En una escena está Paula (la debutante Natasha Jarmillo), sentada en un petate dentro de una oscura habitación mal decorada, con paredes de ladrillo azul. Unos momentos antes, ella fue asaltada y su mochila con su equipo de cámara, le fue robado; recibió varios golpes en la cara y parte de su abdomen. Jesús (Giovanny Rodríguez) se arrodilla ante ella en el piso, escurriendo un trapo con agua y limpiando su rostro marcado con una dulzura inesperada. Por supuesto, es la cara, no son los pies, y sin embargo, queda claro lo que Laura Mora Ortega tiene en mente con esta escena, es decir, la reinterpretación brutal de un pasaje bíblico básico. No es coincidencia, por supuesto, que la figura homónima de su película lleve el nombre del Mesías Cristiano, y no es coincidencia que este Jesús lave precisamente a la persona que podría ser su verdugo, ese es su propósito.
No crean que les conté la película, pues “Matar a Jesús” es más que una simple escena. Paula (Jaramillo) es una estudiante normal. La joven está cursando la universidad y está interesada en el arte y la fotografía. Gracias a su padre, José María (Camilo Escobar), profesor de la universidad, la familia vive en una de las aéreas más cómoda de la ciudad colombiana de Medellín. Todo esto cambia de golpe cuando su padre es asesinado en el camino a casa por dos hombres armados. Paula que está dentro del vehículo y se convierte en testigo presencial del terrible asesinato. El shock de Paula cede a la ira y a su enfado con la policía local, que hace muy poco para capturar al asesino. Esta rabia e impotencia tienen varios nombres: enojo por la corrupción en su país y enojo al asesino de su padre. En una fiesta, no puede creer lo que ve, en el medio de la pista de baile, reconoce al sicario. En busca de venganza, Paula comienza a hacerse amiga del joven. Su relación con Jesús (Rodríguez) la lleva directamente a los peligrosos barrios marginales de la ciudad.
El Jesús de Mora Ortega es uno que ya no se quita el pecado del mundo, sino sobre sí mismo; él es una especie de Cristo reencarnado, agobiado por la carga que soportó a la humanidad. Jesús y Paula se encuentran por primera vez de un vistazo; los ojos se encuentran cuando Jesús escapa.
En “Matar a Jesús”, esta metáfora se afina y se adapta a una realidad social, esta transformación podría ser lo más interesante y consistente en esta película. Comienza con un interés visible en el análisis social y termina la historia metafórica con idealización y los mitos. La muerte del padre se recodifica simbólicamente en el curso de la película: un orden político se vuelve ético. De hecho, Mora establece un entorno político expuesto en las secuencias después del asesinato. Paula pertenece a un grupo de estudiantes activistas que debaten con celo la legislación sobre educación y planean protestas contra los recortes presupuestarios en las universidades.
El padre de Paula enseña filosofía y sociología en la universidad. Parece ser su especialidad, lo cual indica un asesinato político. Luego vemos como la política también se ve envuelta dentro de los que deben hacer justicia y ley, los archivos del caso están apilado en una de las esquinas de las oficinas de las autoridades, que dan fe a una parálisis dramática del sistema judicial de una inestabilidad nacional básica.
Laura Mora Ortega muestra delicadeza en el tratamiento de un tema de equipaje psicológico consecuente. Su narración sabe cómo mantenerse en una dinámica visceral, como si el estrés causado por los disparos venía de la nada y, sin embargo, eran responsables del colapso de la existencia de toda una familia. La tensión permanece palpable a lo largo de la historia, salpicada por explosiones de ira, también impredecibles. Y detrás de este estado de ánimo febril permanece de manera permanente una duda extraña, que no está en la parte de Paula o en su cobardía, ni su ternura romántica, y mucho menos la vibra erótica a los avances indecisos de este Jesús sicario, un hombre pobre que es a su manera una víctima de la explotación social cercana en la anarquía de los barrios desfavorecidos de Medellín. Colombia es un país de drogas, país de violencia y hasta hace poco también país de guerra civil. No faltan los clichés para describir a esta nación sudamericana cuyo reflejo cinematográfico es bastante discreto en las pantallas del mundo, pero que el cine mundial, principalmente el norteamericano, ha sabido explotar a través de series de televisión y películas biográficas de sus principales capos.
“Matar a Jesús” vive de su autenticidad. La directora Laura Mora Ortega procesa sus experiencias personales en este thriller. La bulliciosa metrópoli del crimen de Medellín los llena de actores amateurs y usualmente los sigue de cerca. La historia de venganza y corrupción expone a sus personajes a los problemas humanos. Una película tensa, importante e impresionante para una novel directora.
"Matar a Jesús" se presento en el Festival de Cine en Miami 2018