La pelicula cubana "Últimos días en La Habana" cuenta la historia de dos amigos, Miguel (Patricio Wood) y Diego (Jorge Martínez), con muy diferentes sueños: Miguel quiere emigrar a los Estados Unidos, mientras que Diego quieren seguir disfrutando de lo que le queda de vida ya que padece de una enfermedad terminal. Ambientada en a La Habana moderna, Miguel trabaja como lavavajillas y esta impacientemente esperando sus papeles, Diego padece el Sida y vive cada día como si fuera su último, tratando de preservar su alegría de vivir, de gozar de lo que aún le queda, aunque sólo pueda hacerlo postrado desde su cama.
El escritor y director, Fernando Pérez, ha basado su historia en las vidas de los habitantes de un edificio de viviendas. La película resultante presenta un vibrante caleidoscopio de emociones. Desplegando imágenes crudas, esta historia de una inusual amistad también proporciona una visión de una cultura en transición que requiere malabares y irremediable optimismo. Es una declaración de amor a la capital cubana y a sus habitantes.
Pérez firma un guión tragicómico, que narra muchas precariedades, cosa que el mundo conoce de la hermosa ciudad, así que el director Pérez hace un énfasis importante en la amistad. A través de la mirada muda de Miguel, se vislumbran viñetas de una Habana neorrealista, viviendo una dinámica de la carencia y de la solidaridad, adaptándose como se puede a formas rudimentarias de economía privada con un paisaje en donde cabe el robo de alimentos para reventa. Miguel es un ser acostumbrado, que arrastra a su pasado tal como su lento paso, su cansancio, más que físico, es emocional, una derrota que vive con él y es claramente visible en su pausado hablar.
Diego es todo lo opuesto, trata de llevarle alegría a todos alrededor de él, incluyendo a su compañero de casa, siempre dispuesto a una aventura nueva incluso postrado desde su cama, pero claro de los planes de Miguel. No quiere ser carga pero a su vez se siente agradecido por todo el esfuerzo hecho para su mejoría. Ambos representan miradas diferentes de una Cuba que no presenta mejoría. Por un lado hay una mirada optimista a un futuro condenado, y por el otro, una visión de conformismo y derrota que solo sería diferente si se logra emigrar.
El cineasta cubano alcanzó fama internacional en 2000 con “La Vida es Silbar” (que ganó premios Sundance, Rotterdam y Berlín, además de atraer al Goya a la mejor película latinoamericana), y en 2003 ganó el éxito con el documental “Havana Suite”, una película carente de diálogo, que consta de historias sencillas, girando alrededor de diez personas sin nombre en la capital cubana, que terminó siendo finalista en dos categorías de los premios otorgados por la Academia Española de Cine. Luego filma "Madrigal", "José Martí: el ojo del canario" y "La pared de las palabras".
Pérez presenta en sus películas su amor por una urbe descuidada pero que reboza de vida. Presenta a los cubanos como lo que son, seres humanos que, aunque cansados, sueñan con algo mejor para ellos y sus familias, emigrando o no. Todos somos Miguel y Diego, todos amamos a nuestra patria, pero amar no significa quedarse.