Cristian (Claes Bang) es curador y especialista de arte moderno, especialmente de piezas de interacción e intervención. También tiene el don de habla, sabe bien como comunicarse con los demás y les hace llegar sus ideas. Por ello, no le es difícil transmitir a su público el concepto de "The Square" (La Plaza). La obra es un cuadrado blanco dibujado en el piso de espacios publicos de cuatro por cuatro metros. Con la frase que reza "La plaza (The Square) es un refugio para crear confianza y atención. Dentro de sus límites todos compartimos los mismos derechos y obligaciones "
“The Square” es un experimento social que se burla de un sistema de valores y apreciaciones que rayan en lo mordaz. La película es divertida y arrogante, seria y lúdica, juega a ser satírica y laude. Necesariamente larga, pero coherente y sorprendente.
Esta presenta a su personaje principal y desde los primeros minutos conocemos quien es y lo que hace, así también como su estilo de vida. De camino a su trabajo ocurre algo, una mujer grita por ayuda y el, con aires de héroe la defiende de su atacante. Esta situación solo será el inicio de una espiral, al inicio muy risible, pero que mientras el metraje avanza, las risas se convertirán en otra cosa.
Cristian es un tipo elegante, perfectamente peinado, que viste trajes costosos, con teléfono celular último modelo, maneja un Tesla y trabaja como curador en jefe del museo de arte moderno en Suecia. Cristian cree en lo que hace, él cree en la importancia de su exposición, la relevancia de “The Square” podría darle un rumbo diferente a su carrera y a su museo. Trata de ser un buen ciudadano y buen ser humano, dando monedas a algunos desamparados y siendo amable con sus empleados. Pero esto sólo sucede cuando se siente seguro. Desde que ocurre el incidente mencionado, exige justicia, debido a la brecha social que hay entre él y los involucrados. Para esto, idea un plan de venganza, o al menos eso parece.
Al igual que en “Force Majeure” (2014), Östlund trabaja de nuevo en dos cuestiones específicas: el hombre y la sociedad con sus delicados (y fácilmente destruibles) lazos que lo persiguen, y claro, redefine el significado de la masculinidad. Östlund es más un director de brutalidad final, y así va construyendo aquí una narrativa interesante para poner al público en un espejo. El primer acto de la película es sobrio y con aires de comedia, mientras que el segundo acto se vuelve algo apresurado y un poco más oscuro, paradójicamente, mostrando las consecuencias de esa primera mitad supuestamente graciosa.
¿Es arte el arte moderno, o es basura? O, como Cristian se lo explica a la periodista norteamericana (Elisabeth Moss) durante la primera secuencia: ¿Es su cartera sólo una cartera si la ponemos en el piso de una galería de arte? ¿ O es eso es arte? . Nosotros (los que asistimos a los museos) somos los que vemos las cosas allí expuestas como arte y ellos, que viven de eso y lo ven todos los días, lo ven de una manera diferente.
De momentos Östlund se va muy redundante, pero por encima de todas las repeticiones este tiene un sistema. En un mundo donde la capacidad de atención se ha vuelto tan baja y en el que tenemos que pagar todos los momentos desagradables rápidamente, la repetición que dibuja no es por puro gusto. Tenemos que estar muy atento a los detalles, a las acciones y palabras del protagonista.
Parece que su director quería asegurarse de dejar su punto claro y no le importó el tiempo empleado, ni ritmo narrativo. En muchas situaciones, Östlund no da ninguna explicación sobre situaciones en específico, estas solo ocurren, dejando al espectador que llene brechas como ellos consideren conveniente. En esos momentos, depende ti y tu significado de lo que es y no es artístico. Ahí tienes el reto, así como en el arte moderno, ¿Qué es y no es arte?