En el siglo XVII, dos sacerdotes jesuitas (Andrew Garfield, Adam Driver) viajan a Japón para localizar a su mentor, el Padre Ferreira (Liam Neeson), el cual desapareció al tratar de difundir las enseñanzas del catolicismo. Después de un peligroso viaje, descubren un país donde el cristianismo fue declarado ilegal y sus creyentes perseguidos. Estos tendrán que andar ocultos ante esta peligrosa búsqueda y así enfrentarse ante sus peores pruebas de fe.
Si en ‘’La última tentación de Cristo’’, el cineasta ofreció una profunda reflexión sobre la lucha del Cristo con su fe y la tentación de la carne, rozando los límites de la provocación, en esta cinta hizo hincapié en la naturaleza rebelde de Jesús, mostrando que a lo que gran parte de nosotros, los seres humanos, nos referimos como “Hijo de Dios” es tan solo una decisión de seguir su pacto y no desviarse por cualquier distracción. La película fue condenada. Aun en algunos países sigue siendo una película prohibida, a tal punto que esta crítica tampoco será permitida. Es broma… espero.
La fe, el pecado, la integridad moral, la responsabilidad de los otros, opciones personales, tantas preguntas que surgen entre diferentes culturas que no tienen nada que ver con la fe predicada.
El título no fue una palabra elegida al azar. Significa el silencio de Dios. Simbólicamente evoca las palabras de Jesús en la cruz pronunciadas en arameo 'eli eli lama sabactani? / Dios mío, Dios, ¿por qué me has abandonado?’’ las cuales se mantienen sin respuesta.
Aquí, Andrew Gardfield es un hombre como todos los mortales, su elección es vivir en la espiritualidad, lejos del hombre. Hay una secuencia en la que el padre Rodríguez (Garfield) ve su rostro en el agua de un pequeño lago, y dicho reflejo trabaja como una especie de revelación divina en la que sólo Scorsese podría inventar. “Silence” hace referencia a un cierto cine íntimo Ingmar Bergman y Carl Theodor Dreyer, principalmente en aquellos momentos donde la devoción y la mística prevalecen sobre la materia; pero también es un recordatorio de su propio cine, particularmente con respecto a la última tentación de Cristo, donde funciona mucho más rebelde, haciéndose preguntas muy legítimas acerca de la fé.
Notaremos a un Scorsese visiblemente atormentado por las atrocidades cometidas en nombre de la fe; masacres, guerras y terrorismo, son claramente representadas por la barbarie del período imperialista del cristianismo entre los japoneses. El director extiende su pensamiento religioso enfrentándose a los dogmas modernos, dejando al descubierto las contradicciones de la religión cristiana, sobre todo mediante la demostración de la relatividad de las culturas y sus religiones que se excusan en privacidad. La individualidad, el respeto a sus diferencias y el pluralismo, en esta era de oscurantismo, crecen para volver a imponer las jerarquías de culto. A él, que originalmente estaba destinado para hacer carrera en el sacerdocio, ¿le habrá llegado su momento de confesar? La película presenta una belleza visual que regala un homenaje subliminal al cine, así también un canto a la espiritualidad despojada de servidumbre humana.
La extraordinaria fotografía de Rodrigo Prieto (‘’The Wolf of Wall Street’’, ‘’Argo’’) es impresionantemente catedrática. La creación de una atmósfera peligrosa, tensa, oscura y desafiante es el elemento principal en esta historia, impregnada de manera perfecta por el lente de Prieto.
Martin Scorsese sigue reinando como un dios en el cine de autor estadounidense, al igual que el personaje de Garfield que ve un reflejo de sí mismo que se mezcla con la vida de Jesús, ve un hombre entre los hombres, que viene de lugares hostiles, que es perseguido, que desafía a las tentaciones como Cristo en el desierto, y que finalmente, contemplando el silencio, descubre que él mismo es la verdad, la respuesta a todas sus preguntas. Es posible que Scorsese haya encontrado a su Dios en esta película, o simplemente, que el sea mesías que todos esperan. Al menos cinematográficamente lo es.