no abandona el proyecto, entre 2009 y 2016, la película conoce cuatro intentos abortados de montaje financiero, hasta que en 2017 el director logra completar el rodaje de su adaptación. Esto es una obsesión que produce una clara unión entre el personaje de Don Quijote y Terry Gilliam, una figura caprichosa que persigue incansablemente su sueño de ficción. El último episodio legal entre el cineasta y su ex productor portugués, Paulo Branco, había amenazado la proyección de Cannes, casi no vemos la culminación de esta increíble epopeya cinematográfica.
Nos encontramos en la película todos los elementos que constituyen las películas de Terry Gilliam: un personaje que huye de una realidad opresora a través de la ficción, el caos que se ha apoderado del mundo, un mundo único y la sensación de claustrofobia que invade a sus protagonistas. El director suele filmar sus películas con amplias tomas que distorsionan la perspectiva y aíslan a los personajes en su entorno, o la cámara se mantiene en constante movimiento, siempre cerca del supuesto desequilibrio, cambiando de un mundo a otro. La película está llena de referencias a sus obras pasadas, como la aparición de caballos y personajes de “Monty Pyton and the Holy Grial” (1975).
Toby (Adam Driver), un joven director cínico y desilusionado, se ve atrapado en la trampa de las locas ilusiones de un viejo zapatero español convencido de ser Don Quijote (Jonathan Pryce). Embarcado en una loca aventura cada vez más surrealista, Toby se encuentra frente a las trágicas consecuencias de una película que hizo durante su juventud idealista: esta película estudiantil, adaptada de Cervantes, cambió para siempre los sueños y esperanzas de un pequeño pueblo español entero. Toby se redimirá a sí mismo y encontrará un poco de humanidad ¿Don Quijote sobrevivirá a su locura? ¿O el amor triunfará sobre todo?
No es coincidencia que uno sea devuelto a las primeras obras de el director norteamericano. “The Man Who Killed Don Quixote” discute el concepto de retorno a los orígenes, hay que volver a conectar con la maravilla de recuperar la esencia de la creación. Toby vuelve a su cine para escapar de este mundo cínico que envenena y demostrarse a sí mismo a través de una novela de iniciación. “El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, la obra de Cervantes, es considerada una de las fundadoras de la literatura moderna. Terry Gilliam, por tanto, se refiere a ella como parte de este movimiento a los orígenes de la ficción. La imaginación de muestra como el único escape del mundo feo que nos estorba, que es la pregunta central que gobierna toda la filmografía de Gilliam y se plantea una última vez en esta obra monumental. Don Quijote vuelve a hechizar al mundo a su alrededor por la forma en que mira las cosas. La película es una invitación a cambiar las apariencias, elegir el sueño y la ficción para reinventar el mundo.
Terry Gilliam tuvo el apogeo de su inspiración en los años 80 y 90 con obras tan abundantes como “Brasil” (1985) o “12 Monkeys” (1995). Pero si este Don Quijote no alcanza las alturas de su período de gloria, tampoco tiene que avergonzar al cineasta. Porque el surrealismo siempre ha impregnado el trabajo del cineasta que siempre es fiel, sin recurrir a los efectos especiales de los éxitos de taquilla: la película culmina en su última media hora centrada en un circo medieval que se instaló en un castillo.
Pero " The Man Who Killed Don Quixote" está luchando por mantener el ritmo durante más de dos horas. Los gags a menudo se caen, y esta oda a lo imaginario parece dar vueltas en círculos por un tercio de la proyección. En cuanto a los actores, no es de lo mejor como en sus obras pasadas: un Jonathan Pryce dando vueltas libremente y repitiendo diálogos, pasando por los papeles secundarios figurativos (Rossy de Palma). Incluso Adam Driver parece ajeno a su personaje, y simplemente compara su papel con el que tiene en “BlacKkKlansman” de Spike Lee, para medir el bajo uso de este estupendo actor. Así que no nos queda más que el hecho de que esta ambiciosa película, con las dolorosas condiciones de filmación y distribución, finalmente se completó con resultados pocos favorables. El Quijote se quedó estancado en su lucha y los gigantes prevalecieron.