Las primeras secuencias después de los fabulosos créditos de “El Autor” están hechas para crear el contexto de nuestro personaje. En esos minutos conocemos el sueño y la frustración de este. Desde la plataforma que crea Manuel Martin Cuenca (Canibal, La Flaqueza del Bolchevique), es que seremos testigos de las acciones y los personajes que estarán envueltos
Álvaro (Javier Gutiérrez) es bajo de estatura y muy pausado en las cosas que hace. Trabaja como notario en una oficina de abogados en el centro de la ciudad. Sus días están acompañados por una constante e interminable conversación de su colega, interrumpido solo por el chirrido de un abanico. A pesar de estar desesperado por escribir una novela de literatura, está a la sombra de su esposa Amanda, que acaba de publicar una novela “popular” y está teniendo mucho éxito: un hecho que todos, desde su maestro de escritura (Antonio de la Torre) hasta sus compañeros de trabajo, le recuerdan constantemente. Cuando se ve obligado a tomar unas vacaciones de su trabajo y descubre que su esposa está teniendo una aventura, Álvaro lo ve como el momento perfecto de iniciar su carrera como escritor, y posiblemente su vida, entonces decide mudarse a un edificio de apartamentos.
Después de ser reprendido por no mantener las cosas "reales" en sus escritos, Álvaro ve la mudanza a su nuevo apartamento como una oportunidad para crear historias y comienza a tratar a los otros ocupantes del edificio como personajes esperando ser manipulados. Aprovechando la información que le ofrece la portera del edificio (Adelfa Calvo), comienza a grabar discusiones entre sus vecinos mexicanos Enrique (Tenoch Huerta) e Irene (Adriana Paz), cuyas conversaciones de cocina se desarrollan al alcance del oído de su baño. Y es allí donde la siniestra musa hace su aparición.
“Sin conflicto no hay historia, no hay acción, no hay vida ", Manuel Martín Cuenca, entra en pleno proceso de creación literaria, adaptando la novela de Javier Cercas para hablar sobre el bloqueo creativo, las musas, la fama o los límites del plagio. Cuenca demuestra una vez más que es un excelente director de actores y actrices. Como es habitual en todo su trabajo, describe personajes ordinarios, individuos grises, con más sombras que luces, seres atormentados que impregnan el camino cómico cotidiano. Su Álvaro lleva todo el peso de la acción, ya que a través de este es que nos vamos envolviendo en la espiral de su mente y sus acciones, Sin querer, seremos cómplices silentes de cada acto de manipulación, de cada resultado, de cada plan. La película recupera la tradición iniciada por Saúl Bass, para dar relevancia a los títulos de crédito iniciales como un medio para generar una expectativa de audiencia.
Las secuencias del final tienen un diseño muy cuidado, acompañados de una canción cariñosa de José Luís Perales como preludio de lo que vendrá después, y no desilusionados. El resultado nos deja con una sensación indiferente que nos anima a pensar que enfrentamos una buena historia, pero que se resuelve de forma apresurada. Hasta ese momento el guión estaba aferrado y bastante intrigado, así que no podemos llegar a otra conclusión de que es algo deliberado, precisamente para involucrar al espectador de la audiencia a meditar en finales alternativas que se ajusten mejor a la trama y así regalar, incluso si es solo por un momento, la sensación de sentirse autor.